Se llama astronomía cultural o arqueoastronomía y estudia los conocimientos del cielo y los astros por parte de los pueblos del pasado a partir de vestigios materiales, crónicas antiguas y testimonios actuales de las distintas comunidades indígenas. Bajo la lupa de esta disciplina científicos platenses abordaron un nuevo trabajo en el sitio arqueológico El Shincal de Quimivil, ubicado a 5 kilómetros de la localidad catamarqueña de Londres (Argentina). Se trata de una ciudad construida y habitada por los incas entre los años 1450 y 1536, período en que el noroeste argentino formó parte del vigoroso imperio. Así, el principal descubrimiento que hicieron tiene que ver con marcadores espaciales vinculados con fechas rituales y festivas, y fue presentado durante las V Jornadas Interamericanas de Astronomía Cultural, celebradas en Perú en noviembre último.
En el sitio, descubierto en 1901, se conservan unos 110 edificios de piedra diseminados en una superficie de 21 hectáreas. Tiene una gran plaza central cuadrada de 175 metros de lado en cuyo centro hay una plataforma ceremonial llamada ushnu, construcción de piedra que usaban gobernantes y sacerdotes para presidir ceremonias. Tomando ese punto de referencia fue que el equipo de trabajo liderado por Marco Antonio Giovannetti, investigador adjunto del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP), se propuso interpretar el significado de distintas intervenciones espaciales consideradas sagradas.
“Mirando desde el ushnu hacia los puntos cardinales, se ven cuatro cerros con construcciones y espacios de ofrendas. Los más llamativos son los ubicados al este y al oeste, porque tienen las cimas aplanadas y escaleras para alcanzarlas”, cuenta Giovannetti y continúa: “A su vez, el occidental presenta dos alineaciones rectas hechas con bloques pequeños de rocas semienterradas que apuntan a distintas direcciones. Nosotros descubrimos que cada una de ellas coincide exactamente con la salida del sol en dos momentos del año muy importantes: el solsticio de invierno para el hemisferio sur, alrededor del 21 de junio; y su paso por el cenit, un fenómeno que ocurre entre el 12 y 13 de febrero y se repite el 28 o 29 de octubre”.
El resto de los participantes de este proyecto son Sixto Giménez, astrónomo y docente de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP; Gustavo Corrado, arqueólogo cuya tesis doctoral en desarrollo se basa en éste y otros hallazgos arqueoastronómicos en El Shincal; y Marco Lopérfido, estudiante de grado de arqueología. Parte del trabajo realizado por los científicos consistió en ir al sitio en las fechas mencionadas y medir las direcciones de las líneas de rocas, hacer cálculos de la salida del sol, y posteriormente contrastar la información recolectada con mediciones matemáticas y modelos virtuales de simulación.
“El comienzo del invierno era para los incas una de las fechas más importantes, y lo denominaban Inti Raymi, que significa fiesta del sol. En la antigüedad los cambios de estación se celebraban en grande, porque implicaban transformaciones en la propia deidad e impactaban en la práctica agrícola y en las actividades programadas por el Estado. En un principio, al confirmar que la primera hilera de piedras se correspondía con el 21 de junio, sospechamos que la segunda coincidiría con el solsticio de verano, el 21 de diciembre, pero rápidamente vimos que no era así”, relata Giovannetti.
“Frente a ese interrogante, indagamos mucho en la obra de autores que estudiaron el calendario andino, contrastando los datos con elementos del lugar”, señala Corrado. Así, tomando en consideración otras posibles fechas de importancia ritual, los expertos dieron con dos días muy especiales que involucran, una vez más, a la principal estrella de nuestro sistema planetario. “El paso del sol por el cenit es un evento astronómico en el que éste se ubica exactamente en plano vertical a 90 grados de los objetos de la Tierra, por lo cual no producen ninguna sombra en horas del mediodía. Se da dos veces al año a determinada latitud: concretamente en la franja entre los trópicos de Cáncer y de Capricornio, es decir que en nuestro país sólo se ve en parte de Salta, Jujuy y Formosa”, agrega.
La importancia del fenómeno convenció a los expertos de seguir esa pista, sabiendo que en el Cusco sucede el 12 o 13 de febrero y el 28 o 29 de octubre, y que los relatos antiguos le atribuyen grandes fiestas en la capital del Tawantinsuyu, es decir el imperio inca. Además de lo observado, el equipo de trabajo confeccionó planos precisos con ayuda de instrumentos topográficos y de georreferenciación como GPS y otro denominado Estación Total, información que luego trasladó a tablas de cálculo astronómicas.
Para realizar estas complejas cuentas, se consideraron distintos factores como la altura del horizonte, que no es llano sino ‘dentado’ producto de las montañas que rodean al sitio, y la refracción de luz. “Todos estos elementos permitieron predecir el sitio de salida y puesta del sol durante esas fechas, que luego comprobamos que coincide exactamente con la dirección de la hilera de piedras que nos faltaba”, señala Giménez.
Además, cuentan los científicos, se suma otro fenómeno visual por el cual esos días el sol asoma justo en una pronunciada abra, espacio libre en la intersección entre dos picos montañosos. “Suponemos que este efecto debía provocar cierta espectacularidad, interpretando que se trataría de una fecha festiva en todo el territorio inca”, expresa Giovannetti, y agrega: “Esto abona la hipótesis de El Shincal como mucho más que un centro administrativo: probablemente haya sido un punto de enorme importancia religiosa y simbólica.
Rastros de producción a gran escala de comida y chicha – principal bebida alcohólica de las culturas prehispánicas- hacen sospechar que en el sitio se celebraban fiestas que recibían a personas de las regiones circundantes”.
