Hallan en las afueras de nuestra galaxia estrellas recién nacidas formadas con el material de las nubes de Magallanes
La Vía Láctea no está sola en el universo. Forma parte de una pequeña familia de galaxias, conocida como el Grupo Local, junto a Andrómeda (M32), Triángulo (M33), las dos nubes de Magallanes y varias decenas de galaxias enanas. Con diferencia, las dos mayores son la Vía Láctea y Andrómeda. De hecho, su enorme gravedad las condena a fusionarse y atrae a una hacia la otra a una velocidad de 110 km/s, por lo que chocarán en cuestión de 4.000 millones de años.
Este «impacto» galáctico no será una catástrofe. Más bien todo lo contrario: cuando Andrómeda y la Vía Láctea se encuentren, las colisiones de sus estrellas serán raras, pero el choque de sus nubes de gas desencadenarán un auténtico «baby boom» de estrellas: la gravedad comprimirá el gas y favorecerá que se concentre y se caliente, arrancando la fusión nuclear. La materia oscura, las estrellas y el polvo sencillamente se reorganizarán. Finalmente, se formará una inmensa galaxia, que algunos llaman Lactómeda.
La metalicidad, la huella dactilar de las estrellas
Aunque en el cielo todas parezcan similares, las estrellas de la Vía Láctea son muy diversas. Hay distintos tipos de ellas, por ejemplo enanas rojas o gigantes azules (de hecho podrá notarlo si aguza la vista, por la noche), y hay zonas donde abundan las estrellas jóvenes y otras donde dominan las más viejas.
Una forma de medir la edad estelar es estudiar la «metalicidad» de las estrellas, es decir, la abundancia de elementos químicos más pesados que el helio en el interior de estos orbes. De hecho, la composición metálica también da importante información sobre la procedencia de estos objetos. Por eso sabemos que en las afueras de la Vía Láctea se concentran las estrellas más viejas y las que tienen una menor metalicidad.
En esta ocasión, los investigadores encontraron algo que no encaja, precisamente en las afueras de la galaxia. Allí descubrieron un extraño grupo de estrellas jóvenes, con edades de 117 millones de años (por ejemplo, el Sol tiene unos 4.500 millones de años), formadas con material procedente de las nubes de Magallanes, tal como reveló su metalicidad.
«Este es solo un grupo insignificante de estrellas –menos de unas pocas miles, en total– pero tiene enormes implicaciones más allá de esta zona de la Vía Láctea», ha dicho en un comunicado Adrian Price-Whelan, primer autor del estudio.
La fusión, más cerca
Fundamentalmente, indican que la cinta transportadora de gas entre la Vía Láctea y las nubes de Magallanes está a la mitad de distancia a la que se pensaba hasta ahora, a «solo» 90.000 años luz de la Vía Láctea. «Eso tiene consecuencias importantes», ha explicado Trujillo. «Lo mas probable es que las nubes sean engullidas mucho antes de lo que se esperaba».
Para hacer estas averiguaciones, el equipo de Price-Whelan recurrió a los últimos datos recogidos por la misión Gaia, de la ESA, que ha catalogado y medido los movimientos y distancias de 1.700 millones de estrellas de la galaxia. Entre todas ellas, estos científicos buscaron estrellas muy azules. Descartaron las ya conocidas y así dieron con el nuevo grupo.
Este pequeño rebaño estelar pudo formarse, según los autores de estos estudios, cuando el tirón gravitacional desde la Vía Láctea fue lo suficientemente intenso como para condensar el gas de la Corriente de Magallanes y activar la formación de estrellas.
La historia de la Vía Láctea
Los astrónomos están convencidos de que este grupo de jóvenes objetos podría ayudar a entender si las nubes de Magallanes ya colisionaron con la Vía Láctea en el pasado, lo que es crucial para comprender la historia y las propiedades de nuestra propia galaxia.
Al margen de eso, muestran cómo la Vía Láctea, en estos mismos momentos,está regenerando sus reservas de gas para fabricar nuevas estrellas: «Al final –ha dicho David Nidever, codirector de estas investigaciones– este gas se convertirá en estrellas en el disco de la Vía Láctea». No le vendrá mal, puesto que «ahora mismo, nuestra galaxia está usando gas más rápido de lo que lo está reponiendo».
