Lo construyeron técnicos alemanes que arribaron al país después de la Segunda Guerra Mundial. Trajeron pieza por pieza y lo armaron como a un mecano con remaches en caliente para almacenar gas de carbón de coque e iluminar las calles de la ciudad.
Lo quisieron bombardear los aviadores navales que se alzaron contra la democracia por considerarlo un símbolo del enemigo. Su estructura de acero repelió la metralla y los explosivos.
Lo abandonaron, pretendieron desguazarlo y no pudieron; lo privatizaron y lo estatizaron.
Lo admiraron tres generaciones de vecinos de Villa Maipú, Saavedra y Villa Martelli y lo ven a diario cientos de miles de personas que circulan con sus autos por la delgada frontera que separa la Ciudad de Buenos Aires del territorio bonaerense.
Los que pasan por ahí se preguntan lo mismo ahora que hace siete décadas: ¿qué es eso? ¿Qué hay ahí adentro? ¿Gas, radiactividad, agua potable? ¿Fantasmas?
Intacto, impenetrable, indestructible, el gasómetro de la General Paz y la avenida Constituyentes permanece como una garrafa gigante, después de 70 años de haberse elevado por los cielos hasta los 85 metros de altura, como un edificio de 25 pisos que domina el paisaje, soberbio y ajeno al paso del tiempo.
Como si fuera el refugio de Godzilla -es lo que creían los niños de 1970-, el gasómetro guarda pedazos de la historia argentina, de la tibia industrialización estatal del primer gobierno peronista a la liberalización de la economía de finales de siglo.
Con toda esa carga, se erige como el único gasómetro argentino de grueso calibre que sigue en pie, aun cuando ya no cumpla sus funciones originales. Es el más grande de América.
Los gasómetros de la Maschinenfabrik Augsburg-Nürnberg (MAN)
Construido por la empresa alemana Maschinenfabrik Augsburg-Nürnberg(MAN) en 1949, fue inaugurado solo dos años después.
Su utilidad residía en almacenar el gas que venía de la antigua usina de Corrales, la cual producía ese combustible quemando carbón de coque, una tecnología originalmente británica que permitió iluminar los barrios circundantes.
Durante el derrocamiento del presidente Juan Perón y los bombardeos a Plaza de Mayo en junio de 1955, como recordaron en el periódico zonal El Barrio, se lo consideró un objetivo militar.
Los alzados al mando del marino Isaac Rojas embistieron su estructura con la metralla emanada de los Gloster Meteor de la aviación naval; incluso una bomba cayó cerca, destruyendo una vivienda de Villa Maipú: algunos dicen que iba directo al coloso de acero para provocar una explosión extraordinaria, pero la bomba rebotó, sin estallar. Después del atentado y con la caída del segundo gobierno peronista, el gasómetro de MAN dejó de funcionar.
Sin embargo, la estructura sigue ahí, despertando la curiosidad de quienes pasan por la avenida General Paz. Sus 57 metros de diámetro y sus 2256 paños de chapa gruesa de 7 metros por 80 centímetros, 24 vigas verticales y más de 300 escalones, de acuerdo con la recopilación pormenorizada de Eduardo Parise, se ven tan flamantes como al principio.
Los ingenieros alemanes lo emplazaron en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, sobre un terreno que antiguamente había sido una laguna. Corría el año 1949 y, según las fotos de época que atesora el Archivo General de la Nación (AGN), entonces todo era campo y la avenida General Paz estrenaba nuevo sentido vial (porque antes se conducía a la inglesa).
Sus gruesas chapas fueron remachadas con bulones en caliente en solo dos años. Se inauguró en 1951. Era el más grande, y todavía hoy lo es, de todo el Ámbito Metropolitano de Buenos Aires, donde hubo al menos 12 gasómetros que fueron desmantelados en la década del 70.
En el barrio de Floresta había uno, y también otro muy famoso sobre la avenida La Plata que, luego de haberse desarmado, le dio paso al estadio del club San Lorenzo de Almagro, razón por la cual se hizo conocido como "El gasómetro".
