Un estudio de la UGR revela cómo las señales subliminales pueden dirigir nuestras elecciones, y otros señalan que la consideración de opciones sigue leyes subatómicas
Solemos pensar que conscientemente elegimos lo que deseamos o no deseamos hacer. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la neurología está cuestionando esta idea. Un ejemplo es un estudio reciente de la Universidad de Granada, que ha revelado cómo las señales subliminales pueden dirigir nuestras elecciones. Otras dos investigaciones señalan que sería a un nivel de “cognición cuántica” donde las decisiones son consideradas, antes de que definamos lo que finalmente haremos. Por Yaiza Martínez.
Solemos pensar que nuestras decisiones emergen de nuestra mente consciente, es decir, que conscientemente elegimos lo que deseamos o no deseamos hacer. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la neurología ha empezado a cuestionar esta idea; a señalar que la libertad no es más que mera ilusión ; una construcción cerebral.
No hay que olvidar, como ha explicado para Tendencias21 el neurólogo Francisco J. Rubia, que la cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos es de 11 millones de bits por segundo, mientras que la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo. Es decir, que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Y de toda ella dependen en gran medida nuestras decisiones.
Ya en 2008, un estudio del neurólogo John-Dylan Haynes, del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional de Berlín, en Alemania, en el que se escanearon los cerebros de 14 individuos mientras éstos tomaban una decisión sencilla (presionar un botón u otro en una tarea informática), reveló que existe actividad cerebral hasta 10 segundos antes de que alguien tome una decisión.
Dicha actividad cerebral pre-decisión consciente pudo entonces decodificarse en dos regiones cerebrales: la corteza prefrontal (relacionada con procesos emocionales e intelectuales) y la corteza parietal (relacionada con el tacto y las partes del cuerpo) del cerebro.
Según los científicos, este hallazgo señalaría la existencia, en el cerebro humano, de una red de áreas de control de alto nivel que empezaría a prepararse para la decisión final mucho antes de que ésta llegue a nuestra conciencia.
Por otra parte, en los años 80, un neurocientífico norteamericano ya fallecido llamado Benjamin Libet publicaba en la revista de neurología Brain un trabajo acerca de la iniciación inconsciente de un acto voluntario. Según este, las decisiones tomadas por cualquier sujeto son, en primer lugar, llevadas a cabo en el inconsciente y, posteriormente, trasladadas al consciente. Para Libet, la creencia del sujeto en que su decisión depende de su voluntad es debida sólo a la visión retrospectiva del proceso.
Poniendo a prueba el inconsciente
Recientemente, científicos de la Universidad de Granada (UGR) han ahondado aún más en este tema. En una nueva investigación, los investigadores, pertenecientes al Centro “Mente, Cerebro y Comportamiento”, han demostrado, a través de una serie de experimentos, que una serie de participantes escogían con más probabilidad realizar una tarea cuando esta estaba indicada por una señal previa que ellos no percibían de forma consciente, esto es, una señal subliminal.
En este trabajo participaron 96 estudiantes de la UGR, con una media de edad de 20,5 años. En una serie de experimentos, los voluntarios tuvieron que realizar una de dos tareas con palabras (una juzgando su categoría semántica y la otra juzgando si contenía letras de tamaño irregular) que iban apareciendo en la pantalla de un ordenador.
Las instrucciones que recibían antes de realizar el experimento explicaban que, antes de la mayoría de las palabras, aparecería una señal que les indicaría qué tarea de las dos debían realizar. Se les decía, sin embargo, que en ocasiones no aparecería dicha señal, y que en ese caso debían decidir libremente cuál de las dos tareas realizar con la palabra.
Pese a que los participantes no veían señal alguna de forma consciente, en estos casos también se presentaba una señal con una duración muy breve, de manera subliminal, informa la UGR en un comunicado.
Señales subliminales que dirigen las decisiones
Los resultados obtenidos mostraron que los participantes escogían la tarea indicada por la señal subliminal por encima de lo esperable al azar, lo que indica que esta información inconsciente sesgaba sus decisiones “libres”. Otros experimentos de la serie mostraron que esta influencia sólo tenía lugar cuando los participantes estaban atendiendo a la presentación de la señal inconsciente.
Como explica una de las autoras de este estudio, la investigadora de la UGR, María Ruz, “existe amplia evidencia proveniente del campo de la Psicología Experimental y la Neurociencia Cognitiva que muestra cómo información de la que no somos conscientes influye en nuestro comportamiento”.
