Una técnica de terapia celular ayudará en el tratamiento de defectos óseos provocados por accidentes de tránsito, armas de fuego o después de sufrir infecciones. Su aplicación evitaría, entre otras alternativas, el uso de injertos sintéticos. Se trata de una alternativa para la regeneración ósea, a partir de células madre mesenquimales, capaces de producir varios tipos de células de los tejidos de sostén humano como cartílago, hueso y grasa.
Aunque, hasta el momento, el modelo se ha aplicado en animales (concretamente conejos), promete convertirse en una técnica inédita en el tratamiento de defectos óseos en huesos largos.
La propuesta del ortopedista y traumatólogo Gabriel Fletscher Covaleda, con la dirección de los doctores Orlando Chaparro e Italy Linero, de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, acaba de recibir el premio a mejor póster científico en el Congreso Americano de Ortopedia y Traumatología, realizado en Orlando (Florida).
“En ortopedia, por ejemplo, son comunes las pérdidas de hueso secundarias a infecciones óseas y a otras patologías traumáticas por accidentes de tránsito, disparos, explosiones de minas antipersonales o accidentes laborales”, explica el ortopedista y traumatólogo.
Según el tamaño del hueso perdido, se acude a los injertos (autoinjerto o un banco de huesos) para lesiones pequeñas. En caso de lesiones más complejas, con pérdidas de hueso significativas (más de 4 cm) se utilizan técnicas de corticodistracción, para instalar fijadores externos (aparato mecánico situado por fuera de la piel del paciente, que se fija al hueso a través de alambres o clavos roscados con fines terapéuticos), los cuales, de forma progresiva, alargan el hueso del paciente, que regenera segmentos óseos.
Otra opción es la técnica de membranas inducidas (formación de una membrana biológica en la zona del defecto óseo ante la presencia de un elemento ajeno al organismo), descrita por el doctor Alain Masquelet en 1986. Fue usada inicialmente en la reconstrucción de defectos de huesos largos, en especial fémur y tibia. Debido a los buenos resultados, se ha empleado en otros sitios de la anatomía ósea.
Esta es desarrollada en dos tiempos. En el primero, el hueso afectado se reseca y el espacio que queda se rellena con cemento óseo, el cual se retira un mes después (tiempo en el cual se forma la membrana biológica); además este espacio se rellena con injerto (segundo tiempo).
“El procedimiento ha demostrado que los injertos de hueso se integran mejor si previamente se ha formado una membrana alrededor del cemento. Sin embargo, en caso de defectos óseos extensos, el volumen de autoinjerto, el mejor hueso que se puede obtener, no es suficiente, por lo que actualmente se buscan otras alternativas para rellenar de forma adecuada el defecto, sin perder las propiedades de la membrana”, afirma el investigador.
Precisamente, la apuesta del grupo de investigación consiste en inducir la reproducción de hueso, a través de células madre mesenquimales, en vez de injerto, en el segundo tiempo quirúrgico de la técnica de Masquelet.
“Este tipo de células, presentes tanto en tejidos embrionarios como en adultos, tiene la posibilidad de convertirse en diferentes tejidos, como hueso, cartílago, grasa, músculo, e inclusive tejido nervioso. No obstante, también se ha demostrado su capacidad para estimular el entorno, a través de la secreción de diferentes factores de crecimiento, base de la investigación desarrollada”, amplía el médico.
La investigación fue realizada con una muestra de nueve conejos en los que se reprodujo la técnica de Maquelet. En todos los animales se resecó un segmento de uso de la diáfisis femoral (parte central del fémur), con el fin de regenerarlo mediante el uso de los factores de crecimiento producidos por las células mesenquimales.
Durante la primera intervención, se realizó la estabilización de los cortes óseos a través de un fijador externo, y la zona del defecto se rellenó con un espaciador de cemento (polimetilmetacrilato).
Para el segundo tiempo quirúrgico, los animales fueron organizados en cuatro grupos. En el primero, se evaluó el efecto paracrino (secreción de moléculas que estimulan o asisten el proceso de reparación tisular) de las células madre mesenquimales. En el segundo, se analizó la capacidad celular. Los otros dos se utilizaron como grupos de control.