No será la primera vez que ocurre: «La Vía Láctea tal como la conocemos ahora es el resultado de una historia de fusiones de objetos mas pequeños», ha dicho Ignacio Trujillo. «Al principio del universo este proceso era mas activo, ahora nuestra galaxia solo asimila objetos mucho mas pequeños, como las nubes de Magallanes».
Con todo, su historia ha sido, según este investigador, relativamente tranquila. Al menos hasta el momento. Sin embargo, dentro de varios miles de millones de años los cielos se transformarán cuando Andrómeda y la Vía Láctea se fusionen y su gas active la formación de nuevas estrellas.
La Vía Láctea no está sola en el universo. Forma parte de una pequeña familia de galaxias, conocida como el Grupo Local, junto a Andrómeda (M32), Triángulo (M33), las dos nubes de Magallanes y varias decenas de galaxias enanas. Con diferencia, las dos mayores son la Vía Láctea y Andrómeda. De hecho, su enorme gravedad las condena a fusionarse y atrae a una hacia la otra a una velocidad de 110 km/s, por lo que chocarán en cuestión de 4.000 millones de años.
Este «impacto» galáctico no será una catástrofe. Más bien todo lo contrario: cuando Andrómeda y la Vía Láctea se encuentren, las colisiones de sus estrellas serán raras, pero el choque de sus nubes de gas desencadenarán un auténtico «baby boom» de estrellas: la gravedad comprimirá el gas y favorecerá que se concentre y se caliente, arrancando la fusión nuclear. La materia oscura, las estrellas y el polvo sencillamente se reorganizarán. Finalmente, se formará una inmensa galaxia, que algunos llaman Lactómeda.
Una cinta transportadora de fuera de la galaxia
Esta semana pasada, en un encuentro de la Asociación Astronómica Americana en Honolulu (Hawái), que ha dejado multitud de noticias interesantes estos días, científicos del Centro del Instituto Flatiron para la Astrofísica Computacional en Nueva York (EEUU) y de la Universidad Estatal de Montana en Bozeman (EEUU), hablaron de una investigación que revela que la Vía Láctea ya está experimentando los comienzos de una transformación similar.
Los astrónomos, que en diciembre publicaron dos artículos en «The Astrophysical Journal» (puedes encontrarlos aquí y aquí), informaron del hallazgo de un cúmulo de jóvenes estrellas, en las afueras de la galaxia, que indican que la Vía Láctea está absorbiendo gas procedente de la Corriente de Magallanes, una cinta transportadora de materia absorbida por nuestra galaxia y procedente de las nubes de Magallanes. Esto ya se sabía, pero dicho cúmulo muestra que esta corriente está más cerca de lo que se pensaba y que puede arrancar la formación de nuevas estrellas lejos de la Vía Láctea.
«Lo más novedoso de esta investigación es haber descubierto que se pueden formar estrellas jóvenes fuera del disco de nuestra galaxia», ha explicado a este periódico Ignacio Trujillo, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) no implicado en esta investigación. El origen está en «el gas que le está cayendo a través de la canibalización de las galaxias satélites de las nubes de Magallanes», según ha añadido.
Esta semana pasada, en un encuentro de la Asociación Astronómica Americana en Honolulu (Hawái), que ha dejado multitud de noticias interesantes estos días, científicos del Centro del Instituto Flatiron para la Astrofísica Computacional en Nueva York (EEUU) y de la Universidad Estatal de Montana en Bozeman (EEUU), hablaron de una investigación que revela que la Vía Láctea ya está experimentando los comienzos de una transformación similar.
Los astrónomos, que en diciembre publicaron dos artículos en «The Astrophysical Journal» (puedes encontrarlos aquí y aquí), informaron del hallazgo de un cúmulo de jóvenes estrellas, en las afueras de la galaxia, que indican que la Vía Láctea está absorbiendo gas procedente de la Corriente de Magallanes, una cinta transportadora de materia absorbida por nuestra galaxia y procedente de las nubes de Magallanes. Esto ya se sabía, pero dicho cúmulo muestra que esta corriente está más cerca de lo que se pensaba y que puede arrancar la formación de nuevas estrellas lejos de la Vía Láctea.
