Los cinturones de Van Allen son capas de partículas energéticas con carga eléctrica contenidas por el campo magnético de la Tierra.
La magnetosfera de la Tierra, la zona dominada por el campo magnético terrestre y que nos protege cual escudo de los efectos del viento solar, absorbe y desvía todo ese plasma que procede del Sol. Sin embargo, cuando el viento solar es mucho más violento, las tormentas solares pueden llegar a dañar las redes eléctricas de la Tierra (causando miles de millones de euros en daños) debido a la radiación tan intensa en los cinturones de Van Alenn.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Alberta (Canadá) ha demostrado por primera vez cómo el tercer cinturón de Van Allen, descubierto en 2013, es creado por un “tsunami espacial”donde potentísimas ondas de plasma de frecuencia ultrabaja, transportan -a causa de la magnetosfera- la parte exterior del cinturón de radiación hacia el espacio interplanetario creando este tercer cinturón, un extremo que la ciencia no había podido explicar hasta ahora.
Prevenir la radiación espacial es esencial para el funcionamiento de los satélites y la exploración humana en el espacio
“Sorprendentemente, observamos ondas de plasma enormes. Más bien como si se tratara de un tsunami en el espacio, en el que chapotean los cinturones de radiación, borrando muy rápidamente la parte exterior del cinturón, lo que explicaría la estructura del enigmático tercer cinturón de radiación”, explica Ian Mann, líder del estudio.
Teniendo en cuenta la importancia de estas ondas para protegernos de la radiación espacial (no hay que olvidar los satélites y lo que peligraría su infraestructura si fuesen azotados por una tormenta espacial) este descubrimiento representa un gran avance en la comprensión de reducción de amenazas a la Tierra: “La radiación espacial representa un peligro para el funcionamiento de la infraestructura de satélites sobre las que se basa nuestra sociedad tecnológica del siglo XXI. La comprensión de cómo dicha radiación se energiza y luego desaparece es uno de los mayores retos para la investigación espacial”, aclara Mann.
Muchos de los servicios de los que dependemos hoy en día, como el GPS y las comunicaciones por satélite, pueden verse afectados por la radiación
La aparición del tercer cinturón de Van Allen, había sido un rompecabezas para los científicos, que desarrollaron modelos explicativos cada vez cada vez más complejos. Sin embargo, la explicación presentada por el equipo de la Universidad de Alberta muestra una respuesta muy sencilla y elegante a la dinámica del tercer cinturón de Van Allen.
El estudio ha sido publicado en la revista Nature Physics.
Prevenir la radiación espacial es esencial para el funcionamiento de los satélites y la exploración humana en el espacio
“Sorprendentemente, observamos ondas de plasma enormes. Más bien como si se tratara de un tsunami en el espacio, en el que chapotean los cinturones de radiación, borrando muy rápidamente la parte exterior del cinturón, lo que explicaría la estructura del enigmático tercer cinturón de radiación”, explica Ian Mann, líder del estudio.
Teniendo en cuenta la importancia de estas ondas para protegernos de la radiación espacial (no hay que olvidar los satélites y lo que peligraría su infraestructura si fuesen azotados por una tormenta espacial) este descubrimiento representa un gran avance en la comprensión de reducción de amenazas a la Tierra: “La radiación espacial representa un peligro para el funcionamiento de la infraestructura de satélites sobre las que se basa nuestra sociedad tecnológica del siglo XXI. La comprensión de cómo dicha radiación se energiza y luego desaparece es uno de los mayores retos para la investigación espacial”, aclara Mann.
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La aparición del tercer cinturón de Van Allen, había sido un rompecabezas para los científicos, que desarrollaron modelos explicativos cada vez cada vez más complejos. Sin embargo, la explicación presentada por el equipo de la Universidad de Alberta muestra una respuesta muy sencilla y elegante a la dinámica del tercer cinturón de Van Allen.
El estudio ha sido publicado en la revista Nature Physics.
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