La Academia Estadounidense de Neurología ha concluido, por ejemplo, que el ejercicio aeróbico puede ser útil para retrasar la progresión clínica del deterioro cognitivo leve a la demencia.
La suposición implícita es que el ejercicio conduce a una mejora en la función cardiorrespiratoria, pero hasta ahora se han carecido de datos más precisos.
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Un estudio reciente evaluó esta función en dos etapas para ver si los cambios en el estado físico afectarían los resultados cognitivos y la mortalidad. Descubrieron que el cambio en la función cardiorrespiratoria era un factor de riesgo independiente para la demencia. Estimaron que los participantes que mejoraron esta función con el tiempo ganaron 2.7 años de vida y 2.2 años sin demencia en comparación con aquellos que permanecieron no aptos en ambas evaluaciones.