Los gasómetros de la MAN: de Barcelona a Oberhausen
Dedicada principalmente a la producción de motores y camiones, la empresa alemana MAN había patentado la nueva tecnología de gasómetro seco en 1924. El sistema consistía en un cilindro con un pistón interior que subía o bajaba de acuerdo a la presión de gas que se necesitaba para abastecer a la red de luminarias.
Esta tecnología, la misma que empleaba el gasómetro argentino de la General Paz, se replicó en otros gasómetros idénticos de otras partes del mundo, como el construido por MAN en 1932 en el barrio catalán del Poblenou (Barcelona), en la fábrica de Sant Martí que dio origen a La Catalana, la empresa gasífera española. Aunque, por la Guerra Civil, recién se inauguró en 1940.
Algunos años antes (1929), en la ciudad de Oberhausen, Alemania, MAN inauguró un imponente gasómetro de 118 metros de altura, el más popular y el más grande del mundo, y le dio a la empresa su carta de presentación a nivel global.
Tanto así que también se lo consideró un objetivo militar y fue duramente bombardeado por los aliados sobre el final de la Segunda Guerra Mundial. En la inmediata posguerra, fue reparado pero, como si la desgracia lo golpeara una y otra vez, en 1946 se incendió. Los alemanes lo volvieron a reparar y siguió funcionando nada menos que hasta 1988.
Cuando se decidió cambiar de tecnología, el gasómetro de Oberhausen iba a ser desguazado por considerarse obsoleto, pero en 1992 el gobierno local decidió comprarlo y ahorrarse el problema del desguace por una cifra onerosa. Hoy sigue siendo un orgullo de la tecnología alemana del siglo XX y lejos de estar en desuso, como su par bonaerense, los alemanes lo convirtieron en un centro cultural único en su tipo.
El gasómetro más grande de América, testigo de la tragedia argentina
Además de fenómenos paranormales nunca comprobados y de imprecisos suicidios de empleados estatales de Gas Natural durante las privatizaciones de los años 90, el gasómetro de la General Paz fue testigo de la más reciente y trágica historia argentina.
Desde sus techos podían adivinarse las edificaciones del Batallón de Artillería Logística 10 del Ejército Argentino en Villa Martelli, donde hasta 1979 funcionó un Centro Clandestino de Detención (CCD) durante la última dictadura militar.
Por esos años, el coloso de acero fue adaptado para albergar talleres, estacionamientos, depósito de máquinas y sanitarios. Emblema de viejos anhelos industriales, se había convertido en un cascarón de acero.
El 23 de septiembre de 1983, pasadas las 16 horas, a menos de 200 metros del gasómetro, sucedió también lo que figura en la bibliografía atómica mundial como el primer y único accidente nuclear de Sudamérica: la "excursión de potencia" del reactor nuclear RA-2 del Centro Atómico Constituyentes. Pero el gasómetro ni se inmutó.
Años más tarde, "el tanque" de gas también fue testigo de la sublevación militar carapintada al mando del coronel Mohamed Seineldín de diciembre de 1988, durante el epílogo del gobierno de Raúl Alfonsín. Los insurrectos se habían amotinado en el mismo Batallón de Artillería Logística 10 de Villa Martelli y desde lo alto del gasómetro se vislumbraba la breve batalla, con disparos de mortero y tiros de fusiles FAL, que intercambiaban disidentes y leales comandados por el teniente general José Caridi.
El canto de los vecinos -"Caridi, seguro, al turco dale duro"- retumbaba en las gruesas chapas del edificio y se amplificaba por toda la periferia, mientras los francotiradores, apostados arriba del gasómetro, aguardaban la orden para abatir al enemigo.
Un bien histórico nacional en desuso
Declarado "Bien Histórico Nacional" por el decreto 1536 de 2009 que lo considera el único gasómetro en su tipo "que no fue desguazado en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano bonaerense", el gigante alemán sigue dominando el horizonte.
Como su par de Oberhausen en Alemania, el de la General Paz podría reconvertirse pero, hasta ahora, todo sigue igual. El refugio de Godzilla se mantiene intacto a pesar de las bombas y las rebeliones carapintadas; impenetrable, indestructible, como hace 70 años.