«Lo más novedoso de esta investigación es haber descubierto que se pueden formar estrellas jóvenes fuera del disco de nuestra galaxia», ha explicado a este periódico Ignacio Trujillo, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) no implicado en esta investigación. El origen está en «el gas que le está cayendo a través de la canibalización de las galaxias satélites de las nubes de Magallanes», según ha añadido.
La metalicidad, la huella dactilar de las estrellas
Aunque en el cielo todas parezcan similares, las estrellas de la Vía Láctea son muy diversas. Hay distintos tipos de ellas, por ejemplo enanas rojas o gigantes azules (de hecho podrá notarlo si aguza la vista, por la noche), y hay zonas donde abundan las estrellas jóvenes y otras donde dominan las más viejas.
Una forma de medir la edad estelar es estudiar la «metalicidad» de las estrellas, es decir, la abundancia de elementos químicos más pesados que el helio en el interior de estos orbes. De hecho, la composición metálica también da importante información sobre la procedencia de estos objetos. Por eso sabemos que en las afueras de la Vía Láctea se concentran las estrellas más viejas y las que tienen una menor metalicidad.
En esta ocasión, los investigadores encontraron algo que no encaja, precisamente en las afueras de la galaxia. Allí descubrieron un extraño grupo de estrellas jóvenes, con edades de 117 millones de años (por ejemplo, el Sol tiene unos 4.500 millones de años), formadas con material procedente de las nubes de Magallanes, tal como reveló su metalicidad.
«Este es solo un grupo insignificante de estrellas –menos de unas pocas miles, en total– pero tiene enormes implicaciones más allá de esta zona de la Vía Láctea», ha dicho en un comunicado Adrian Price-Whelan, primer autor del estudio.
La fusión, más cerca
Fundamentalmente, indican que la cinta transportadora de gas entre la Vía Láctea y las nubes de Magallanes está a la mitad de distancia a la que se pensaba hasta ahora, a «solo» 90.000 años luz de la Vía Láctea. «Eso tiene consecuencias importantes», ha explicado Trujillo. «Lo mas probable es que las nubes sean engullidas mucho antes de lo que se esperaba».
Para hacer estas averiguaciones, el equipo de Price-Whelan recurrió a los últimos datos recogidos por la misión Gaia, de la ESA, que ha catalogado y medido los movimientos y distancias de 1.700 millones de estrellas de la galaxia. Entre todas ellas, estos científicos buscaron estrellas muy azules. Descartaron las ya conocidas y así dieron con el nuevo grupo.
Este pequeño rebaño estelar pudo formarse, según los autores de estos estudios, cuando el tirón gravitacional desde la Vía Láctea fue lo suficientemente intenso como para condensar el gas de la Corriente de Magallanes y activar la formación de estrellas.
La historia de la Vía Láctea
Los astrónomos están convencidos de que este grupo de jóvenes objetos podría ayudar a entender si las nubes de Magallanes ya colisionaron con la Vía Láctea en el pasado, lo que es crucial para comprender la historia y las propiedades de nuestra propia galaxia.
Al margen de eso, muestran cómo la Vía Láctea, en estos mismos momentos,está regenerando sus reservas de gas para fabricar nuevas estrellas: «Al final –ha dicho David Nidever, codirector de estas investigaciones– este gas se convertirá en estrellas en el disco de la Vía Láctea». No le vendrá mal, puesto que «ahora mismo, nuestra galaxia está usando gas más rápido de lo que lo está reponiendo».
No será la primera vez que ocurre: «La Vía Láctea tal como la conocemos ahora es el resultado de una historia de fusiones de objetos mas pequeños», ha dicho Ignacio Trujillo. «Al principio del universo este proceso era mas activo, ahora nuestra galaxia solo asimila objetos mucho mas pequeños, como las nubes de Magallanes».
Con todo, su historia ha sido, según este investigador, relativamente tranquila. Al menos hasta el momento. Sin embargo, dentro de varios miles de millones de años los cielos se transformarán cuando Andrómeda y la Vía Láctea se fusionen y su gas active la formación de nuevas estrellas.
Fuente ABC CIENCIA