Estudiando las marcas de impacto en la superficie del asteroide Bennu -el objetivo de la misión OSIRIS-REx de la NASA, que acaba de recoger muestras de su superficie- un equipo de investigadores dirigido por la Universidad de Arizona ha descubierto el pasado del asteroide y ha revelado que, a pesar de haberse formado hace cientos de millones de años, Bennu vagó por el vecindario de la Tierra solo muy recientemente.
El estudio, publicado en la revista Nature, proporciona un nuevo punto de referencia para comprender la evolución de los asteroides, ofrece información sobre una población de desechos poco conocida y peligrosa para las naves espaciales, y mejora la comprensión de los científicos acerca del sistema solar.
Los investigadores utilizaron imágenes y mediciones basadas en un sensor láser tomadas durante una fase de estudio de dos años en la que la nave espacial OSIRIS-REx, del tamaño de una camioneta, orbitó Bennu y batió el récord de ser la nave espacial más pequeña en orbitar un cuerpo menor.
La publicación se produce solo unos días después de un importante hito de la misión OSIRIS-REx de la NASA, dirigida por la Universidad de Arizona. El 20 de octubre, la nave espacial descendió con éxito hasta el asteroide Bennu para tomar una muestra de su superficie, una primicia para la NASA. La muestra ha sido almacenada con éxito y será devuelta a la Tierra para su estudio en 2023, donde podría dar a los científicos una visión de las primeras etapas de la formación de nuestro sistema solar.
Aunque la Tierra está siendo bombardeada con más de 100 toneladas de desechos espaciales cada día, es virtualmente imposible encontrar una superficie rocosa golpeada por impactos de pequeños objetos a altas velocidades. Gracias a nuestra atmósfera, podemos disfrutar de cualquier objeto de menos de unos pocos metros como estrella fugaz, en lugar de tener que temer ser golpeados por lo que esencialmente equivale a una bala procedente del espacio exterior.
Sin embargo, los cuerpos planetarios que carecen de esa capa protectora soportan todo el peso de un perpetuo bombardeo cósmico, y tienen las cicatrices que lo demuestran. Las imágenes de alta resolución tomadas por la nave espacial OSIRIS-REx durante su campaña de estudio de dos años permitieron a los investigadores estudiar incluso cráteres diminutos, con diámetros que van de un centímetro a un metro, en las rocas de Bennu.
En promedio, el equipo encontró rocas de 1 metro o más que tenían señales de uno a 60 hoyos, originados por el impacto de desechos espaciales que iban de unos pocos milímetros a decenas de centímetros.
"Me sorprendió ver estos rasgos en la superficie de Bennu", dijo el autor principal del artículo, Ronald Ballouz, investigador postdoctoral del Laboratorio Lunar y Planetario de UArizona. "Las rocas cuentan su historia a través de los cráteres que han acumulado con el tiempo. No hemos observado nada como esto desde que los astronautas caminaron en la Luna".
Para Ballouz, que creció durante los años 90 en Beirut, Líbano, después de la guerra civil, la imagen de una superficie rocosa con pequeños cráteres de impacto evocaba recuerdos de infancia de paredes de edificios llenas de agujeros de bala en su país natal devastado por la guerra.
"Donde crecí, los edificios tienen agujeros de bala por todas partes, y nunca pensé en ello", dijo. "Era solo un hecho de la vida. Así que, cuando miré las imágenes del asteroide, sentí mucha curiosidad, e inmediatamente pensé que debían ser rasgos de impacto".
Las observaciones realizadas por Ballouz y su equipo salvan una brecha entre los estudios anteriores de los desechos espaciales de más de unos pocos centímetros, basados en los impactos en la Luna, y los estudios de objetos de menos de unos pocos milímetros, basados en las observaciones de los meteoros que entran en la atmósfera de la Tierra y los impactos en las naves espaciales.
