La teoría de juegos se puede aplicar a la búsqueda de otras civilizaciones: identifica un exoplaneta al que dirigir los mensajes y considera inevitable el encuentro ET.
Miles de millones de exoplanetas están presentes en nuestra galaxia, de los que al menos 60 son potencialmente habitables, según el último balance de The Planetary Habitability Laboratory (PHL).
Desde los años 70 del siglo pasado, diferentes proyectos SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligence) han intentado sin éxito encontrar una señal de vida extraterrestre inteligente, bien analizando señales electromagnéticas capturadas por radiotelescopios, bien enviando mensajes al espacio que nadie ha contestado.
Desde 1950, la así conocida paradoja de Fermi ha planteado la contradicción que supone la alta probabilidad de que no estemos solos en el universo, con la constatación de que no tenemos evidencia de otras civilizaciones.
La respuesta sería que, o bien no hay nadie más como nosotros en el ancho universo, o bien que esas hipotéticas civilizaciones diferentes prefieren que nadie las encuentre.
Esta paradoja mantiene encerrado al proyecto SETI en un círculo vicioso que solo se rompería si alguna otra civilización se aviniera a participar a un intercambio de mensajes con nosotros.
Superando a Fermi
Ahora ha surgido una propuesta que tal vez permita desbloquear esta situación, informa la revista Astronomy.
Formulada por el astrónomo Eamonn Kerins, de la Universidad de Manchester en el Reino Unido, recurre a la teoría de juegos para determinar no sólo cómo debemos orientar la búsqueda de señales, sino también a quién correspondería enviar el primer mensaje, si nosotros a ellos o ellos a nosotros.
En un artículo publicado en arXiv, Kerins dice que, según la teoría de juegos, no hay muchos sitios donde buscar vida extraterrestre: de todos los exoplanetas posibles, solo debemos elegir uno.
El nuevo enfoque que propone se llama detectabilidad mutua: debemos convertir nuestra búsqueda en algo compartido, porque jamás encontraremos a nadie que no quiera o pueda ser localizado. Las dos civilizaciones debemos estar expuestas de forma accesible al posible encuentro.
Información común
“La detectabilidad mutua es un enfoque basado en la teoría de juegos, cuyo objetivo es mejorar las posibilidades de comunicación entre dos civilizaciones capaces de SETI”, escribe Kerins en su artículo.
También considera que la detectabilidad no puede ser simétrica: las condiciones ambientales de los planetas donde residen ambas civilizaciones nunca serán las mismas, ni las potencialidades tecnológicas tampoco.
Eso significa que cada una puede buscar indicios de la otra de forma completamente diferente, lo que impediría el encuentro. Por eso Kerins propone orientar nuestra búsqueda a una civilización que comparta datos similares a los nuestros, lo que llama “información de denominador común”.
Una vez resuelta esta selección, queda otra cuestión previa por resolver: quién toma la iniciativa. Kerins dice que, según la teoría de juegos, corresponde la iniciativa a la civilización que tenga más datos comparables, la información más común a ambas civilizaciones.
En concreto
Aplicando esta teoría a la práctica, Kerins se ha basado en el archivo de exoplanetas de la NASA, según el cual hay hasta 74 exoplanetas en las zonas habitables de sus respectivas estrellas, para centrarse en los exoplanetas que podrían observarnos a nosotros tal como nosotros los observamos a ellos: detectando el ligero oscurecimiento de su sol cuando el planeta pasa por delante de la estrella.
Kerins llega a la conclusión de que, con esas condiciones, fuera del sistema solar solo hay un exoplaneta que puede alinearse con nuestro sistema solar para ver el tránsito de la Tierra frente al Sol.
Se trata de K2-155d, una supertierra descubierta en 2018 que orbita en la zona habitable de una estrella llamada K2-155 en la constelación de Tauro, situada a unos 200 años luz de la Tierra. K2-155d tiene el potencial de albergar agua líquida.
La teoría de juegos revela también quién debe tomar la iniciativa: nosotros, porque K2-155d es más visible para nosotros que la Tierra para ellos. Si, por casualidad, la supuesta civilización que la habita está buscando vecinos, espera nuestra llamada.
Esta constatación no descarta otras posibilidades, porque puede haber estrellas con menos visibilidad, todavía poco conocidas por nosotros, que alberguen civilizaciones a las que correspondería tomar la iniciativa de llamarnos.
De esta investigación se desprenden dos conclusiones: SETI necesita una revisión y enfocar su búsqueda en la dirección de K2-155d. Y también esperar a que ocurra lo inevitable: que alguien nos vea y nos envíe una señal porque somos más visibles para ellos.
Juegos y mutualidad
La teoría de juegos que enmarca esta propuesta es un área de la matemática aplicada que utiliza modelos para armonizar relaciones entre seres inteligentes que toman decisiones.
Se ha aplicado inicialmente en economía, pero ha resultado útil también en la biología o las ciencias de la computación, entre otros muchos campos.
Durante los años de la guerra fría (1947-1991), se aplicó también al campo de la estrategia militar y alumbró el concepto de destrucción mutua asegurada: aplicada a las armas nucleares, calculaba que ninguna potencia las usaría porque también supondría su propia destrucción.
Kerins ha llegado a una conclusión parecida en el campo SETI. La detectabilidad mutua invierte el principio de la destrucción mutua: deduce que dos civilizaciones que compartan la misma lógica terminarán encontrándose porque, según la teoría de juegos, ese encuentro es tan inevitable como que las potencias renuncien al uso de las armas nucleares para resolver sus conflictos.
