Más de 70 años después de la rendición japonesa el 15 de agosto de 1945, Rusia y Japón siguen sin contar con un tratado de paz que dirima sus diferencias tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El motivo tiene cuatro nombres: Iturup, Kunashir, Shicotán y Jabomai.
Son cuatro islas del Pacífico que fueron tomadas por tropas de la Unión Soviética (URSS) en 1945 y que Japón reclama como propias.
Esta disputa, por un área que los rusos llaman Kuriles del Sur y los japoneses Territorios del Norte, ha impedido el acercamiento y la cooperación entre ambos países.
Este viernes, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, visitó al presidente ruso, Vladimir Putin, en su residencia vacacional de Sochi con el objetico, entre otros, de intentar avanzar hacia un acuerdo sobre estos territorios.
No parece una tarea fácil. BBC Mundo te cuenta por qué.
Una historia controversial
El archipiélago de las Kuriles está constituido por unas 56 islas que se extienden desde la japonesa Hokkaido hasta la rusa de Sajalín.
Desde los siglos XVII y XVIII, cuando fueron exploradas y pobladas por la Rusia zarista, cambiaron de manos en varias ocasiones.
En 1855, Rusia y Japón firmaron el Tratado de Shimoda, que le daba a Japón la soberanía sobre esas cuatro islas, mientras Moscú se quedaba con todas las demás ubicadas al norte.
Al inicio de la Segunda Guerra Mundial vivían en las islas unos 17.000 japoneses.
Para 1949, cuatro años después de caer bajo control soviético, todos los japoneses residentes en las islas habían sido deportados.
En 1951, en el Tratado de Paz de San Francisco, firmado por Japón y los Aliados, Tokio renunció a sus derechos sobre las "islas Kuriles".
Esto no solucionó nada porque la Unión Soviética no firmó ese tratado y porque Japón nunca ha reconocido que las cuatro islas en disputa formen parte de ese archipiélago.
En 1956, Japón y la URSS restablecieron relaciones diplomáticas, pero siguieron sin poder firmar un tratado de paz, por causa de esta disputa territorial.
Rusia propuso entonces devolver las dos islas ubicadas más al sur, pero Japón no aceptó. ¿La razón? Representan apenas 7% del territorio en disputa.
Acuerdo elusivo
La firma de un acuerdo de paz entre Japón y Rusia se ha visto dificultada por la exigencia de Tokio de recuperar primero las cuatro islas, algo que Moscú rechaza.
Tras la desintegración de la URSS, ambos países se comprometieron en 1993 a firmar un tratado de paz para el año 2000, pero no cumplieron.
En 2001, Putin y el entonces primer ministro japonés, Yoshiro Mori, se reunieron en Siberia, donde anunciaron el inicio de una nueva etapa en las relaciones, pero no lograron avanzar hacia el tratado de paz.
En 2013, se produjo el primer encuentro al máximo nivel entre ambos países en una década y acordaron relanzar el diálogo para buscar el tratado de paz.
El acuerdo siguió sin producirse y, en su lugar, Moscú despertó la ira de Tokio con la construcción de instalaciones más modernas para las tropas desplegadas en dos de las islas y con la visita realizada por el primer ministro Dmitri Medvedev a ese territorio, habitado por unos 19.000 rusos.
¿Una oportunidad más propicia?
Detrás de las dificultades para llegar a un acuerdo sobre las islas en disputa se encuentra el potencial económico de estas, pues están rodeadas por territorios fértiles de pesca y se cree que tienen reservas de petróleo y gas costa afuera.
El turismo es otra fuente potencial de ingresos, por los volcanes de la zona y la variedad de aves.
Sin embargo, hay elementos de la coyuntura actual que pueden favorecer los avances hacia el tratado de paz.
Tras el accidente nuclear de Fukushima, Japón está buscando alternativas distintas a la energía nuclear y está interesado en diversificar sus fuentes de hidrocarburos para reducir su dependencia de Medio Oriente por lo que Rusia luce como un potencial proveedor de energía.
Esa posibilidad también le resultaría atractiva a Moscú, cuyas finanzas están lastimadas por la caída de los precios del petróleo y por las sanciones impuestas por Occidente tras la anexión en Crimea.
Como miembro del G7, que reúne a las naciones más industrializadas del mundo, Japón tomó parte de esas sanciones contra Rusia, por lo que la visita de Abe favorece a Putin en cuanto disminuye la impresión de que se encuentra aislado diplomáticamente.
El mes pasado, Putin celebró el anuncio de la visita de Abe y señaló que se producía pese a la "presión de sus socios, particularmente de Estados Unidos".
Tras el encuentro entre Putin y Abe de este viernes, el ministro de Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, dijo que ambos mandatarios "confirmaron su disposición a desarrollar un diálogo político intenso".
Informó que Abe confirmó una visita a Putin a Japón y que este, a su vez, invitó a Abe a un foro económico en Vladivostok en septiembre.
Además, Lavrov anunció que en junio se iniciarían consultas entre los viceministros de Exteriores de ambos países sobre un posible tratado de paz.
