Se multiplican los indicios esperanzadores, pero hay que ser prudentes
Varios expertos, principalmente en Italia y más tarde también en España, han compartido públicamente en las últimas semanas opiniones que defienden que el Sars-CoV-2 podría estar volviéndose menos virulento.
Es importante verificar en qué medida tales opiniones reflejan algo más que impresiones personales, informar sobre ellas, revisar los argumentos que podrían apoyarlas o refutarlas y buscar evidencia empírica a través del análisis estadístico de registros oficiales, tratando de especificar índices de gravedad y su evolución desde que la pandemia alcanzó su punto máximo.
Los datos disponibles no permiten una conclusión sólida, pero tampoco excluyen esa posibilidad: la epidemia podría estar debilitándose. Sólo el tiempo y más investigación clarificarán lo que está sucediendo.
La tercera vía
El presidente del Gobierno comunicaba el pasado martes 3 de junio que se prepara un nuevo decreto para gobernar en estas circunstancias especiales, al menos “hasta que haya vacuna o un tratamiento terapéutico eficaz para evitar el riesgo de rebrote”.
Sin embargo, nada se menciona de una tercera posibilidad: hasta que el virus disminuya su virulencia a niveles perfectamente controlables.
Sin embargo, en Italia se está utilizando el debilitamiento para justificar la apertura de las fronteras, y en las últimas semanas se acumulan opiniones que apoyarían la tesis del debilitamiento.
En España son muy pocos los expertos médicos o virólogos que se han atrevido a pronunciarse en ese sentido, con contadas excepciones como el Dr. Juan Abarca, director de la red de hospitales HM, que afirmaba el 19 de mayo: “¿Qué le sucede al virus?
La realidad es que se ha atenuado, ya sea por el efecto de la radiación ultravioleta o por la existencia de cepas mutadas más benignas. Eso, que va más allá del efecto logrado por el confinamiento y otras medidas de salud pública, significa que el fin de la crisis de salud, afortunadamente, se acerca más rápido de lo esperado”.
Estas opiniones están recibiendo una atención muy limitada. Sin embargo, es importante exponer sus argumentos y contrastarlos con los datos estadísticos disponibles.
Cuatro argumentos
Cuatro argumentos aparecen detrás de la mayoría de las opiniones que apoyan el debilitamiento.
El primer argumento es especulativo y comparativo: sigue los rastros de las anteriores epidemias de coronavirus y deduce que la forma actual podría seguir el mismo patrón.
De hecho, la epidemia SARS (2002) duró unos meses; y MERS (Síndrome respiratorio del Medio Oriente, 2013), tuvo un registro similar. El neumólogo ruso Alexánder Chuchalin espera que el virus CoViD-19 actual se comporte de manera similar y, por lo tanto, “desaparezca a mediados de junio”.
El segundo argumento sería estadístico, basado en proyecciones simples después de analizar posibles escenarios desde el comienzo de la pandemia.
El tercer argumento apuntaría a mutaciones en el virus que podrían estar relacionadas con su debilitamiento; hasta el momento existen al menos tres estudios en varios países que apuntan en esa dirección, pero la certeza que aportan es limitada.
El cuarto argumento sería también estadístico, esta vez basado en indicadores clínicos de gravedad de la enfermedad. En Italia, por ejemplo, se observa una disminución del porcentaje de diagnosticados con CoViD-19 que necesitaban asistencia hospitalaria, que pasa del 38% en los días pico, al 17% el pasado 13 de mayo.
Posibles motivos
Es necesario también considerar los posibles motivos que podrían estar detrás del debilitamiento.
En primer lugar, el virus en sí podría estar mutando, con cepas más leves siendo cada vez más frecuentes. Este es el caso de la mayoría de los patógenos, dado que la selección natural favorece a las cepas que tienen una menor probabilidad de matar a su huésped. Esto debe estudiarse mediante secuenciación y análisis generalizados del ARN viral.
En segundo lugar, las condiciones ambientales están cambiando y estas condiciones tienen un impacto en la enfermedad. Muchos expertos han señalado una posible dependencia de la radiación UV o la temperatura (afirmaciones no respaldadas por evidencia, sino más bien en paralelos extraídos del comportamiento de otros coronavirus).