Sin embargo, el alcance de esta influencia inconsciente en nuestras decisiones entre distintas alternativas de acción no se conoce bien en la actualidad, lo que pone de manifiesto la importancia de este tipo de estudios. También son importantes porque la neurología se ocupa de los desórdenes del libre albedrío, como son los trastornos obsesivo-compulsivos (en los que se siente la necesidad de hacer algo en contra de la propia voluntad) u otros síndromes que imponen movimientos involuntarios a los enfermos.
La investigación de la UGR, por tanto, arroja una nueva evidencia de que “el fantasma de la falta de libertad nos acecha”, como dejara escrito en el artículo antes mencionado Francisco J. Rubia. El neurológo añadía entonces que cada vez resulta más evidente “que nuestras decisiones y elecciones son el resultado de toda una serie de factores sobre los que no tenemos ningún control consciente: la herencia genética, las experiencias que hemos vivido y que dormitan en nuestra memoria, la mayoría de ellas implícita o inconscientemente, pero que pueden ser activadas en cualquier momento, las circunstancias actuales o los fines que hayamos planificado previamente” (además de las señales subliminales intencionadamente presentadas del estudio de la UGR, por ejemplo).
La física cuántica también tiene algo que ver
Por si todo esto fuera poco, se está añadiendo a la cuestión de la toma de decisiones humanas la física cuántica (esa que se desarrolla en un nivel subatómico y que con tantos efectos contraintuitivos nos suele dejar atónitos). Según otro estudio reciente, en parte nuestras decisiones pueden ser explicadas, no ya desde la probabilidad corriente que manejamos a nivel consciente, sino a partir de las leyes de esta física.
La investigación (que aparece en dos medios especializados diferentes) profundiza en concreto en el concepto de “cognición cuántica” y señala que pensar al “estilo cuántico” -en esencia, no seguir un enfoque convencional basado en la teoría de probabilidad clásica- permite a los seres humanos tomar decisiones en un contexto de incertidumbre; y enfrentarse a cuestiones complejas, a pesar de tener recursos mentales conscientes limitados.
Pero, ¿qué es pensar al "estilo cuántico? Pues que, al tomar decisiones, nuestra mente funcione de manera similar a como “funciona” el gato, en el famoso experimento del gato de Schrödinger.
El experimento dice así: en una caja cerrada y opaca se mete un gato, una botella de gas venenoso, un átomo radioactivo con un 50% de probabilidades de desintegrarse y un dispositivo que, de desintegrarse la partícula, rompería la botella, produciendo la muerte del gato por envenenamiento. Por tanto, el destino del gato dependerá de un solo átomo que actuaría según la mecánica cuántica, por lo que todo el sistema estaría sometido a sus leyes.
Entonces, ocurriría que, hasta que un observador no abra la caja y reduzca las probabilidades (muerte-vida) del gato, este permanecería a un tiempo muerto y vivo: ambas posibilidades tienen potencial en nuestras mentes.
Del mismo modo, según la cognición cuántica, cada decisión que tomamos es como nuestro propio y único gato de Schrödinger: reducimos las probabilidades (u opciones) con una decisión determinada pero, antes de hacerlo, lidiamos mentalmente con la ambigüedad. Así cuando, por ejemplo, nos preguntamos, “¿qué queremos para cenar?”, todas las probabilidades son potencialmente realizables para nosotros por igual.
“La teoría cuántica puede no ser intuitiva en absoluto cuando se utiliza para describir el comportamiento de una partícula, pero en realidad es bastante intuitiva cuando se utiliza para describir nuestras mentes, normalmente inciertas y ambiguas", explica al respecto la científica de la State University de Ohio Zheng Joyce Wang, autora de esta investigación, en un comunicado de dicha Universidad.
Joyce Wang lleva años aplicando la física cuántica al estudio de los comportamientos humanos. El año pasado, por ejemplo, descubrió un patrón propio del comportamiento de las partículas subatómicas en otro comportamiento humano concreto: la respuesta a encuestas, tal y como informamos entonces en Tendencias21 .
