Descubren la forma de ver el centro de nuestra galaxia


Solo una billonésima parte de la luz procedente de esta zona, habitada por un gran agujero negro y una nube de polvo y gas, es visible. Ahora, se buscarán las ondas de choque de algunas estrellas

Onda de choque producida por estrella Zeta Opiuchi, en la constelación de Ofiuco, que se mueve a gran velocidad a través del gas interestelar a unos 450 años luz de la Tierra

La zona central de nuestra galaxia, la Vía Láctea, sigue siendo para nosotros un lugar misterioso y prácticamente desconocido. Y no solo porque se encuentra a varios miles de años luz de distancia, sino también, y sobre todo, porque el centro galáctico está envuelto en una nube de polvo y gas tan densa que impide casi por completo las observaciones de los astrónomos.

Sabemos, sin embargo, que precisamente allí, cerca del centro, es donde se da la mayor concentración de estrellas de toda la galaxia, atraídas sin remedio por el agujero negro supermasivo que duerme en el corazón mismo de nuestra Vía Láctea. Sagitario A* es un «monstruo espacial» con una masa equivalente a la de cuatro millones de soles. Y su inmenso poder gravitatorio hace que esté completamente rodeado por una nube muy densa de estrellas y material interestelar.

Ahora, un equipo de investigadores de Harvard ha encontrado la forma de «mirar» a través de la nube de polvo y observar las estrellas que hay en su interior. Su idea se basa en buscar ondas de radio procedente de «estrellas supersónicas», esto es, astros que se muevan a mayor velocidad que la del sonido.

«Hay mucho que no conocemos sobre el centro de nuestra galaxia, y también mucho que queremos conocer -asegura Idan Ginsburg, del Instituto de Astrofísica Harvard-Smithsonian y director de la investigación-. Utilizando nuestra técnica, creemos que podremos observar estrellas que nadie había visto antes».

Una billonésima parte de la luz

El largo camino que separa el centro de la Vía Láctea de la Tierra está tan lleno de polvo que solo una billonésima parte de la luz emitida «desde dentro» consigue atravesarlo y llegar hasta los telescopios de los astrónomos. O lo que es lo mismo, apenas uno de cada billón de fotones emitidos por las estrellas del interior pasa a través de la nube de polvo y escapa al exterior. Pero las ondas de radio, en una zona diferente del espectro electromagnético que la luz visible, tienen menos energía y una longitud de onda mucho mayor, lo que les permite pasar a través de la nube como si ésta no existiera.

Por desgracia, las gran mayoría de las estrellas no son lo suficientemente brillantes en el rango de las ondas de radio como para que podamos detectarlas desde aquí y a tanta distancia. Sin embargo, si una estrella está viajando a través de la nube de polvo y gas a la velocidad suficiente, entonces la situación cambia de forma radical.
«Estampido sónico»

En ese caso, en efecto, el material que la estrella expulsa contínuamente (en forma de viento estelar) puede interactuar con los gases y el polvo de la nube y crear una onda de choque. Y a través de un proceso llamado radiación sincrotón, los electrones acelerados por esa onda de choque pueden producir emisiones de radio con la potencia suficiente como para ser detectadas desde la Tierra. «En cierto modo -explica Ginsburg- lo que buscamos es el equivalente al estampido sónico de un avión».

Para ser capaz de crear una onda de choque, una estrella debe de moverse a miles de kilómetros por segundo. Y eso, en el centro galáctico, es perfectamente posible debido a que el movimiento de las estrellas depende por completo de la enorme gravedad del agujero negro supermasivo. Así, cuando una estrella alcanza el punto de máxima aproximación a Sagitario A* , puede alcanzar fácilmente la velocidad necesaria.
El modelo de S2

Los investigadores sugieren que nuestros radiotelescopios busquen esta clase de efecto partiendo de una estrella ya conocida y llamada S2. Esta estrella, que es lo suficientemente caliente y brillante como para ser vista en el rango del infrarrojo a pesar de la nube de polvo, alcanzará el punto de máxima aproximación al agujero negro a finales de 2017 o principios de 2018. Y cuando eso suceda los radioastrónomos podrán tratar de captar las emisiones de radio de su onda de choque.

«S2 será nuestra prueba de fuego -asegura por su parte Avi Loeb, coautor del estudio-. Si logramos ver la emisión, después podremos utilizar el mismo método para localizar estrellas más pequeñas y débiles, que serían imposibles de ver de otra manera».

Fuente ABC CIENCIA


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