Si este fuera el caso, veríamos patrones estacionales en las tasas de infección y las métricas de letalidad. En ese sentido, las medidas de contención deberían adaptarse para tenerlas en cuenta, es decir, permitir una mayor actividad en los meses más cálidos y limitarla de manera preventiva a principios de otoño. Cualquier efecto ambiental de este tipo podría confirmarse mediante pruebas in vitro.
En tercer lugar, el huésped mismo podría estar cambiando. Los primeros afectados por la epidemia tienden a ser los más débiles (en este caso, los ancianos). Una vez que la parte más débil de la población se ha visto afectada, la epidemia parece debilitarse sólo porque la población restante es más fuerte. Otra causa relacionada sería un impacto asimétrico de las medidas preventivas, por ejemplo, si las medidas de distanciamiento protegen mejora los más débiles.
Mejores tratamientos
Una mejor comprensión de la enfermedad y mejores tratamientos significarían que menos casos progresan hacia las etapas críticas de la enfermedad.
Por ejemplo, desde hace tiempo se sabe que en las primeras etapas de la epidemia muchos casos no recibieron atención hospitalaria hasta que la enfermedad ya había progresado a una etapa crítica.
Las medidas de contención podrían impactar no sólo en el número bruto de casos, sino también en su gravedad. Este sería el caso si, por ejemplo, la intensidad de los síntomas depende de la carga viral y la carga viral está limitada por el distanciamiento social.
Todos los casos considerados podrían confirmarse mediante investigaciones adicionales.
Los datos en España: alentadores
Nuestro equipo ha analizado los datos disponibles en la página oficial del Ministerio de Sanidad. Las incongruencias aparentes en los datos hacen que sea difícil sacar conclusiones. Sin embargo, algunos resultados son alentadores.
Por ejemplo, las cifras pasaron de 594 nuevos casos diarios que requerían cuidados intensivos el pasado 24 de marzo, en el pico de la pandemia, a solo 20 casos para el último día registrado (20 de mayo), casi dos meses después.
El otro indicador importante es el número de ingresos hospitalarios relacionados con afecciones graves por coronavirus: en este caso, los informes registraron 5913 casos diarios el 27 de marzo, en el pico de la pandemia, y solo 140, el 20 de mayo.
Naturalmente estas cifras pueden ser entendidas como resultado de las medidas de confinamiento, que se habrían revelado eficaces. Sin embargo, si analizamos los datos de porcentajes de infectados que necesitan hospitalización, y los que requieren cuidados intensivos, arrojan cifras confortadoras.
RENAVE abunda
Hemos examinado los datos del RENAVE (Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica). Esta agencia publica informes exhaustivos que recopilan las cifras aportadas por las diferentes regiones españolas o áreas administrativas de salud.
Estos informes aparecen con una frecuencia entre dos días y una semana, y son más estables que sus homólogos del Ministerio de Sanidad. Recopilamos los datos del informe publicado el pasado 1 de abril, hasta el que corresponde al 20 de mayo.
Aplicando una regresión lineal se observa claramente un descenso significativo en las tasas de hospitalización a lo largo de estas últimas semanas (Beta = -0,720; sign = 0,005). Lo mismo ocurre con las tasas de número de pacientes que requieren cuidados intensivos (Beta = -0,709; sign = 0,007).
Sin embargo, la tasa de pacientes que necesitan cuidados intensivos con respecto a los ingresados en el hospital no es significativa.
No obstante, conviene tener en cuenta que esa tasa se ha reducido drásticamente desde un promedio del 10% durante casi toda la serie, a solo 4,19% según los datos de la última semana registrada (22-29 de mayo). Estos datos se acercan bastante a lo que se ha observado en Italia.
Precaución
Los datos apuntados son claramente interpretables y además deben ser tomados con cautela.
En general pueden entenderse desde distintas explicaciones científicas: la aparición de cepas más leves (1), condiciones ambientales más favorables (2), un portador promedio más fuerte, habiendo el virus afectado ya a la población más vulnerable (3), mejor tratamiento (4) o menor carga viral debido al distanciamiento social (5). Los datos disponibles no ayudan demasiado a resolver esta cuestión.
