"Había llorado sin parar durante dos años y cuando me lo apliqué, el llantó paró. Así, categóricamente".
Daniel Valdés no tiene dudas sobre el efecto que sobre él tuvo el kambó, el veneno de una rana amazónica, la primera vez que lo probó.
Su uso con presuntos objetivos terapéuticos se está extendiendo a nivel internacional y sobre todo en Sudamérica, con la promesa de curar todo tipo de enfermedades.
Aunque los expertos advierten que ninguno de los beneficios que se le atribuye está probado científicamente y que en algunos casos su uso podría ser fatal.
Valdés es uno de tantos que decidió someterse al "tratamiento".
Lo hizo después de desconfiar, dudar e investigar sobre el tema por más de dos años, cuando una separación lo había sumido en la depresión.
"Me lo puse y me cambió la historia", asegura el chileno a BBC Mundo. Y por ello repitió una veintena de veces más.
Valdés es uno de tantos que decidió someterse al "tratamiento".
Lo hizo después de desconfiar, dudar e investigar sobre el tema por más de dos años, cuando una separación lo había sumido en la depresión.
"Me lo puse y me cambió la historia", asegura el chileno a BBC Mundo. Y por ello repitió una veintena de veces más.
"Acción en tres campos"
Dice que la clave de esa transformación fue la sustancia altamente tóxica que secreta la Phyllomedusa bicolor, también conocida como rana kambó o rana mono grande, para defenderse de los depredadores.
Este animal de un brillante color verde vive principalmente en la selva del estado de Acre, en el nordeste de Brasil.
Pero se puede encontrar también en otros países amazónicos, como en Bolivia, Colombia, Guyana, Perú y Venezuela.
Tradicionalmente los katukinas, kaxinawás y ashaninkas, entre otros grupos indígenas de Brasil, han utilizado kambó en rituales para reforzar el sistema inmunológico.
Para ello cazan la rana tras seguir sus cantos, la inmovilizan atándole sus cuatro extremidades, y le retiran la secreción rascándole la espalda con una espátula.
Y más recientemente, "chamanes" occidentales empezaron a replicar las ceremonias en entornos urbanos.
Buscando en internet se pueden encontrar curanderos que ofrecen sus servicios en Chile, Colombia, Perú o hasta España, y cobran por sesión hasta US$50.
El chileno Carlos Fuentes es uno de ellos.
Aprendió la técnica de los propios katukinas, los indígenas del Valle del Juruá con los que convivió durante cuatro años, dice, y hoy ofrece sesiones en Chile bajo el nombre de Vurú.
"El kambó es una medicina, no un remedio", insiste a BBC Mundo.
"Trabaja en tres campos, el físico, el mental-emocional y el espiritual, y en la alineación del ser para su completa cura", añade místico.
Dice que la clave de esa transformación fue la sustancia altamente tóxica que secreta la Phyllomedusa bicolor, también conocida como rana kambó o rana mono grande, para defenderse de los depredadores.
Este animal de un brillante color verde vive principalmente en la selva del estado de Acre, en el nordeste de Brasil.
Pero se puede encontrar también en otros países amazónicos, como en Bolivia, Colombia, Guyana, Perú y Venezuela.
Tradicionalmente los katukinas, kaxinawás y ashaninkas, entre otros grupos indígenas de Brasil, han utilizado kambó en rituales para reforzar el sistema inmunológico.
Para ello cazan la rana tras seguir sus cantos, la inmovilizan atándole sus cuatro extremidades, y le retiran la secreción rascándole la espalda con una espátula.
Y más recientemente, "chamanes" occidentales empezaron a replicar las ceremonias en entornos urbanos.
Buscando en internet se pueden encontrar curanderos que ofrecen sus servicios en Chile, Colombia, Perú o hasta España, y cobran por sesión hasta US$50.
El chileno Carlos Fuentes es uno de ellos.
Aprendió la técnica de los propios katukinas, los indígenas del Valle del Juruá con los que convivió durante cuatro años, dice, y hoy ofrece sesiones en Chile bajo el nombre de Vurú.
"El kambó es una medicina, no un remedio", insiste a BBC Mundo.