A partir de entonces se verá si finalmente Japón y Rusia pueden terminar de dejar atrás esta disputa territorial que arrastran desde la Segunda Guerra Mundial.
Esta disputa, por un área que los rusos llaman Kuriles del Sur y los japoneses Territorios del Norte, ha impedido el acercamiento y la cooperación entre ambos países.
Este viernes, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, visitó al presidente ruso, Vladimir Putin, en su residencia vacacional de Sochi con el objetico, entre otros, de intentar avanzar hacia un acuerdo sobre estos territorios.
No parece una tarea fácil. BBC Mundo te cuenta por qué.
Una historia controversial
El archipiélago de las Kuriles está constituido por unas 56 islas que se extienden desde la japonesa Hokkaido hasta la rusa de Sajalín.
Desde los siglos XVII y XVIII, cuando fueron exploradas y pobladas por la Rusia zarista, cambiaron de manos en varias ocasiones.
En 1855, Rusia y Japón firmaron el Tratado de Shimoda, que le daba a Japón la soberanía sobre esas cuatro islas, mientras Moscú se quedaba con todas las demás ubicadas al norte.
Al inicio de la Segunda Guerra Mundial vivían en las islas unos 17.000 japoneses.
Para 1949, cuatro años después de caer bajo control soviético, todos los japoneses residentes en las islas habían sido deportados.
En 1951, en el Tratado de Paz de San Francisco, firmado por Japón y los Aliados, Tokio renunció a sus derechos sobre las "islas Kuriles".
Esto no solucionó nada porque la Unión Soviética no firmó ese tratado y porque Japón nunca ha reconocido que las cuatro islas en disputa formen parte de ese archipiélago.
En 1956, Japón y la URSS restablecieron relaciones diplomáticas, pero siguieron sin poder firmar un tratado de paz, por causa de esta disputa territorial.
Rusia propuso entonces devolver las dos islas ubicadas más al sur, pero Japón no aceptó. ¿La razón? Representan apenas 7% del territorio en disputa.
Acuerdo elusivo
La firma de un acuerdo de paz entre Japón y Rusia se ha visto dificultada por la exigencia de Tokio de recuperar primero las cuatro islas, algo que Moscú rechaza.
Tras la desintegración de la URSS, ambos países se comprometieron en 1993 a firmar un tratado de paz para el año 2000, pero no cumplieron.
En 2001, Putin y el entonces primer ministro japonés, Yoshiro Mori, se reunieron en Siberia, donde anunciaron el inicio de una nueva etapa en las relaciones, pero no lograron avanzar hacia el tratado de paz.
En 2013, se produjo el primer encuentro al máximo nivel entre ambos países en una década y acordaron relanzar el diálogo para buscar el tratado de paz.
El acuerdo siguió sin producirse y, en su lugar, Moscú despertó la ira de Tokio con la construcción de instalaciones más modernas para las tropas desplegadas en dos de las islas y con la visita realizada por el primer ministro Dmitri Medvedev a ese territorio, habitado por unos 19.000 rusos.
¿Una oportunidad más propicia?
Detrás de las dificultades para llegar a un acuerdo sobre las islas en disputa se encuentra el potencial económico de estas, pues están rodeadas por territorios fértiles de pesca y se cree que tienen reservas de petróleo y gas costa afuera.
El turismo es otra fuente potencial de ingresos, por los volcanes de la zona y la variedad de aves.
Sin embargo, hay elementos de la coyuntura actual que pueden favorecer los avances hacia el tratado de paz.
Tras el accidente nuclear de Fukushima, Japón está buscando alternativas distintas a la energía nuclear y está interesado en diversificar sus fuentes de hidrocarburos para reducir su dependencia de Medio Oriente por lo que Rusia luce como un potencial proveedor de energía.
Esa posibilidad también le resultaría atractiva a Moscú, cuyas finanzas están lastimadas por la caída de los precios del petróleo y por las sanciones impuestas por Occidente tras la anexión en Crimea.
Como miembro del G7, que reúne a las naciones más industrializadas del mundo, Japón tomó parte de esas sanciones contra Rusia, por lo que la visita de Abe favorece a Putin en cuanto disminuye la impresión de que se encuentra aislado diplomáticamente.
El mes pasado, Putin celebró el anuncio de la visita de Abe y señaló que se producía pese a la "presión de sus socios, particularmente de Estados Unidos".
Tras el encuentro entre Putin y Abe de este viernes, el ministro de Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, dijo que ambos mandatarios "confirmaron su disposición a desarrollar un diálogo político intenso".
Informó que Abe confirmó una visita a Putin a Japón y que este, a su vez, invitó a Abe a un foro económico en Vladivostok en septiembre.
Además, Lavrov anunció que en junio se iniciarían consultas entre los viceministros de Exteriores de ambos países sobre un posible tratado de paz.
A partir de entonces se verá si finalmente Japón y Rusia pueden terminar de dejar atrás esta disputa territorial que arrastran desde la Segunda Guerra Mundial.
Fuente BBC MUNDO