De todos modos, a pesar de que el brote epidémico se va amortiguando, es necesario mantener una vigilancia activa en dos frentes fundamentales.
Primero, en la población general a través del mantenimiento de una actitud responsable para evitar conductas de riesgo y segundo, por parte de la administración sanitaria, en disponer estrategias para un diagnóstico y tratamiento precoz de los infectados y gestionar de modo eficiente la prevención en los convivientes.
Necesidad de investigación
Es sorprendente la escasez de investigación que trata de abordar este problema y resolver la cuestión de si el SARS-1 CoV-2 se está debilitando o no. Evidencias más claras surgirán en las próximas semanas, al menos para Italia y España.
De hecho, el diseño de las políticas sanitarias, con los riesgos y consecuencias que implica para la economía, la educación y otros sectores, depende en buena medida de dicha tendencia.
Si se confirmara la pérdida de agresividad del virus, se podrían aplicar inmediatamente, de forma controlada, las intervenciones más efectivas para la recuperación social y económica nacional, con la certeza que los posibles picos epidémicos se pueden controlar con estrategias basadas en la responsabilidad personal de la población y el control epidemiológico de los casos.
En cualquier caso, es necesaria más investigación para confirmar esta posibilidad, aunque si lo fuera se haría evidente en sólo unas semanas. Así lo esperamos.
AUTORES
(*) Lluís Oviedo es profesor ordinario de Antropología teológica y Teología Fundamental en la Pontificia Universidad Antonianum de Roma, e invitado en el Instituto Teológico de Murcia sobre temas de religión, cultura y sociedad.
Sara Lumbreras es profesora titular de la Universidad Pontifica Comillas, especializada en el desarrollo de modelos matemáticos para apoyar la toma de decisiones, particularmente en las áreas de optimización clásica e inteligencia artificial.
Joaquín Fernández-Crehuet es Catedrático Emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública. Universidad de Málaga. Académico de Número de la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental.
Varios expertos, principalmente en Italia y más tarde también en España, han compartido públicamente en las últimas semanas opiniones que defienden que el Sars-CoV-2 podría estar volviéndose menos virulento.
Es importante verificar en qué medida tales opiniones reflejan algo más que impresiones personales, informar sobre ellas, revisar los argumentos que podrían apoyarlas o refutarlas y buscar evidencia empírica a través del análisis estadístico de registros oficiales, tratando de especificar índices de gravedad y su evolución desde que la pandemia alcanzó su punto máximo.
Los datos disponibles no permiten una conclusión sólida, pero tampoco excluyen esa posibilidad: la epidemia podría estar debilitándose. Sólo el tiempo y más investigación clarificarán lo que está sucediendo.
La tercera vía
El presidente del Gobierno comunicaba el pasado martes 3 de junio que se prepara un nuevo decreto para gobernar en estas circunstancias especiales, al menos “hasta que haya vacuna o un tratamiento terapéutico eficaz para evitar el riesgo de rebrote”.
Sin embargo, nada se menciona de una tercera posibilidad: hasta que el virus disminuya su virulencia a niveles perfectamente controlables.
Sin embargo, en Italia se está utilizando el debilitamiento para justificar la apertura de las fronteras, y en las últimas semanas se acumulan opiniones que apoyarían la tesis del debilitamiento.
En España son muy pocos los expertos médicos o virólogos que se han atrevido a pronunciarse en ese sentido, con contadas excepciones como el Dr. Juan Abarca, director de la red de hospitales HM, que afirmaba el 19 de mayo: “¿Qué le sucede al virus?
La realidad es que se ha atenuado, ya sea por el efecto de la radiación ultravioleta o por la existencia de cepas mutadas más benignas. Eso, que va más allá del efecto logrado por el confinamiento y otras medidas de salud pública, significa que el fin de la crisis de salud, afortunadamente, se acerca más rápido de lo esperado”.
Estas opiniones están recibiendo una atención muy limitada. Sin embargo, es importante exponer sus argumentos y contrastarlos con los datos estadísticos disponibles.
