Un equipo internacional ha examinado la relación entre el gasto energético diario y el nivel de actividad física en más de 332 personas de cinco países (Ghana, Sudáfrica, República de las Seychelles, Jamaica y EE UU) durante una semana, y ha descubierto que hacer más ejercicio no implica consumir más calorías.
Los resultados, publicados esta semana en la revista Current Biology, revelan que cuando la actividad física supera niveles moderados, el consumo energético no aumenta, sino que se estabiliza. Esto indica que el cuerpo humano es capaz de adaptarse a los cambios para regular y mantener el gasto total de energía.
“Los expertos en salud pública, por lo general, hacen un planteamiento muy sencillo: más actividad física se traduce en un gasto calórico mayor. Ahora hemos puesto a prueba esta teoría”, explica a Sinc Herman Pontzer, investigador en la Universidad de Nueva York (EE UU) y autor principal del estudio.
Los resultados, publicados esta semana en la revista Current Biology, revelan que cuando la actividad física supera niveles moderados, el consumo energético no aumenta, sino que se estabiliza. Esto indica que el cuerpo humano es capaz de adaptarse a los cambios para regular y mantener el gasto total de energía.
“Los expertos en salud pública, por lo general, hacen un planteamiento muy sencillo: más actividad física se traduce en un gasto calórico mayor. Ahora hemos puesto a prueba esta teoría”, explica a Sinc Herman Pontzer, investigador en la Universidad de Nueva York (EE UU) y autor principal del estudio.
Lo que han observado es que, a partir de un determinado nivel de actividad física, el consumo de energía del cuerpo humano no cambia, por mucho que la persona haga más ejercicio. Por el contrario, sí se aprecian diferencias en individuos poco activos. “Quienes llevan un estilo de vida muy sedentario gastan unas 200 kcal al día menos que aquellos que son moderadamente activos”, indica.
El científico empezó a reflexionar sobre este tema cuando trabajaba con los hadza, una población de cazadores-recolectores del norte de Tanzania. “Los hadza son increíblemente activos, caminan largas distancias cada día y hacen un trabajo físico muy duro en su vida cotidiana”, dice Pontzer. “A pesar de sus altos niveles de actividad, nos dimos cuenta de que su gasto de energía diaria es similar al de otras personas más sedentarias con estilos de vida urbanitas en EE UU y Europa. Eso me sorprendió y me hizo pensar en la relación entre la actividad y el gasto energético”.
Para explorar el problema, Pontzer y su equipo midieron el gasto energético y la actividad diaria de más de 300 hombres y mujeres a lo largo de una semana. En los datos que recogieron, se apreciaba un efecto débil, pero mesurable, de la actividad sobre el consumo. Sin embargo, al llevar a cabo un análisis más detallado, este patrón solo se observaba entre los sujetos en la mitad inferior del espectro de actividad física. Las personas con actividad moderada gastaban unas 200 kilocalorías más al día que las sedentarias; pero los que superaban los niveles de actividad moderados no consumían más calorías por hacer ejercicio extra.
Según sus resultados, el gasto calórico no es solo resultado del nivel de actividad física y, por lo tanto, los investigadores creen que llevar una dieta adecuada puede tener más importancia que dejarse la piel en el gimnasio, sobre todo a partir de ciertos niveles de actividad.
“El cuerpo humano es dinámico y complejo, y tiende a adaptarse a los cambios. Hacer ejercicio es muy importante para la salud y puede ayudar a perder peso, pero nuestro estudio demuestra que cuidar lo que comemos puede tener un impacto mucho más positivo”, declara el experto.
Los autores señalan que un objetivo fundamental para futuras investigaciones será entender los mecanismos que determinan y regulan el consumo energético en respuesta a la actividad física.
Por ello, Pontzer y su equipo quieren estudiar cómo responde el cuerpo humano a las variaciones en el nivel de actividad, examinando otros cambios –por ejemplo, en la función inmune o el sistema reproductivo– que puedan explicar cómo se adapta el organismo a mayores exigencias físicas sin consumir calorías adicionales.
Fuente NCYT