A la edad de 43 años, luego de un desengaño amoroso, cambió sus hábitos: empezó a cuidarse en las comidas y a hacer fitness.
A los 57 participó por primera vez en competencia de fisicocultirismo.
Que al tiempo no se lo puede vencer, eso lo sabemos bien. No importa que hagamos hoy ni qué tengamos o qué pensemos, mañana volverá a salir el sol para luego ponerse, y así seguirá infatigable durante al menos otros 5 mil millones de años más, cuando finalmente nuestra estrella madre haya cumplido también su ciclo vital engulléndose a nuestro planeta (Esperemos que para ese entonces, nuestra raza, si logra eludir a su propia extinción, haya conquistado el espacio).
Sin embargo, eso no tiene por qué deprimirnos o preocuparnos. Es el ciclo natural. En todo caso, el mensaje sería que aprovechemos lo mejor que podamos el tiempo que nos toca morar por estos lares. Porque es cierto que no podemos evitar que el tiempo transcurra pero sí podemos engañarlo. Cerrarle el paso e impedir que sus garras nos sometan a sus reglas.
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Y aquí tampoco hay secretos, una alimentación sana combinada con ejercicios físicos es la mejor arma (acaso la única por el momento) que tenemos para hacer que esas porfiadas agujas del reloj no nos arrastren con ellas.
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Wendy Ida, una abuela estadounidense de 64 primaveras vividas, puede (y lo hace) demostrar la eficacia de esa “arma secreta” con la que contamos. Aunque desde luego no sea secreta. Ni su poder ni su eficacia.
Wendy no es diferente al resto de los mortales. No tiene superpoderes ni es inmortal. El tiempo pasa para ella como para todos. Y hasta hace algo más de 20 años, su vida seguía un rumbo considerado (tradicionalmente) “normal”: Terminó el colegio, se puso a trabajar, conoció a un hombre, se enamoró, se casó y tuvo una hija.
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Era una mujer todoterreno, como tantas y tantas otras; madre dedicada a su hija y esposa abnegada. “Corría todo el día. Llevando y trayendo a mi hija al colegio y a sus clases particulares; trabajaba y después llegaba y hacía la cena para toda la familia. No me cuidaba con la comida ni me interesaba hacer ejercicios”, comenta hoy al sitio de la radio Metro de Gran Bretaña.
Pero un día, cuando ella transitaba sus 43 años, la “vida normal” se despedazó. Su marido la dejó y cayó en una profunda depresión que le dejó su autoestima pisoteada y maltratada. “Pensaba que era el final. A esa edad. Me sentía realmente mal. Derrotada”, recuerda.
Hasta que un buen día dijo basta. Basta de compadecerse. Basta de dar lástima. Era momento para hacer algo; y vaya si lo hizo. Usando las mismas armas que muchos antes que ella, y muchos harán luego, Wendy emprendió el camino de la vida sana: cambió sus hábitos alimenticios y se puso a hacer ejercicios. Y su vida tomó otro rumbo, uno que aún no abandona, uno que la mantiene activa y feliz.
Su primera competencia de físicoculturismo fue a los 57 años. Y en su cumpleaños número 60 ella celebró con un récord mundial Guiness al hacer 37 burpees (uno de los ejercicios cardiovasculares más completos) en un minuto.
Hoy, a los maravillosos 64 años, Wendy Ida es abuela. Su hija Sky, de 41, ya le dio un nieto. Pero esta abuela destella un cuerpo espléndido, saludable, aparentando muchos menos años que los que ha exprimido.
“Tengo 64 años y estoy en la mejor etapa de mi vida. Cuando digo la edad que tengo la gente no me cree y me pide ver mi licencia de conducir. Las personas creen que estoy en mis 30. De hecho algunos creen que tengo 20 y tantos. Además, cuando estoy con mi hija, creen que somos hermanas. Eso pasa muy a menudo”, cuenta la abuela.
Desde luego, la rutina que la llevó a sentirse “hoy mejor que nunca” no es sencilla. Todos los días pasa al menos dos horas en el gimnasio, además de llevar un régimen estricto de alimentación.