"Trabaja en tres campos, el físico, el mental-emocional y el espiritual, y en la alineación del ser para su completa cura", añade místico.
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Para que surta el efecto prometido, el interesado debe acudir a la sesión en ayunas.
Allí tomará hasta tres litros de agua, mientras el chamán le realiza una serie de quemaduras superficiales en forma de puntos.
"En la pantorrilla en el caso de las mujeres y en los brazos o en el pecho en los hombres", explica Fuentes.
Sobre esas leves heridas abiertas aplicará después la sustancia extraída de la rana que, al haber sido combinada con agua y secada sobre una tabla de madera, es ya una pasta blanquecina.
"Fuego"
"Unos tres o cuatro minutos después sientes que el fuego te recorre el cuerpo, que una llama parte de los dedos de los pies y llega hasta tu cabeza", recuerda Valdés.
"Notas el corazón en la garganta, te congelas, transpiras", sigue.
La dosis— el número de puntos— y la periodicidad de la aplicación depende de la edad y la constitución de la persona, así como del número de veces que haya utilizado antes la sustancia, explican los chamanes.
"Es como una lucha interna", lo describe por su parte Mauricio González, otro chileno que probó el kambó por primera vez hace tres años y desde entonces se lo aplica con regularidad, siempre que se siente "estresado o falto de energía".
El trance dura unos 15 minutos.
"Es una reacción física al veneno de un sapo. Estás envenenado por un rato", reconoce Valdés.
Y termina en vómito y alivio. Una consecuencia del envenenamiento, explican los científicos. Pero los que lo practican aseguran que así se expulsan las toxinas y los males.
"La mejora es inmediata", dice Fuentes, el chamán Vurú, a lo que añade que a su consulta acuden desde personas problemas de adicción hasta pacientes aquejados de fibromialgia o depresión.
Otros servicios ofrecen kambó como solución para afecciones tan diversas como las inflamaciones en general, el cansancio, la tendinitis, el dolor de cabeza, el asma, la rinitis, alergias de todo tipo, úlceras, la diabetes, el estreñimiento, la presión arterial y el colesterol alto, la cirrosis, el estrés, la irregularidad menstrual, la reducción de la líbido o crisis de ansidad.
Y en internet se pueden encontrar testimonios de quienes aseguran haberse recuperado de todas esas afecciones con kambó.
González cuenta que a su madre le curó un hígado inflamado.
Valdés asegura que, además de quitarse la pena, con el veneno de rana pudo controlar su hipertensión.
"La hermana de mi mejor amiga se estaba muriendo de cáncer. Era un bultico chico", cuenta un caso más extremo.
"Ahora, cuatro años después sigue viva y se pone kambó todos los meses".
Sin pruebas científicas
Sin embargo, los expertos advierten que ninguna de las propiedades ni "milagros" que se le atribuyen a la sustancia está científicamente probada.
"Es sabido que el veneno de la Phyllomedusa tiene péptidos con una potente actividad agonista opioide, como las deltorfinas y las dermorfinas, por lo que la sensación de bienestar experimentada por los usuarios de kambó puede deberse a ellas", dice a BBC Mundo Leonardo de Azevedo Calderón, de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de Brasil, uno de los principales centros de investigación sobre salud pública del mundo.
Se trata, pues, de una reacción biológica momentanea a estos químicos, según el doctor en biomedicina.
Aunque el experto en venenos reconoce que otras moléculas que contiene también la sustancia, péptidos antimicrobianos como las dermaseptinas, las dermatoxinas, las phylloseptinas y las plasticinas, han demostrado ser efectivas a la hora de destruir bacterias, protozoos, hogos y lombrices en laboratorio.
Por ello, varios estudios hablan de su potencial futuro para luchar contra las superbacterias resistentes a los antibióticos.
Pero son estudios in vitro, advierte el experto. "Así que son necesarias muchas más investigaciones para evaluar si son efectivos también in vivo", dice.
"Y es bien conocido que la mayoría de las moléculas que han dado resultados prometedores in vitro fallan cuando se analizan in vivo".
Pero el especialista va más allá y habla de riesgos.
"En mi opinión, la aplicación del kambó no es una práctica segura", dice.