Aunque todos estos estudios hacen pensar dónde se encuentra en realidad la voluntad humana, la interpretación de John-Dylan Haynes quizá sea por ahora la mejor opción: que, en la toma de decisiones, el deseo consciente y el inconsciente se pondrían de acuerdo o irían “al unísono”, conformando entre ambos un solo proceso. Desde la cognición cuántica, ambos serían los que acabarían determinando el “estado del gato” o, mejor dicho, “qué tomaremos para cenar”.
Solemos pensar que nuestras decisiones emergen de nuestra mente consciente, es decir, que conscientemente elegimos lo que deseamos o no deseamos hacer. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la neurología ha empezado a cuestionar esta idea; a señalar que la libertad no es más que mera ilusión ; una construcción cerebral.
No hay que olvidar, como ha explicado para Tendencias21 el neurólogo Francisco J. Rubia, que la cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos es de 11 millones de bits por segundo, mientras que la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo. Es decir, que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Y de toda ella dependen en gran medida nuestras decisiones.
Ya en 2008, un estudio del neurólogo John-Dylan Haynes, del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional de Berlín, en Alemania, en el que se escanearon los cerebros de 14 individuos mientras éstos tomaban una decisión sencilla (presionar un botón u otro en una tarea informática), reveló que existe actividad cerebral hasta 10 segundos antes de que alguien tome una decisión.
Dicha actividad cerebral pre-decisión consciente pudo entonces decodificarse en dos regiones cerebrales: la corteza prefrontal (relacionada con procesos emocionales e intelectuales) y la corteza parietal (relacionada con el tacto y las partes del cuerpo) del cerebro.
Según los científicos, este hallazgo señalaría la existencia, en el cerebro humano, de una red de áreas de control de alto nivel que empezaría a prepararse para la decisión final mucho antes de que ésta llegue a nuestra conciencia.
Por otra parte, en los años 80, un neurocientífico norteamericano ya fallecido llamado Benjamin Libet publicaba en la revista de neurología Brain un trabajo acerca de la iniciación inconsciente de un acto voluntario. Según este, las decisiones tomadas por cualquier sujeto son, en primer lugar, llevadas a cabo en el inconsciente y, posteriormente, trasladadas al consciente. Para Libet, la creencia del sujeto en que su decisión depende de su voluntad es debida sólo a la visión retrospectiva del proceso.
Poniendo a prueba el inconsciente
Recientemente, científicos de la Universidad de Granada (UGR) han ahondado aún más en este tema. En una nueva investigación, los investigadores, pertenecientes al Centro “Mente, Cerebro y Comportamiento”, han demostrado, a través de una serie de experimentos, que una serie de participantes escogían con más probabilidad realizar una tarea cuando esta estaba indicada por una señal previa que ellos no percibían de forma consciente, esto es, una señal subliminal.
En este trabajo participaron 96 estudiantes de la UGR, con una media de edad de 20,5 años. En una serie de experimentos, los voluntarios tuvieron que realizar una de dos tareas con palabras (una juzgando su categoría semántica y la otra juzgando si contenía letras de tamaño irregular) que iban apareciendo en la pantalla de un ordenador.
Las instrucciones que recibían antes de realizar el experimento explicaban que, antes de la mayoría de las palabras, aparecería una señal que les indicaría qué tarea de las dos debían realizar. Se les decía, sin embargo, que en ocasiones no aparecería dicha señal, y que en ese caso debían decidir libremente cuál de las dos tareas realizar con la palabra.
Pese a que los participantes no veían señal alguna de forma consciente, en estos casos también se presentaba una señal con una duración muy breve, de manera subliminal, informa la UGR en un comunicado.
Señales subliminales que dirigen las decisiones
Los resultados obtenidos mostraron que los participantes escogían la tarea indicada por la señal subliminal por encima de lo esperable al azar, lo que indica que esta información inconsciente sesgaba sus decisiones “libres”. Otros experimentos de la serie mostraron que esta influencia sólo tenía lugar cuando los participantes estaban atendiendo a la presentación de la señal inconsciente.
Como explica una de las autoras de este estudio, la investigadora de la UGR, María Ruz, “existe amplia evidencia proveniente del campo de la Psicología Experimental y la Neurociencia Cognitiva que muestra cómo información de la que no somos conscientes influye en nuestro comportamiento”.