Cuatro argumentos
Cuatro argumentos aparecen detrás de la mayoría de las opiniones que apoyan el debilitamiento.
El primer argumento es especulativo y comparativo: sigue los rastros de las anteriores epidemias de coronavirus y deduce que la forma actual podría seguir el mismo patrón.
De hecho, la epidemia SARS (2002) duró unos meses; y MERS (Síndrome respiratorio del Medio Oriente, 2013), tuvo un registro similar. El neumólogo ruso Alexánder Chuchalin espera que el virus CoViD-19 actual se comporte de manera similar y, por lo tanto, “desaparezca a mediados de junio”.
El segundo argumento sería estadístico, basado en proyecciones simples después de analizar posibles escenarios desde el comienzo de la pandemia.
El tercer argumento apuntaría a mutaciones en el virus que podrían estar relacionadas con su debilitamiento; hasta el momento existen al menos tres estudios en varios países que apuntan en esa dirección, pero la certeza que aportan es limitada.
El cuarto argumento sería también estadístico, esta vez basado en indicadores clínicos de gravedad de la enfermedad. En Italia, por ejemplo, se observa una disminución del porcentaje de diagnosticados con CoViD-19 que necesitaban asistencia hospitalaria, que pasa del 38% en los días pico, al 17% el pasado 13 de mayo.
Posibles motivos
Es necesario también considerar los posibles motivos que podrían estar detrás del debilitamiento.
En primer lugar, el virus en sí podría estar mutando, con cepas más leves siendo cada vez más frecuentes. Este es el caso de la mayoría de los patógenos, dado que la selección natural favorece a las cepas que tienen una menor probabilidad de matar a su huésped. Esto debe estudiarse mediante secuenciación y análisis generalizados del ARN viral.
En segundo lugar, las condiciones ambientales están cambiando y estas condiciones tienen un impacto en la enfermedad. Muchos expertos han señalado una posible dependencia de la radiación UV o la temperatura (afirmaciones no respaldadas por evidencia, sino más bien en paralelos extraídos del comportamiento de otros coronavirus).
Si este fuera el caso, veríamos patrones estacionales en las tasas de infección y las métricas de letalidad. En ese sentido, las medidas de contención deberían adaptarse para tenerlas en cuenta, es decir, permitir una mayor actividad en los meses más cálidos y limitarla de manera preventiva a principios de otoño. Cualquier efecto ambiental de este tipo podría confirmarse mediante pruebas in vitro.
En tercer lugar, el huésped mismo podría estar cambiando. Los primeros afectados por la epidemia tienden a ser los más débiles (en este caso, los ancianos). Una vez que la parte más débil de la población se ha visto afectada, la epidemia parece debilitarse sólo porque la población restante es más fuerte. Otra causa relacionada sería un impacto asimétrico de las medidas preventivas, por ejemplo, si las medidas de distanciamiento protegen mejora los más débiles.
Mejores tratamientos
Una mejor comprensión de la enfermedad y mejores tratamientos significarían que menos casos progresan hacia las etapas críticas de la enfermedad.
Por ejemplo, desde hace tiempo se sabe que en las primeras etapas de la epidemia muchos casos no recibieron atención hospitalaria hasta que la enfermedad ya había progresado a una etapa crítica.
Las medidas de contención podrían impactar no sólo en el número bruto de casos, sino también en su gravedad. Este sería el caso si, por ejemplo, la intensidad de los síntomas depende de la carga viral y la carga viral está limitada por el distanciamiento social.
Todos los casos considerados podrían confirmarse mediante investigaciones adicionales.
Los datos en España: alentadores
Nuestro equipo ha analizado los datos disponibles en la página oficial del Ministerio de Sanidad. Las incongruencias aparentes en los datos hacen que sea difícil sacar conclusiones. Sin embargo, algunos resultados son alentadores.
Por ejemplo, las cifras pasaron de 594 nuevos casos diarios que requerían cuidados intensivos el pasado 24 de marzo, en el pico de la pandemia, a solo 20 casos para el último día registrado (20 de mayo), casi dos meses después.
