Ha llegado Halloween, la época del año en que deseamos sentir miedo. Ya sea mirando películas de terror o visitando casas “embrujadas”, buscamos la adrenalina que acompaña el susto. ¿Qué provoca esta experiencia? El responsable es, por supuesto, nuestro cerebro, el cual se prepara para huir o pelear. Se trata de un mecanismo de supervivencia primitivo que entra en acción frente al estrés de una amenaza percibida en nuestro entorno.
Esta reacción originalmente fue desarrollada por nuestros antepasados para eludir depredadores. Hoy en día, es más común experimentarla como respuesta a las amenazas mentales, es decir, aquellas que no suponen un daño físico sino una aflicción psicológica. Puesto que la amígdala, la región cerebral que controla la respuesta de “lucha o huída”, es incapaz de distinguir entre una amenaza física y una mental, a menudo nos sudan las palmas de las manos y sentimos ansiedad en situaciones como entrevistas de trabajo.
La amígdala responde a las amenazas liberando un químico llamado glutamato, el cual actúa sobre otras dos regiones del cerebro. La primera señal es enviada al mesencéfalo o cerebro medio, sobre el cual tenemos poco control. Esto hace que nos paralicemos frente al miedo o saltemos involuntariamente.
La segunda señal es recibida por el hipotálamo, responsable de la producción de hormonas, que activa nuestro sistema nervioso autónomo. El cuerpo se prepara ya sea para un combate mortal o para correr, literalmente, por su vida. Aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial, mientras que adrenalina y dopamina (la hormona de recompensa) son liberadas al torrente sanguíneo. Esto provoca la exaltación que acompaña al miedo.
Algunas personas disfrutan estas experiencias más que otras, como quienes practican deportes extremos o gozan las películas de terror. De acuerdo con el Prof. David Zald, de la Universidad Vanderbilt en Estados Unidos, esto se debe a que quienes liberan niveles más altos de dopamina experimentan mayor placer y recompensa frente al temor.
Fuente MUY INTERESANTE