Miles de cilindros de 10 km y con capacidad para 57.000 personas cada uno podrían ser la solución a la conquista del espacio por el ser humano
La idea de vivir fuera de la Tierra ya no es solo ciencia ficción. Con la vista puesta en la Luna y Marte, donde el hombre construirá sus primeros hogares más allá del planeta que le vio nacer, las agencias espaciales (y algunos multimillonarios del sector privado) elaboran ya sesudas estrategias destinadas a conseguir el objetivo. Resulta lógico que los primeros esfuerzos se centren en los lugares que tenemos más cerca: Marte, por ejemplo, es un candidato obvio, dada su relativa proximidad, su ciclo día-noche de 24 horas y su atmósfera rica en CO2.
Sin embargo, existe una escuela de pensamiento con ideas totalmente distintas, según la que colonizar un planeta, cualquier planeta, supone un esfuerzo mucho mayor que el beneficio que se espera obtener de él. Un buen ejemplo es el artículo publicado hace apenas unos días en arXiv, en el que se propone la construcción de un enorme hábitat flotante que podría colocarse, por ejemplo, en la órbita del planeta enano Ceres, el mayor de los objetos del cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter.
En su estudio, el astrofísico Pekka Janhunen, del Instituto Meteorológico de Finlandia, describe su visión de un «mega satélite» formado por miles de kilométricas naves espaciales cilíndricas, unidas entre sí por un «marco» de imanes en forma de disco y en órbita permanente alrededor de Ceres.
Basándose en la idea formulada en los años 70 por Gerard K. O´Neill, cada uno de estos hábitats cilíndricos tendría capacidad para unas 50.000 personas. Por supuesto, contaría con una atmósfera artificial y generaría su propia gravedad, similar a la terrestre, gracias a la fuerza centrífuga de su propia rotación.
¿Por qué en Ceres?
En su artículo, Janhunen deja claro que la elección de Ceres no es un simple capricho. Para empezar, su distancia media a la Tierra es comparable a la de Marte, lo que hace que viajar hasta allí sea relativamente fácil. Pero no es esa la ventaja principal. El planeta enano, en efecto, es rico en nitrógeno, un gas que sería esencial para el desarrollo de la atmósfera artificial. No olvidemos que la atmósfera terrestre está compuesta por cerca de un 79% de nitrógeno. Según el investigador, para transportarlo hasta el asentamiento orbital, junto a otras materias primas extraídas de Ceres, se podrían utilizar ascensores espaciales.
La idea, según Janhunen, también podría evitar uno de los mayores problemas que supondría una colonia sobre la superficie marciana: los efectos sobre la salud de la baja gravedad. «Mi preocupación -dice el investigador- es que los niños que vivieran en un asentamiento en Marte no se convertirían en adultos sanos (en términos de músculos y huesos), debido a que la gravedad marciana es demasiado baja. Por lo tanto, busqué una alternativa que proporcionara una gravedad similar a la de la Tierra, pero que fuera también un mundo interconectado».
Así funcionaría la colonia orbital
Según la propuesta de Janhunen, cada uno de los cilindros del mega satélite sería capaz de producir su propia gravedad por rotación. Cada hábitat cilíndrico tendría 10 km de longitud y un km de radio, efectuando una rotación completa cada 66 segundos para generar una gravedad similar a la terrestre.
Cada uno de los cilindros podría albergar cómodamente a unas 57.000 personas, y se mantendría en su sitio, junto a sus cilindros vecinos, gracias a potentes imanes, del estilo de los que se utilizan para la levitación magnética. La idea de Janhunen permite, además, una expansión de la colonia casi ilimitada: bastaría con ir agregando nuevos cilindros al hábitat en los bordes del disco. Según el científico, la superficie de Marte, mucho menor que la de la Tierra, «no brinda el espacio suficiente para una población significativa y una expansión económica». En una colonia orbital en Ceres, sin embargo, «se podrían construir entre uno y millones de hábitats cilíndricos».
Gracias a dos enormes espejos de vidrio en ambos laterales de cada cilindro, la luz solar en el interior del hábitat estaría garantizada. Los espejos tendrían una inclinación de 45 grados con respecto al disco que los alberga, de modo que reflejarían la luz hacia el interior de los cilindros. Dentro de cada uno de ellos, una parte se destinaría a la agricultura y a la plantación de árboles, plantados en un lecho de tierra de 1,5 metros de espesor obtenida a partir de materias primas del propio Ceres. La parte «urbana», sin embargo, se iluminaría con luz artificial, de modo que se podría mantener un ciclo día/noche similar al de la Tierra.
La idea puede parecer extravagante, pero lo cierto es que tiene ya sus defensores. Entre ellos Jeff Bezos, CEO de Amazon y fundador de la compañía espacial Blue Origin, que en 2019 ya habló de la conveniencia de construir «colonias O´Neill» muy similares a las propuestas por Janhunen. La forma de construir esas colonias, sin embargo no está clara todavía.
A pesar de ello, Janhunen se muestra optimista, y en un mail enviado a la revista Live Science afirma que los primeros colonos humanos podrían empezar a viajar a Ceres en los próximos 15 años. Un plazo que muchos, a pesar de creer que la idea es plausible, consideran demasiado corto.