"Las Phyllomedusas bicolor jóvenes son similares a otras Phyllomedusas adultas con secreciones cutáneas tóxicas", explica.
"Así, los chamanes inexpertos pueden administrar el veneno equivocado y los usuarios sufrir efectos secundarios peligrosos", justifica.
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"Además, una mala conservación puede favorecer el crecimiento de microorganismos resistentes en el pedazo de bambú en el que se pone el veneno", añade.
"Y la ponzoña cruda de la P. bicolor no está libre de microorganismos".
Con él concuerda Carlos Jared, director del Laboratorio de Biología Celular del Instituto Butantan, un centro de investigación biomédica afiliada al Ministerio de Salud de Brasil.
Prohibido en Brasil
Brasil incluso ha llegado a tomar medidas oficiales contra la sustancia.
El 29 de abril de 2004 la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) de Brasil emitió dos resoluciones— E8 y E9— con los que prohibía la venta y la publicidad de la sustancia.
Y ambas siguen en vigor, tal como confirmó la agencia a BBC Mundo.
"Esta sustancia nunca se ha sometido a análisis químicos, algo esencial para probar su eficacia y seguridad", explica a BBC Mundo la portavoz de Anvisa Lílian de Macedo.
Incluso los propios indígenas amazónicos brasileños alertaron hace ya diez años sobre el uso indebido o sin autorización del kambó.
"Estamos oyendo hablar mucho de que en el sur de Brasil hay gente que lo usa sin ningún respeto, buscando lucrarse con la venta de leche de rana por medio de internet y aplicándola sin ninguna preparación ni permiso de los pueblos indígenas, con riesgo, inclusive de muerte", dijo Joaquim Luz, un líder yamanawa de Acre, en una entrevista con la Radio Nacional de la Amazonia en 2006.
Pero Carlos Molina, alias Vurú, insiste en que él aprendió a usar kambó con los indios y que la práctica no implica riesgos para los usuarios.
"Entiendo su pregunta sobre los peligros, porque no conoce el kambó", dice. "Pero es imposible que tenga contraindicaciones".
Sin embargo, los medios han reportado al menos dos muertes en personas a las que les fue adminstrado kambó.
Aunque no se determinó que el uso de la sustancia fuera el causante de la muerte.
Al menos dos
La primera de ellas ocurrió en 2008 en Brasil: un empresario de 52 años de Pindamonhangada (a 145 kilómetros de Sao Paulo) fue hallado muerto en una casa en la que se había practicado un ritual con kambó.
En la información no se incluye ninguna mención a problemas de salud previos de la víctima, como sí se hace en la noticia de la otra muerte relacionada con el uso del veneno de rana.
Los medios chilenos reportaron en 2009 la "misteriosa" muerte de Daniel Lara Aguilar, un conductor de 55 años de Pichidegua, una comuna de Chile de la Provincia de Cachapoal, en la VI Región del Libertador General Bernardo O'Higgins.
El hombre, quien sufría una discopatía crónica, había asistido a "un ritual de sanación masivo" . Falleció minutos después de que le aplicaran el veneno.
La autopsia calificó como "indeterminada en estudio" la causa de muerte.
"La causa se terminó por archivo provisional, dado que los informes médicos no permitieron determinar a ciencia cierta si el uso de esta sustancia pudo o no haber ocasionado la muerte, considerando además que la víctima registraba algunas otras patologías de base", informa a BBC Mundo Diego Alcaino, portavoz de la Fiscalía Regional de O'Higgins, citando al fiscal que encargó del caso, Aquiles Cubillos.
En relación con ello, el experto Leonardo de Azevedo señala el kambó "podría ser especialmente peligroso para los usuarios con cualquier enfermedad relacionada con músculos cardíacos y el sistema circulatorio", debido a la presencia de bradiquininas.
Estos péptidos causan la vasodilatación y una relajación de los músculos.
"Así que existe una posibilidad de que el kambó pueda producir (...) efectos secundarios como hipotensión, taquicardia y palpitaciones.
Pero más allá de los casos concretos, el especialista es tajante:
"No hay un uso seguro del kambó".
Fuente BBC MUNDO