Lo quisieron bombardear los aviadores navales que se alzaron contra la democracia por considerarlo un símbolo del enemigo. Su estructura de acero repelió la metralla y los explosivos.
Lo abandonaron, pretendieron desguazarlo y no pudieron; lo privatizaron y lo estatizaron.
Lo admiraron tres generaciones de vecinos de Villa Maipú, Saavedra y Villa Martelli y lo ven a diario cientos de miles de personas que circulan con sus autos por la delgada frontera que separa la Ciudad de Buenos Aires del territorio bonaerense.
Los que pasan por ahí se preguntan lo mismo ahora que hace siete décadas: ¿qué es eso? ¿Qué hay ahí adentro? ¿Gas, radiactividad, agua potable? ¿Fantasmas?
Intacto, impenetrable, indestructible, el gasómetro de la General Paz y la avenida Constituyentes permanece como una garrafa gigante, después de 70 años de haberse elevado por los cielos hasta los 85 metros de altura, como un edificio de 25 pisos que domina el paisaje, soberbio y ajeno al paso del tiempo.
Como si fuera el refugio de Godzilla -es lo que creían los niños de 1970-, el gasómetro guarda pedazos de la historia argentina, de la tibia industrialización estatal del primer gobierno peronista a la liberalización de la economía de finales de siglo.
Con toda esa carga, se erige como el único gasómetro argentino de grueso calibre que sigue en pie, aun cuando ya no cumpla sus funciones originales. Es el más grande de América.
Los gasómetros de la Maschinenfabrik Augsburg-Nürnberg (MAN)
Construido por la empresa alemana Maschinenfabrik Augsburg-Nürnberg(MAN) en 1949, fue inaugurado solo dos años después.
Su utilidad residía en almacenar el gas que venía de la antigua usina de Corrales, la cual producía ese combustible quemando carbón de coque, una tecnología originalmente británica que permitió iluminar los barrios circundantes.
Durante el derrocamiento del presidente Juan Perón y los bombardeos a Plaza de Mayo en junio de 1955, como recordaron en el periódico zonal El Barrio, se lo consideró un objetivo militar.
Los alzados al mando del marino Isaac Rojas embistieron su estructura con la metralla emanada de los Gloster Meteor de la aviación naval; incluso una bomba cayó cerca, destruyendo una vivienda de Villa Maipú: algunos dicen que iba directo al coloso de acero para provocar una explosión extraordinaria, pero la bomba rebotó, sin estallar. Después del atentado y con la caída del segundo gobierno peronista, el gasómetro de MAN dejó de funcionar.
Sin embargo, la estructura sigue ahí, despertando la curiosidad de quienes pasan por la avenida General Paz. Sus 57 metros de diámetro y sus 2256 paños de chapa gruesa de 7 metros por 80 centímetros, 24 vigas verticales y más de 300 escalones, de acuerdo con la recopilación pormenorizada de Eduardo Parise, se ven tan flamantes como al principio.
Los ingenieros alemanes lo emplazaron en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, sobre un terreno que antiguamente había sido una laguna. Corría el año 1949 y, según las fotos de época que atesora el Archivo General de la Nación (AGN), entonces todo era campo y la avenida General Paz estrenaba nuevo sentido vial (porque antes se conducía a la inglesa).
Sus gruesas chapas fueron remachadas con bulones en caliente en solo dos años. Se inauguró en 1951. Era el más grande, y todavía hoy lo es, de todo el Ámbito Metropolitano de Buenos Aires, donde hubo al menos 12 gasómetros que fueron desmantelados en la década del 70.
En el barrio de Floresta había uno, y también otro muy famoso sobre la avenida La Plata que, luego de haberse desarmado, le dio paso al estadio del club San Lorenzo de Almagro, razón por la cual se hizo conocido como "El gasómetro".
