Sin título

Con el ojo abierto de sus percepciones racionales, el sabio contempló un mundo muy diferente. Primero, con ojos mortales contemplando la ilusión se ven todos esos tesoros que en nuestra ignorancia hemos apreciado. Pero gradualmente, a medida que los ojos de la carne se cierran, el ojo del alma se abre y, como en un sueño, el espectáculo de la mundanalidad se desvanece y en su lugar se revela el universo permanente.




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