El otro indicador importante es el número de ingresos hospitalarios relacionados con afecciones graves por coronavirus: en este caso, los informes registraron 5913 casos diarios el 27 de marzo, en el pico de la pandemia, y solo 140, el 20 de mayo.
Naturalmente estas cifras pueden ser entendidas como resultado de las medidas de confinamiento, que se habrían revelado eficaces. Sin embargo, si analizamos los datos de porcentajes de infectados que necesitan hospitalización, y los que requieren cuidados intensivos, arrojan cifras confortadoras.
RENAVE abunda
Hemos examinado los datos del RENAVE (Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica). Esta agencia publica informes exhaustivos que recopilan las cifras aportadas por las diferentes regiones españolas o áreas administrativas de salud.
Estos informes aparecen con una frecuencia entre dos días y una semana, y son más estables que sus homólogos del Ministerio de Sanidad. Recopilamos los datos del informe publicado el pasado 1 de abril, hasta el que corresponde al 20 de mayo.
Aplicando una regresión lineal se observa claramente un descenso significativo en las tasas de hospitalización a lo largo de estas últimas semanas (Beta = -0,720; sign = 0,005). Lo mismo ocurre con las tasas de número de pacientes que requieren cuidados intensivos (Beta = -0,709; sign = 0,007).
Sin embargo, la tasa de pacientes que necesitan cuidados intensivos con respecto a los ingresados en el hospital no es significativa.
No obstante, conviene tener en cuenta que esa tasa se ha reducido drásticamente desde un promedio del 10% durante casi toda la serie, a solo 4,19% según los datos de la última semana registrada (22-29 de mayo). Estos datos se acercan bastante a lo que se ha observado en Italia.
Precaución
Los datos apuntados son claramente interpretables y además deben ser tomados con cautela.
En general pueden entenderse desde distintas explicaciones científicas: la aparición de cepas más leves (1), condiciones ambientales más favorables (2), un portador promedio más fuerte, habiendo el virus afectado ya a la población más vulnerable (3), mejor tratamiento (4) o menor carga viral debido al distanciamiento social (5). Los datos disponibles no ayudan demasiado a resolver esta cuestión.
De todos modos, a pesar de que el brote epidémico se va amortiguando, es necesario mantener una vigilancia activa en dos frentes fundamentales.
Primero, en la población general a través del mantenimiento de una actitud responsable para evitar conductas de riesgo y segundo, por parte de la administración sanitaria, en disponer estrategias para un diagnóstico y tratamiento precoz de los infectados y gestionar de modo eficiente la prevención en los convivientes.
Necesidad de investigación
Es sorprendente la escasez de investigación que trata de abordar este problema y resolver la cuestión de si el SARS-1 CoV-2 se está debilitando o no. Evidencias más claras surgirán en las próximas semanas, al menos para Italia y España.
De hecho, el diseño de las políticas sanitarias, con los riesgos y consecuencias que implica para la economía, la educación y otros sectores, depende en buena medida de dicha tendencia.
Si se confirmara la pérdida de agresividad del virus, se podrían aplicar inmediatamente, de forma controlada, las intervenciones más efectivas para la recuperación social y económica nacional, con la certeza que los posibles picos epidémicos se pueden controlar con estrategias basadas en la responsabilidad personal de la población y el control epidemiológico de los casos.
En cualquier caso, es necesaria más investigación para confirmar esta posibilidad, aunque si lo fuera se haría evidente en sólo unas semanas. Así lo esperamos.
AUTORES
(*) Lluís Oviedo es profesor ordinario de Antropología teológica y Teología Fundamental en la Pontificia Universidad Antonianum de Roma, e invitado en el Instituto Teológico de Murcia sobre temas de religión, cultura y sociedad.
Sara Lumbreras es profesora titular de la Universidad Pontifica Comillas, especializada en el desarrollo de modelos matemáticos para apoyar la toma de decisiones, particularmente en las áreas de optimización clásica e inteligencia artificial.
Joaquín Fernández-Crehuet es Catedrático Emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública. Universidad de Málaga. Académico de Número de la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental.
Fuente TENDENCIAS 21