Los gasómetros de la MAN: de Barcelona a Oberhausen
Dedicada principalmente a la producción de motores y camiones, la empresa alemana MAN había patentado la nueva tecnología de gasómetro seco en 1924. El sistema consistía en un cilindro con un pistón interior que subía o bajaba de acuerdo a la presión de gas que se necesitaba para abastecer a la red de luminarias.
Esta tecnología, la misma que empleaba el gasómetro argentino de la General Paz, se replicó en otros gasómetros idénticos de otras partes del mundo, como el construido por MAN en 1932 en el barrio catalán del Poblenou (Barcelona), en la fábrica de Sant Martí que dio origen a La Catalana, la empresa gasífera española. Aunque, por la Guerra Civil, recién se inauguró en 1940.
Algunos años antes (1929), en la ciudad de Oberhausen, Alemania, MAN inauguró un imponente gasómetro de 118 metros de altura, el más popular y el más grande del mundo, y le dio a la empresa su carta de presentación a nivel global.
Tanto así que también se lo consideró un objetivo militar y fue duramente bombardeado por los aliados sobre el final de la Segunda Guerra Mundial. En la inmediata posguerra, fue reparado pero, como si la desgracia lo golpeara una y otra vez, en 1946 se incendió. Los alemanes lo volvieron a reparar y siguió funcionando nada menos que hasta 1988.
Cuando se decidió cambiar de tecnología, el gasómetro de Oberhausen iba a ser desguazado por considerarse obsoleto, pero en 1992 el gobierno local decidió comprarlo y ahorrarse el problema del desguace por una cifra onerosa. Hoy sigue siendo un orgullo de la tecnología alemana del siglo XX y lejos de estar en desuso, como su par bonaerense, los alemanes lo convirtieron en un centro cultural único en su tipo.
El gasómetro más grande de América, testigo de la tragedia argentina
Además de fenómenos paranormales nunca comprobados y de imprecisos suicidios de empleados estatales de Gas Natural durante las privatizaciones de los años 90, el gasómetro de la General Paz fue testigo de la más reciente y trágica historia argentina.
Desde sus techos podían adivinarse las edificaciones del Batallón de Artillería Logística 10 del Ejército Argentino en Villa Martelli, donde hasta 1979 funcionó un Centro Clandestino de Detención (CCD) durante la última dictadura militar.
Por esos años, el coloso de acero fue adaptado para albergar talleres, estacionamientos, depósito de máquinas y sanitarios. Emblema de viejos anhelos industriales, se había convertido en un cascarón de acero.
El 23 de septiembre de 1983, pasadas las 16 horas, a menos de 200 metros del gasómetro, sucedió también lo que figura en la bibliografía atómica mundial como el primer y único accidente nuclear de Sudamérica: la "excursión de potencia" del reactor nuclear RA-2 del Centro Atómico Constituyentes. Pero el gasómetro ni se inmutó.
Años más tarde, "el tanque" de gas también fue testigo de la sublevación militar carapintada al mando del coronel Mohamed Seineldín de diciembre de 1988, durante el epílogo del gobierno de Raúl Alfonsín. Los insurrectos se habían amotinado en el mismo Batallón de Artillería Logística 10 de Villa Martelli y desde lo alto del gasómetro se vislumbraba la breve batalla, con disparos de mortero y tiros de fusiles FAL, que intercambiaban disidentes y leales comandados por el teniente general José Caridi.
El canto de los vecinos -"Caridi, seguro, al turco dale duro"- retumbaba en las gruesas chapas del edificio y se amplificaba por toda la periferia, mientras los francotiradores, apostados arriba del gasómetro, aguardaban la orden para abatir al enemigo.
Un bien histórico nacional en desuso
Declarado "Bien Histórico Nacional" por el decreto 1536 de 2009 que lo considera el único gasómetro en su tipo "que no fue desguazado en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano bonaerense", el gigante alemán sigue dominando el horizonte.
Como su par de Oberhausen en Alemania, el de la General Paz podría reconvertirse pero, hasta ahora, todo sigue igual. El refugio de Godzilla se mantiene intacto a pesar de las bombas y las rebeliones carapintadas; impenetrable, indestructible, como hace 70 años.
Fuente LA NACION