"Los objetos que formaron los cráteres en las rocas de Bennu caen dentro de este margen del que no sabemos mucho", dijo Ballouz, añadiendo que las rocas en ese rango de tamaño son un importante campo de estudio, principalmente porque representan peligros para las naves espaciales en órbita alrededor de la Tierra. "Un impacto de uno de estos objetos de tamaño milimétrico a centimétrico a velocidades de 72.000 km por hora puede ser peligroso".
Ballouz y su equipo desarrollaron una técnica para cuantificar la fuerza de los objetos sólidos usando observaciones remotas de cráteres en las superficies de rocas, una fórmula matemática que permite a los investigadores calcular la máxima energía de impacto que una roca de un determinado tamaño y fuerza podría soportar antes de ser aplastada. En otras palabras, la distribución de cráteres encontrada en Bennu hoy en día mantiene un registro histórico de la frecuencia, tamaño y velocidad de los eventos de impacto que el asteroide ha experimentado a lo largo de su historia.
Aplicando la técnica a rocas que van desde guijarros hasta piedras del tamaño de aparcamientos, los investigadores pudieron hacer inferencias sobre los tamaños y el tipo de impactadores a los que se expusieron las rocas, y durante cuánto tiempo.
Los autores concluyen que los cráteres más grandes de las rocas de Bennu se crearon mientras este residía en el cinturón de asteroides, donde las velocidades de impacto son menores que en el entorno cercano a la Tierra, pero son más frecuentes y a menudo están cerca del límite de lo que las rocas podrían soportar. Por otra parte, los cráteres más pequeños se adquirieron más recientemente, durante la época de Bennu en el espacio cercano a la Tierra, donde las velocidades de impacto son mayores pero los impactadores potencialmente perturbadores son mucho menos comunes.
Basándose en estos cálculos, los autores determinan que Bennu es un relativamente recién llegado al vecindario de la Tierra. Aunque se cree que se formó en el cinturón principal de asteroides hace más de 100 millones de años, se estima que fue expulsado de él y emigró a su territorio actual hace solo 1,75 millones de años. Ampliando los resultados a otros objetos cercanos a la Tierra, o NEO, los investigadores también sugieren que estos objetos probablemente proceden de cuerpos precursores que entran en la categoría de asteroides, que son en su mayoría rocosos con poco o ningún hielo, en vez de cometas, que tienen más hielo que roca. (Fuente: NCYT Amazings)
El estudio, publicado en la revista Nature, proporciona un nuevo punto de referencia para comprender la evolución de los asteroides, ofrece información sobre una población de desechos poco conocida y peligrosa para las naves espaciales, y mejora la comprensión de los científicos acerca del sistema solar.
Los investigadores utilizaron imágenes y mediciones basadas en un sensor láser tomadas durante una fase de estudio de dos años en la que la nave espacial OSIRIS-REx, del tamaño de una camioneta, orbitó Bennu y batió el récord de ser la nave espacial más pequeña en orbitar un cuerpo menor.
La publicación se produce solo unos días después de un importante hito de la misión OSIRIS-REx de la NASA, dirigida por la Universidad de Arizona. El 20 de octubre, la nave espacial descendió con éxito hasta el asteroide Bennu para tomar una muestra de su superficie, una primicia para la NASA. La muestra ha sido almacenada con éxito y será devuelta a la Tierra para su estudio en 2023, donde podría dar a los científicos una visión de las primeras etapas de la formación de nuestro sistema solar.
Aunque la Tierra está siendo bombardeada con más de 100 toneladas de desechos espaciales cada día, es virtualmente imposible encontrar una superficie rocosa golpeada por impactos de pequeños objetos a altas velocidades. Gracias a nuestra atmósfera, podemos disfrutar de cualquier objeto de menos de unos pocos metros como estrella fugaz, en lugar de tener que temer ser golpeados por lo que esencialmente equivale a una bala procedente del espacio exterior.
Sin embargo, los cuerpos planetarios que carecen de esa capa protectora soportan todo el peso de un perpetuo bombardeo cósmico, y tienen las cicatrices que lo demuestran. Las imágenes de alta resolución tomadas por la nave espacial OSIRIS-REx durante su campaña de estudio de dos años permitieron a los investigadores estudiar incluso cráteres diminutos, con diámetros que van de un centímetro a un metro, en las rocas de Bennu.