Este derrotero, que le demandó esfuerzo y disciplina, la convirtió en un “modelo” a seguir para todas las mujeres y hombres que, como ella en su momento, pasan por momentos de zozobra, y creen (o lo están) estancados ante el abatimiento.
Así, esta mujer se transformó en una entrenadora persona y consejera de vida sana desde su perfil de Instagram, donde más de 5 mil seguidores se sienten inspirados por su historia. Y a ella le encanta esa faceta. Siente que su experiencia y su esfuerzo no sólo la ayudan a ella, sino a muchas más personas.
Se puede, Wendy lo demuestra. Tu cuerpo te lo exige. ¿Qué esperás para salir de la modorra?, diría Carlitos.
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Y aquí tampoco hay secretos, una alimentación sana combinada con ejercicios físicos es la mejor arma (acaso la única por el momento) que tenemos para hacer que esas porfiadas agujas del reloj no nos arrastren con ellas.
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Wendy no es diferente al resto de los mortales. No tiene superpoderes ni es inmortal. El tiempo pasa para ella como para todos. Y hasta hace algo más de 20 años, su vida seguía un rumbo considerado (tradicionalmente) “normal”: Terminó el colegio, se puso a trabajar, conoció a un hombre, se enamoró, se casó y tuvo una hija.
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Era una mujer todoterreno, como tantas y tantas otras; madre dedicada a su hija y esposa abnegada. “Corría todo el día. Llevando y trayendo a mi hija al colegio y a sus clases particulares; trabajaba y después llegaba y hacía la cena para toda la familia. No me cuidaba con la comida ni me interesaba hacer ejercicios”, comenta hoy al sitio de la radio Metro de Gran Bretaña.
Pero un día, cuando ella transitaba sus 43 años, la “vida normal” se despedazó. Su marido la dejó y cayó en una profunda depresión que le dejó su autoestima pisoteada y maltratada. “Pensaba que era el final. A esa edad. Me sentía realmente mal. Derrotada”, recuerda.
Hasta que un buen día dijo basta. Basta de compadecerse. Basta de dar lástima. Era momento para hacer algo; y vaya si lo hizo. Usando las mismas armas que muchos antes que ella, y muchos harán luego, Wendy emprendió el camino de la vida sana: cambió sus hábitos alimenticios y se puso a hacer ejercicios. Y su vida tomó otro rumbo, uno que aún no abandona, uno que la mantiene activa y feliz.
Su primera competencia de físicoculturismo fue a los 57 años. Y en su cumpleaños número 60 ella celebró con un récord mundial Guiness al hacer 37 burpees (uno de los ejercicios cardiovasculares más completos) en un minuto.
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“Tengo 64 años y estoy en la mejor etapa de mi vida. Cuando digo la edad que tengo la gente no me cree y me pide ver mi licencia de conducir. Las personas creen que estoy en mis 30. De hecho algunos creen que tengo 20 y tantos. Además, cuando estoy con mi hija, creen que somos hermanas. Eso pasa muy a menudo”, cuenta la abuela.
Desde luego, la rutina que la llevó a sentirse “hoy mejor que nunca” no es sencilla. Todos los días pasa al menos dos horas en el gimnasio, además de llevar un régimen estricto de alimentación.
Este derrotero, que le demandó esfuerzo y disciplina, la convirtió en un “modelo” a seguir para todas las mujeres y hombres que, como ella en su momento, pasan por momentos de zozobra, y creen (o lo están) estancados ante el abatimiento.
Así, esta mujer se transformó en una entrenadora persona y consejera de vida sana desde su perfil de Instagram, donde más de 5 mil seguidores se sienten inspirados por su historia. Y a ella le encanta esa faceta. Siente que su experiencia y su esfuerzo no sólo la ayudan a ella, sino a muchas más personas.
Se puede, Wendy lo demuestra. Tu cuerpo te lo exige. ¿Qué esperás para salir de la modorra?, diría Carlitos.
Fuente CLARIN