Sin embargo, el alcance de esta influencia inconsciente en nuestras decisiones entre distintas alternativas de acción no se conoce bien en la actualidad, lo que pone de manifiesto la importancia de este tipo de estudios. También son importantes porque la neurología se ocupa de los desórdenes del libre albedrío, como son los trastornos obsesivo-compulsivos (en los que se siente la necesidad de hacer algo en contra de la propia voluntad) u otros síndromes que imponen movimientos involuntarios a los enfermos.
La investigación de la UGR, por tanto, arroja una nueva evidencia de que “el fantasma de la falta de libertad nos acecha”, como dejara escrito en el artículo antes mencionado Francisco J. Rubia. El neurológo añadía entonces que cada vez resulta más evidente “que nuestras decisiones y elecciones son el resultado de toda una serie de factores sobre los que no tenemos ningún control consciente: la herencia genética, las experiencias que hemos vivido y que dormitan en nuestra memoria, la mayoría de ellas implícita o inconscientemente, pero que pueden ser activadas en cualquier momento, las circunstancias actuales o los fines que hayamos planificado previamente” (además de las señales subliminales intencionadamente presentadas del estudio de la UGR, por ejemplo).
La física cuántica también tiene algo que ver
Por si todo esto fuera poco, se está añadiendo a la cuestión de la toma de decisiones humanas la física cuántica (esa que se desarrolla en un nivel subatómico y que con tantos efectos contraintuitivos nos suele dejar atónitos). Según otro estudio reciente, en parte nuestras decisiones pueden ser explicadas, no ya desde la probabilidad corriente que manejamos a nivel consciente, sino a partir de las leyes de esta física.
La investigación (que aparece en dos medios especializados diferentes) profundiza en concreto en el concepto de “cognición cuántica” y señala que pensar al “estilo cuántico” -en esencia, no seguir un enfoque convencional basado en la teoría de probabilidad clásica- permite a los seres humanos tomar decisiones en un contexto de incertidumbre; y enfrentarse a cuestiones complejas, a pesar de tener recursos mentales conscientes limitados.
Pero, ¿qué es pensar al "estilo cuántico? Pues que, al tomar decisiones, nuestra mente funcione de manera similar a como “funciona” el gato, en el famoso experimento del gato de Schrödinger.
El experimento dice así: en una caja cerrada y opaca se mete un gato, una botella de gas venenoso, un átomo radioactivo con un 50% de probabilidades de desintegrarse y un dispositivo que, de desintegrarse la partícula, rompería la botella, produciendo la muerte del gato por envenenamiento. Por tanto, el destino del gato dependerá de un solo átomo que actuaría según la mecánica cuántica, por lo que todo el sistema estaría sometido a sus leyes.
Entonces, ocurriría que, hasta que un observador no abra la caja y reduzca las probabilidades (muerte-vida) del gato, este permanecería a un tiempo muerto y vivo: ambas posibilidades tienen potencial en nuestras mentes.
Del mismo modo, según la cognición cuántica, cada decisión que tomamos es como nuestro propio y único gato de Schrödinger: reducimos las probabilidades (u opciones) con una decisión determinada pero, antes de hacerlo, lidiamos mentalmente con la ambigüedad. Así cuando, por ejemplo, nos preguntamos, “¿qué queremos para cenar?”, todas las probabilidades son potencialmente realizables para nosotros por igual.
“La teoría cuántica puede no ser intuitiva en absoluto cuando se utiliza para describir el comportamiento de una partícula, pero en realidad es bastante intuitiva cuando se utiliza para describir nuestras mentes, normalmente inciertas y ambiguas", explica al respecto la científica de la State University de Ohio Zheng Joyce Wang, autora de esta investigación, en un comunicado de dicha Universidad.
Joyce Wang lleva años aplicando la física cuántica al estudio de los comportamientos humanos. El año pasado, por ejemplo, descubrió un patrón propio del comportamiento de las partículas subatómicas en otro comportamiento humano concreto: la respuesta a encuestas, tal y como informamos entonces en Tendencias21 .
Aunque todos estos estudios hacen pensar dónde se encuentra en realidad la voluntad humana, la interpretación de John-Dylan Haynes quizá sea por ahora la mejor opción: que, en la toma de decisiones, el deseo consciente y el inconsciente se pondrían de acuerdo o irían “al unísono”, conformando entre ambos un solo proceso. Desde la cognición cuántica, ambos serían los que acabarían determinando el “estado del gato” o, mejor dicho, “qué tomaremos para cenar”.
Fuente TENDENCIAS 21