En promedio, el equipo encontró rocas de 1 metro o más que tenían señales de uno a 60 hoyos, originados por el impacto de desechos espaciales que iban de unos pocos milímetros a decenas de centímetros.
"Me sorprendió ver estos rasgos en la superficie de Bennu", dijo el autor principal del artículo, Ronald Ballouz, investigador postdoctoral del Laboratorio Lunar y Planetario de UArizona. "Las rocas cuentan su historia a través de los cráteres que han acumulado con el tiempo. No hemos observado nada como esto desde que los astronautas caminaron en la Luna".
Para Ballouz, que creció durante los años 90 en Beirut, Líbano, después de la guerra civil, la imagen de una superficie rocosa con pequeños cráteres de impacto evocaba recuerdos de infancia de paredes de edificios llenas de agujeros de bala en su país natal devastado por la guerra.
"Donde crecí, los edificios tienen agujeros de bala por todas partes, y nunca pensé en ello", dijo. "Era solo un hecho de la vida. Así que, cuando miré las imágenes del asteroide, sentí mucha curiosidad, e inmediatamente pensé que debían ser rasgos de impacto".
Las observaciones realizadas por Ballouz y su equipo salvan una brecha entre los estudios anteriores de los desechos espaciales de más de unos pocos centímetros, basados en los impactos en la Luna, y los estudios de objetos de menos de unos pocos milímetros, basados en las observaciones de los meteoros que entran en la atmósfera de la Tierra y los impactos en las naves espaciales.
"Los objetos que formaron los cráteres en las rocas de Bennu caen dentro de este margen del que no sabemos mucho", dijo Ballouz, añadiendo que las rocas en ese rango de tamaño son un importante campo de estudio, principalmente porque representan peligros para las naves espaciales en órbita alrededor de la Tierra. "Un impacto de uno de estos objetos de tamaño milimétrico a centimétrico a velocidades de 72.000 km por hora puede ser peligroso".
Ballouz y su equipo desarrollaron una técnica para cuantificar la fuerza de los objetos sólidos usando observaciones remotas de cráteres en las superficies de rocas, una fórmula matemática que permite a los investigadores calcular la máxima energía de impacto que una roca de un determinado tamaño y fuerza podría soportar antes de ser aplastada. En otras palabras, la distribución de cráteres encontrada en Bennu hoy en día mantiene un registro histórico de la frecuencia, tamaño y velocidad de los eventos de impacto que el asteroide ha experimentado a lo largo de su historia.
Aplicando la técnica a rocas que van desde guijarros hasta piedras del tamaño de aparcamientos, los investigadores pudieron hacer inferencias sobre los tamaños y el tipo de impactadores a los que se expusieron las rocas, y durante cuánto tiempo.
Los autores concluyen que los cráteres más grandes de las rocas de Bennu se crearon mientras este residía en el cinturón de asteroides, donde las velocidades de impacto son menores que en el entorno cercano a la Tierra, pero son más frecuentes y a menudo están cerca del límite de lo que las rocas podrían soportar. Por otra parte, los cráteres más pequeños se adquirieron más recientemente, durante la época de Bennu en el espacio cercano a la Tierra, donde las velocidades de impacto son mayores pero los impactadores potencialmente perturbadores son mucho menos comunes.
Basándose en estos cálculos, los autores determinan que Bennu es un relativamente recién llegado al vecindario de la Tierra. Aunque se cree que se formó en el cinturón principal de asteroides hace más de 100 millones de años, se estima que fue expulsado de él y emigró a su territorio actual hace solo 1,75 millones de años. Ampliando los resultados a otros objetos cercanos a la Tierra, o NEO, los investigadores también sugieren que estos objetos probablemente proceden de cuerpos precursores que entran en la categoría de asteroides, que son en su mayoría rocosos con poco o ningún hielo, en vez de cometas, que tienen más hielo que roca. (Fuente: NCYT Amazings)
Fuente NCYT