Por qué la disciplina es mucho más importante que la motivación


El autor del blog Wisdomination, Zbynek Dran, publicó un artículo acerca del por qué la disciplina es más importante que la motivación en lo que a la realización de sueños se refiere. Genial.guru quiere compartir contigo este escrito.

Existen dos maneras principales para obligarte a hacer algo:
La primera, la más popular y completamene errónea, es intentar encontrar una motivación.
La segunda, menos popular y completamente correcta, es desarrollar la disciplina en ti mismo.

Es una de aquellas situaciones en las cuales la decisión acerca del método influye directamente en los resultados. No es frecuente que escuches el uso correcto de la expresión «cambio de paradigma», pero es precisamente el caso.

¿Cuál es la diferencia?

La motivación, en términos generales, se basa en una suposición errónea acerca de que para completar una tarea tienes que tener un cierto estado mental y emocional.

Es una idea completamente errónea.

La disciplina, al contrario, no mezcla los actos con el estado anímico y los sentimientos, y de esta manera se evita el problema. Los beneficios que te trae la disciplina son asombrosos.

La realización exitosa de tareas lleva a una paz interior y provoca estados anímicos que los procrastinadores necesitan para empezar a realizar las mismas tareas.

En otras palabras, para empezar a ejercitarte, no necesitas esperar a que estés en forma para correr un matarón. Al contrario, te entrenas para lograr estar en forma.

Si una acción está condicionada por los sentimientos, el estar esperando una motivación adecuada se vuelve una forma de procrastinación engañosa. Lo sé de mi propia experiencia y me hubiera gustado que alguien me mencionara eso 20, 15 o 10 años antes de que lo experimentara por mi cuenta.

Si esperas el momento en el que te sientas preparado para hacer algo, estás acabado. Precisamente así es como aparecen los síntomas de la procrastinación.

En sí, perseguir una motivación significa insistir en una fantasía infantil acerca de que únicamente hay que hacer algo cuando estás de humor para hacerlo. El problema se expresa de esta manera: «¿Cómo puedo motivarme para hacer lo que mi cerebro ya ha decidido hacer?». Y eso está mal.

La pregunta correcta debería sonar así: «¿Cómo no prestarle tanta atención a mis sentimientos y empezar a hacer las cosas que quiero hacer conscientemente?» El truco es cortar la conexión entre los sentimientos y acciones, y hacer lo que tienes que hacer. Te sentirás bien y con muchas energías en el proceso.

La motivación es un camino erróneo. Estoy 100% seguro de que esta limitación equívoca es la mayor razón del por qué los habitantes de los países desarrollados muchas veces solamente se la pasan sentados en ropa interior jugando Xbox en lugar de hacer algo útil.

La fe en la motivación es la consecuencia de algunos problemas psicológicos.

La vida real en el mundo real a veces requiere que la gente haga lo que nadie en sus plenas facultades mentales querría realizar con entusiasmo, por lo tanto la «motivación» se tropieza con un obstáculo insuperable intentando invocar el entusiasmo hacia algo que objetivamente no se lo merece. La única solución, además de perder el tiempo, es simplemente ignorar ese «sentido común». Es un dilema terrible pero erróneo.

El intento de mantener el entusiasmo hacia acciones aburridas y poco llamativas es una forma de causarte un trauma psicológico a ti mismo, es una locura voluntaria: «Adoro llenar estas tablas, quiero inventar la fórmula para calcular el ingreso anual lo más pronto posible, ¡me encanta mi trabajo!»

Un guion un poco mejor sería conservar el sentido común que, lastimosamente, tiene tendencia a ser malinterpertado como un fracaso moral: «Aún no me gusta el trabajo sin sentido que hago y que consiste en organizar papeles en mi escritorio», «Todavía me gustan más los pastelillos que el brócoli, y no puedo perder peso porque tal vez sea débil», «Necesito comprar otro libro de motivación». Es una tontería. El error crítico consiste en mirar estos casos a través de la motivación o la falta de ella. La respuesta está en la disciplina, no en la motivación.

La vida útil de la motivación es muy corta, y se debe renovar constantemente.

La motivación existe cuando jalas la palanca para aumentar la presión. En el mejor de los casos conserva y transforma la energía para un objetivo concreto. Hay situaciones en las cuales es un enfoque correcto: por ejemplo, una competencia olímpica o una fuga de la cárcel. Sin embargo, es una base terrible para los actos cotidianos, y es muy dudoso que pueda ayudar para lograr objetivos a largo plazo.

La disciplina es el motor que una vez iniciado continuamente suministra energía al sistema.

La eficiencia no tiene estados anímicos adecuados. Para lograr un resultado contundente y a largo plazo, la disciplina supera a la motivación. Al final, la motivación es el intento de lograr el estado adecuado para empezar a realizar una acción. La disciplina existe cuando haces algo incluso si estás indispuesto.

Y ya después de esto te sientes bien. En pocas palabras, la disciplina es un sistema, y la motivación más bien es un objetivo. Tiene una simetría. La disciplina es algo más o menos constante, y la motivación es pasajera.

¿Cómo desarrollar la disciplina?

Asimilando hábitos: empieza con costumbres pequeñas, incluso microscópicas, irás tomando impulso y utilizándolos para futuros cambios en la vida cotidiana, creando de esta manera un síntoma positivo.

La motivación es una actitud contraproducente para la productividad. Lo que cuenta es la disciplina.

Fuente GENIAL



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