La idea de vivir fuera de la Tierra ya no es solo ciencia ficción. Con la vista puesta en la Luna y Marte, donde el hombre construirá sus primeros hogares más allá del planeta que le vio nacer, las agencias espaciales (y algunos multimillonarios del sector privado) elaboran ya sesudas estrategias destinadas a conseguir el objetivo. Resulta lógico que los primeros esfuerzos se centren en los lugares que tenemos más cerca: Marte, por ejemplo, es un candidato obvio, dada su relativa proximidad, su ciclo día-noche de 24 horas y su atmósfera rica en CO2.
Sin embargo, existe una escuela de pensamiento con ideas totalmente distintas, según la que colonizar un planeta, cualquier planeta, supone un esfuerzo mucho mayor que el beneficio que se espera obtener de él. Un buen ejemplo es el artículo publicado hace apenas unos días en arXiv, en el que se propone la construcción de un enorme hábitat flotante que podría colocarse, por ejemplo, en la órbita del planeta enano Ceres, el mayor de los objetos del cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter.
En su estudio, el astrofísico Pekka Janhunen, del Instituto Meteorológico de Finlandia, describe su visión de un «mega satélite» formado por miles de kilométricas naves espaciales cilíndricas, unidas entre sí por un «marco» de imanes en forma de disco y en órbita permanente alrededor de Ceres.
Basándose en la idea formulada en los años 70 por Gerard K. O´Neill, cada uno de estos hábitats cilíndricos tendría capacidad para unas 50.000 personas. Por supuesto, contaría con una atmósfera artificial y generaría su propia gravedad, similar a la terrestre, gracias a la fuerza centrífuga de su propia rotación.
¿Por qué en Ceres?
En su artículo, Janhunen deja claro que la elección de Ceres no es un simple capricho. Para empezar, su distancia media a la Tierra es comparable a la de Marte, lo que hace que viajar hasta allí sea relativamente fácil. Pero no es esa la ventaja principal. El planeta enano, en efecto, es rico en nitrógeno, un gas que sería esencial para el desarrollo de la atmósfera artificial. No olvidemos que la atmósfera terrestre está compuesta por cerca de un 79% de nitrógeno. Según el investigador, para transportarlo hasta el asentamiento orbital, junto a otras materias primas extraídas de Ceres, se podrían utilizar ascensores espaciales.
La idea, según Janhunen, también podría evitar uno de los mayores problemas que supondría una colonia sobre la superficie marciana: los efectos sobre la salud de la baja gravedad. «Mi preocupación -dice el investigador- es que los niños que vivieran en un asentamiento en Marte no se convertirían en adultos sanos (en términos de músculos y huesos), debido a que la gravedad marciana es demasiado baja. Por lo tanto, busqué una alternativa que proporcionara una gravedad similar a la de la Tierra, pero que fuera también un mundo interconectado».
Así funcionaría la colonia orbital
Según la propuesta de Janhunen, cada uno de los cilindros del mega satélite sería capaz de producir su propia gravedad por rotación. Cada hábitat cilíndrico tendría 10 km de longitud y un km de radio, efectuando una rotación completa cada 66 segundos para generar una gravedad similar a la terrestre.
Cada uno de los cilindros podría albergar cómodamente a unas 57.000 personas, y se mantendría en su sitio, junto a sus cilindros vecinos, gracias a potentes imanes, del estilo de los que se utilizan para la levitación magnética. La idea de Janhunen permite, además, una expansión de la colonia casi ilimitada: bastaría con ir agregando nuevos cilindros al hábitat en los bordes del disco. Según el científico, la superficie de Marte, mucho menor que la de la Tierra, «no brinda el espacio suficiente para una población significativa y una expansión económica». En una colonia orbital en Ceres, sin embargo, «se podrían construir entre uno y millones de hábitats cilíndricos».
Gracias a dos enormes espejos de vidrio en ambos laterales de cada cilindro, la luz solar en el interior del hábitat estaría garantizada. Los espejos tendrían una inclinación de 45 grados con respecto al disco que los alberga, de modo que reflejarían la luz hacia el interior de los cilindros. Dentro de cada uno de ellos, una parte se destinaría a la agricultura y a la plantación de árboles, plantados en un lecho de tierra de 1,5 metros de espesor obtenida a partir de materias primas del propio Ceres. La parte «urbana», sin embargo, se iluminaría con luz artificial, de modo que se podría mantener un ciclo día/noche similar al de la Tierra.
La idea puede parecer extravagante, pero lo cierto es que tiene ya sus defensores. Entre ellos Jeff Bezos, CEO de Amazon y fundador de la compañía espacial Blue Origin, que en 2019 ya habló de la conveniencia de construir «colonias O´Neill» muy similares a las propuestas por Janhunen. La forma de construir esas colonias, sin embargo no está clara todavía.
A pesar de ello, Janhunen se muestra optimista, y en un mail enviado a la revista Live Science afirma que los primeros colonos humanos podrían empezar a viajar a Ceres en los próximos 15 años. Un plazo que muchos, a pesar de creer que la idea es plausible, consideran demasiado corto.