Miles de millones de exoplanetas están presentes en nuestra galaxia, de los que al menos 60 son potencialmente habitables, según el último balance de The Planetary Habitability Laboratory (PHL).
Desde los años 70 del siglo pasado, diferentes proyectos SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligence) han intentado sin éxito encontrar una señal de vida extraterrestre inteligente, bien analizando señales electromagnéticas capturadas por radiotelescopios, bien enviando mensajes al espacio que nadie ha contestado.
Desde 1950, la así conocida paradoja de Fermi ha planteado la contradicción que supone la alta probabilidad de que no estemos solos en el universo, con la constatación de que no tenemos evidencia de otras civilizaciones.
La respuesta sería que, o bien no hay nadie más como nosotros en el ancho universo, o bien que esas hipotéticas civilizaciones diferentes prefieren que nadie las encuentre.
Esta paradoja mantiene encerrado al proyecto SETI en un círculo vicioso que solo se rompería si alguna otra civilización se aviniera a participar a un intercambio de mensajes con nosotros.
Superando a Fermi
Ahora ha surgido una propuesta que tal vez permita desbloquear esta situación, informa la revista Astronomy.
Formulada por el astrónomo Eamonn Kerins, de la Universidad de Manchester en el Reino Unido, recurre a la teoría de juegos para determinar no sólo cómo debemos orientar la búsqueda de señales, sino también a quién correspondería enviar el primer mensaje, si nosotros a ellos o ellos a nosotros.
En un artículo publicado en arXiv, Kerins dice que, según la teoría de juegos, no hay muchos sitios donde buscar vida extraterrestre: de todos los exoplanetas posibles, solo debemos elegir uno.
El nuevo enfoque que propone se llama detectabilidad mutua: debemos convertir nuestra búsqueda en algo compartido, porque jamás encontraremos a nadie que no quiera o pueda ser localizado. Las dos civilizaciones debemos estar expuestas de forma accesible al posible encuentro.
Información común
“La detectabilidad mutua es un enfoque basado en la teoría de juegos, cuyo objetivo es mejorar las posibilidades de comunicación entre dos civilizaciones capaces de SETI”, escribe Kerins en su artículo.
También considera que la detectabilidad no puede ser simétrica: las condiciones ambientales de los planetas donde residen ambas civilizaciones nunca serán las mismas, ni las potencialidades tecnológicas tampoco.
Eso significa que cada una puede buscar indicios de la otra de forma completamente diferente, lo que impediría el encuentro. Por eso Kerins propone orientar nuestra búsqueda a una civilización que comparta datos similares a los nuestros, lo que llama “información de denominador común”.
Una vez resuelta esta selección, queda otra cuestión previa por resolver: quién toma la iniciativa. Kerins dice que, según la teoría de juegos, corresponde la iniciativa a la civilización que tenga más datos comparables, la información más común a ambas civilizaciones.
En concreto
Aplicando esta teoría a la práctica, Kerins se ha basado en el archivo de exoplanetas de la NASA, según el cual hay hasta 74 exoplanetas en las zonas habitables de sus respectivas estrellas, para centrarse en los exoplanetas que podrían observarnos a nosotros tal como nosotros los observamos a ellos: detectando el ligero oscurecimiento de su sol cuando el planeta pasa por delante de la estrella.
Kerins llega a la conclusión de que, con esas condiciones, fuera del sistema solar solo hay un exoplaneta que puede alinearse con nuestro sistema solar para ver el tránsito de la Tierra frente al Sol.
Se trata de K2-155d, una supertierra descubierta en 2018 que orbita en la zona habitable de una estrella llamada K2-155 en la constelación de Tauro, situada a unos 200 años luz de la Tierra. K2-155d tiene el potencial de albergar agua líquida.
La teoría de juegos revela también quién debe tomar la iniciativa: nosotros, porque K2-155d es más visible para nosotros que la Tierra para ellos. Si, por casualidad, la supuesta civilización que la habita está buscando vecinos, espera nuestra llamada.
Esta constatación no descarta otras posibilidades, porque puede haber estrellas con menos visibilidad, todavía poco conocidas por nosotros, que alberguen civilizaciones a las que correspondería tomar la iniciativa de llamarnos.
De esta investigación se desprenden dos conclusiones: SETI necesita una revisión y enfocar su búsqueda en la dirección de K2-155d. Y también esperar a que ocurra lo inevitable: que alguien nos vea y nos envíe una señal porque somos más visibles para ellos.
Juegos y mutualidad
La teoría de juegos que enmarca esta propuesta es un área de la matemática aplicada que utiliza modelos para armonizar relaciones entre seres inteligentes que toman decisiones.
Se ha aplicado inicialmente en economía, pero ha resultado útil también en la biología o las ciencias de la computación, entre otros muchos campos.
Durante los años de la guerra fría (1947-1991), se aplicó también al campo de la estrategia militar y alumbró el concepto de destrucción mutua asegurada: aplicada a las armas nucleares, calculaba que ninguna potencia las usaría porque también supondría su propia destrucción.
Kerins ha llegado a una conclusión parecida en el campo SETI. La detectabilidad mutua invierte el principio de la destrucción mutua: deduce que dos civilizaciones que compartan la misma lógica terminarán encontrándose porque, según la teoría de juegos, ese encuentro es tan inevitable como que las potencias renuncien al uso de las armas nucleares para resolver sus conflictos.
Fuente TENDENCIAS 21