Posteriormente, realizó una evaluación radiológica y comparó los hallazgos entre los grupos de conejos, en relación con el grado de cierre del defecto óseo.
El resultado más importante fue la evidencia del cierre del defecto óseo, mediante el efecto paracrino, producidos por la células madre mesenquimales. (Fuente: UN/DICYT)
La propuesta del ortopedista y traumatólogo Gabriel Fletscher Covaleda, con la dirección de los doctores Orlando Chaparro e Italy Linero, de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, acaba de recibir el premio a mejor póster científico en el Congreso Americano de Ortopedia y Traumatología, realizado en Orlando (Florida).
“En ortopedia, por ejemplo, son comunes las pérdidas de hueso secundarias a infecciones óseas y a otras patologías traumáticas por accidentes de tránsito, disparos, explosiones de minas antipersonales o accidentes laborales”, explica el ortopedista y traumatólogo.
Según el tamaño del hueso perdido, se acude a los injertos (autoinjerto o un banco de huesos) para lesiones pequeñas. En caso de lesiones más complejas, con pérdidas de hueso significativas (más de 4 cm) se utilizan técnicas de corticodistracción, para instalar fijadores externos (aparato mecánico situado por fuera de la piel del paciente, que se fija al hueso a través de alambres o clavos roscados con fines terapéuticos), los cuales, de forma progresiva, alargan el hueso del paciente, que regenera segmentos óseos.
Otra opción es la técnica de membranas inducidas (formación de una membrana biológica en la zona del defecto óseo ante la presencia de un elemento ajeno al organismo), descrita por el doctor Alain Masquelet en 1986. Fue usada inicialmente en la reconstrucción de defectos de huesos largos, en especial fémur y tibia. Debido a los buenos resultados, se ha empleado en otros sitios de la anatomía ósea.
Esta es desarrollada en dos tiempos. En el primero, el hueso afectado se reseca y el espacio que queda se rellena con cemento óseo, el cual se retira un mes después (tiempo en el cual se forma la membrana biológica); además este espacio se rellena con injerto (segundo tiempo).
“El procedimiento ha demostrado que los injertos de hueso se integran mejor si previamente se ha formado una membrana alrededor del cemento. Sin embargo, en caso de defectos óseos extensos, el volumen de autoinjerto, el mejor hueso que se puede obtener, no es suficiente, por lo que actualmente se buscan otras alternativas para rellenar de forma adecuada el defecto, sin perder las propiedades de la membrana”, afirma el investigador.
Precisamente, la apuesta del grupo de investigación consiste en inducir la reproducción de hueso, a través de células madre mesenquimales, en vez de injerto, en el segundo tiempo quirúrgico de la técnica de Masquelet.
“Este tipo de células, presentes tanto en tejidos embrionarios como en adultos, tiene la posibilidad de convertirse en diferentes tejidos, como hueso, cartílago, grasa, músculo, e inclusive tejido nervioso. No obstante, también se ha demostrado su capacidad para estimular el entorno, a través de la secreción de diferentes factores de crecimiento, base de la investigación desarrollada”, amplía el médico.
La investigación fue realizada con una muestra de nueve conejos en los que se reprodujo la técnica de Maquelet. En todos los animales se resecó un segmento de uso de la diáfisis femoral (parte central del fémur), con el fin de regenerarlo mediante el uso de los factores de crecimiento producidos por las células mesenquimales.
Durante la primera intervención, se realizó la estabilización de los cortes óseos a través de un fijador externo, y la zona del defecto se rellenó con un espaciador de cemento (polimetilmetacrilato).
Para el segundo tiempo quirúrgico, los animales fueron organizados en cuatro grupos. En el primero, se evaluó el efecto paracrino (secreción de moléculas que estimulan o asisten el proceso de reparación tisular) de las células madre mesenquimales. En el segundo, se analizó la capacidad celular. Los otros dos se utilizaron como grupos de control.
Posteriormente, realizó una evaluación radiológica y comparó los hallazgos entre los grupos de conejos, en relación con el grado de cierre del defecto óseo.
El resultado más importante fue la evidencia del cierre del defecto óseo, mediante el efecto paracrino, producidos por la células madre mesenquimales. (Fuente: UN/DICYT)
Fuente NCYT