Cabe mencionar que el proyecto es impulsado por la Sociedad Interamericana de Astronomía Cultural (SIAC), constituida formalmente en 2013 por un grupo de investigadores latinoamericanos con el propósito fundamental de fomentar la disciplina en la región. En ese sentido, lleva adelante la organización de encuentros científicos anuales con énfasis en la formación académica, otorgando becas y subsidios para jóvenes estudiantes. (Fuente: CONICET/DICYT)
En el sitio, descubierto en 1901, se conservan unos 110 edificios de piedra diseminados en una superficie de 21 hectáreas. Tiene una gran plaza central cuadrada de 175 metros de lado en cuyo centro hay una plataforma ceremonial llamada ushnu, construcción de piedra que usaban gobernantes y sacerdotes para presidir ceremonias. Tomando ese punto de referencia fue que el equipo de trabajo liderado por Marco Antonio Giovannetti, investigador adjunto del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP), se propuso interpretar el significado de distintas intervenciones espaciales consideradas sagradas.
“Mirando desde el ushnu hacia los puntos cardinales, se ven cuatro cerros con construcciones y espacios de ofrendas. Los más llamativos son los ubicados al este y al oeste, porque tienen las cimas aplanadas y escaleras para alcanzarlas”, cuenta Giovannetti y continúa: “A su vez, el occidental presenta dos alineaciones rectas hechas con bloques pequeños de rocas semienterradas que apuntan a distintas direcciones. Nosotros descubrimos que cada una de ellas coincide exactamente con la salida del sol en dos momentos del año muy importantes: el solsticio de invierno para el hemisferio sur, alrededor del 21 de junio; y su paso por el cenit, un fenómeno que ocurre entre el 12 y 13 de febrero y se repite el 28 o 29 de octubre”.
El resto de los participantes de este proyecto son Sixto Giménez, astrónomo y docente de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP; Gustavo Corrado, arqueólogo cuya tesis doctoral en desarrollo se basa en éste y otros hallazgos arqueoastronómicos en El Shincal; y Marco Lopérfido, estudiante de grado de arqueología. Parte del trabajo realizado por los científicos consistió en ir al sitio en las fechas mencionadas y medir las direcciones de las líneas de rocas, hacer cálculos de la salida del sol, y posteriormente contrastar la información recolectada con mediciones matemáticas y modelos virtuales de simulación.
“El comienzo del invierno era para los incas una de las fechas más importantes, y lo denominaban Inti Raymi, que significa fiesta del sol. En la antigüedad los cambios de estación se celebraban en grande, porque implicaban transformaciones en la propia deidad e impactaban en la práctica agrícola y en las actividades programadas por el Estado. En un principio, al confirmar que la primera hilera de piedras se correspondía con el 21 de junio, sospechamos que la segunda coincidiría con el solsticio de verano, el 21 de diciembre, pero rápidamente vimos que no era así”, relata Giovannetti.
“Frente a ese interrogante, indagamos mucho en la obra de autores que estudiaron el calendario andino, contrastando los datos con elementos del lugar”, señala Corrado. Así, tomando en consideración otras posibles fechas de importancia ritual, los expertos dieron con dos días muy especiales que involucran, una vez más, a la principal estrella de nuestro sistema planetario. “El paso del sol por el cenit es un evento astronómico en el que éste se ubica exactamente en plano vertical a 90 grados de los objetos de la Tierra, por lo cual no producen ninguna sombra en horas del mediodía. Se da dos veces al año a determinada latitud: concretamente en la franja entre los trópicos de Cáncer y de Capricornio, es decir que en nuestro país sólo se ve en parte de Salta, Jujuy y Formosa”, agrega.
La importancia del fenómeno convenció a los expertos de seguir esa pista, sabiendo que en el Cusco sucede el 12 o 13 de febrero y el 28 o 29 de octubre, y que los relatos antiguos le atribuyen grandes fiestas en la capital del Tawantinsuyu, es decir el imperio inca. Además de lo observado, el equipo de trabajo confeccionó planos precisos con ayuda de instrumentos topográficos y de georreferenciación como GPS y otro denominado Estación Total, información que luego trasladó a tablas de cálculo astronómicas.
Para realizar estas complejas cuentas, se consideraron distintos factores como la altura del horizonte, que no es llano sino ‘dentado’ producto de las montañas que rodean al sitio, y la refracción de luz. “Todos estos elementos permitieron predecir el sitio de salida y puesta del sol durante esas fechas, que luego comprobamos que coincide exactamente con la dirección de la hilera de piedras que nos faltaba”, señala Giménez.
Además, cuentan los científicos, se suma otro fenómeno visual por el cual esos días el sol asoma justo en una pronunciada abra, espacio libre en la intersección entre dos picos montañosos. “Suponemos que este efecto debía provocar cierta espectacularidad, interpretando que se trataría de una fecha festiva en todo el territorio inca”, expresa Giovannetti, y agrega: “Esto abona la hipótesis de El Shincal como mucho más que un centro administrativo: probablemente haya sido un punto de enorme importancia religiosa y simbólica.
Rastros de producción a gran escala de comida y chicha – principal bebida alcohólica de las culturas prehispánicas- hacen sospechar que en el sitio se celebraban fiestas que recibían a personas de las regiones circundantes”.
Cabe mencionar que el proyecto es impulsado por la Sociedad Interamericana de Astronomía Cultural (SIAC), constituida formalmente en 2013 por un grupo de investigadores latinoamericanos con el propósito fundamental de fomentar la disciplina en la región. En ese sentido, lleva adelante la organización de encuentros científicos anuales con énfasis en la formación académica, otorgando becas y subsidios para jóvenes estudiantes. (Fuente: CONICET/DICYT)
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