Uno de los mayores enigmas de la física actual es el de la materia oscura. Esta constituye una clase desconocida de materia, que nadie ha podido detectar directamente todavía, y que pasa del todo desapercibida excepto por su influencia gravitacional. Los científicos llegaron a la conclusión años atrás de que por todo el universo hay materia extra y oculta, distribuida de un modo que tampoco se corresponde con la simple presencia de agujeros negros convencionales. Esa materia extra, a la que se denominó “oscura”, sería la responsable de algunas cosas buenas, como por ejemplo que las galaxias no se fragmenten en tiras cuando giran sobre sí mismas. Pero también podría tener efectos catastróficos en otras situaciones, como ahora plantea una nueva hipótesis.
Un estudio conducido por Michael Rampino, profesor en la Universidad de Nueva York en Estados Unidos, ha llevado a la conclusión de que la ruta larguísima pero predecible de nuestro sistema solar alrededor y a través del disco de la galaxia podría tener un efecto directo y notable sobre fenómenos geológicos y biológicos que suceden en la Tierra.
Específicamente, esa ruta cósmica podría pasar por zonas con una mayor presencia de materia oscura, de tal modo que esta podría perturbar las órbitas de bastantes cometas y otros astros de nuestro sistema solar con órbitas fácilmente influenciables, llevando a alguno a colisionar contra la Tierra. E incluso esa materia oscura extra podría actuar directamente en el núcleo de nuestro planeta, calentándolo más de lo normal. Ambas situaciones tendrían consecuencias violentas y podrían estar conectadas con extinciones masivas.
El disco galáctico es la región de nuestra galaxia la Vía Láctea donde reside nuestro sistema solar. El disco está lleno de estrellas y nubes de gas y polvo, y contiene también concentraciones de la esquiva materia oscura.
Estudios anteriores muestran que el Sol, la Tierra y los demás astros de nuestro sistema solar giran alrededor del centro de la galaxia dando una vuelta entera una vez cada 250 millones de años. Esa ruta de nuestro sistema solar alrededor de la región central de la Vía Láctea lo lleva a cruzar por regiones más densas del disco una vez cada 30 millones de años aproximadamente. Analizando el patrón de las zambullidas de nuestro sistema solar en dichas regiones, Rampino ha visto lo que considera claros indicios de que esas inmersiones están correlacionadas con épocas de impactos de cometas contra nuestro mundo y extinciones masivas de vida en él. La famosa colisión cometaria de hace 66 millones de años que provocó la extinción de los dinosaurios es solo un ejemplo.
¿Qué ocasiona esta correlación de las zambullidas de la Tierra en esas regiones galácticas con los impactos y extinciones que parecen seguirlas?
Según Rampino, al viajar a través de esas regiones más densas, la materia oscura concentrada ahí perturba las rutas de los cometas que normalmente orbitan lejos de la Tierra, en los confines del sistema solar. Esto significa que los cometas que normalmente se mantendrían a gran distancia de la Tierra adoptan en cambio trayectorias inusuales, haciendo que algunos de ellos acaben colisionando con nuestro planeta.
Pero en la hipótesis defendida por Rampino, aún es más destacable la intrigante posibilidad de que, con cada zambullida en las regiones galácticas densas, una cantidad importante de materia oscura pueda aparentemente acumularse dentro del núcleo de la Tierra. Según esta hipótesis, las partículas de materia oscura se acaban aniquilando entre sí, produciendo con ello un considerable calor. Este calor extra podría desencadenar sucesos como un aumento de las erupciones volcánicas, la formación de montañas, inversiones del campo magnético del planeta, y cambios considerables en el nivel del mar, eventos que también parecen mostrar picos cada 30 millones de años aproximadamente. Rampino sugiere por tanto que los fenómenos astrofísicos derivados del tortuoso camino de la Tierra alrededor del centro de la galaxia, y la consecuente acumulación de materia oscura en el interior del planeta, pueden resultar en cambios dramáticos en la actividad geológica y biológica de la Tierra.
Fuente NCYT