Ser o no ser planeta: ¿es esa la cuestión?

La vida del príncipe Hamlet transcurre en el castillo de Elsinor sin un solo momento de paz. En cada paso de su vida le surgen preguntas a las que no puede contestar con un sí o un no definitivo. ¿Era el espíritu de su padre lo que vio en el castillo? ¿Debe tomar venganza por el asesinato del rey y matar a su tío? ¿Vale la pena pelear por su vida o es mejor dejarse morir? Al igual que en la existencia de Hamlet, el transcurrir de la historia de Plutón se encuentra también llena de interrogantes. Los astrónomos más destacados del planeta no logran ponerse de acuerdo y dudan en darle o no su entidad como planeta. Duda: ¿el nombre hace la diferencia?

Seguramente, una de las clases que más disfrutan los chicos en el jardín de infantes o en la escuela primaria es aquella en la que sus maestros les cuentan sobre el sistema solar. Por muchos años se les ha enseñado que existen nueve planetas: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Sin embargo, esto cambió en 2006 cuando la Unión Astronómica Internacional (IAU por sus siglas en inglés) reclasificó a Plutón como planeta enano retirándole su estatus de planeta. A pesar de esto, aún hay opiniones encontradas sobre esta nueva clasificación. Para comprender mejor la controversia/duda sobre su condición de planeta o planeta enano vamos a poner en contexto está discusión. Repasemos cómo se sucedieron los descubrimientos de los últimos cuerpos celestes en nuestro sistema solar.

Para 1845 Urbain Le Verrier, un matemático francés, ya había comenzado a interesarse en el movimiento de Urano alrededor del Sol. La órbita que presentaba este planeta no era la que se esperaba según los cálculos matemáticos. Una explicación posible para la alteración encontrada en su trayectoria era la existencia de un astro aún no descubierto que pudiera ejercer un efecto gravitatorio. Este investigador empleó la mecánica newtoniana para predecir la posición del planeta responsable de las perturbaciones observadas en la órbita de Urano.​ Con los cálculos hechos por Le Verrier el astrónomo Johann Gottried Galle del Observatorio de Berlín pudo identificar al planeta Neptuno en el cielo apenas una hora después de haber iniciado su observación. El famoso astrónomo francés Francois Arago solía decir que Le Verrier había sido “el hombre que descubrió un planeta con un lápiz”.

Observaciones posteriores más detalladas realizadas a cabo a finales del siglo XIX llevaron a Percival Lowell, un reconocido astrónomo estadounidense, a conjeturar que existía otro planeta que alteraba la órbita de Urano y Neptuno. Este investigador fue el mismo que propuso (y de lo cual estaba convencidísimo) que existían canales de origen artificial en Marte. En la búsqueda del planeta X, como lo bautizó Lowell, participó intensamente Elizabeth Langdon Williams. Esta investigadora fue una de las primeras mujeres en obtener la licenciatura en física en el reconocido Instituto de Tecnología de Massachusetts. Williams fue la mejor de su clase y la primera mujer en desempeñar un papel de honor durante la graduación de los estudiantes de física en la historia de dicha institución (1903). Lowell la contrató inicialmente para que colaborara en la edición de sus trabajos, pero en 1910 le solicitó que se incorporara al Proyecto Planeta X y literalmente que se desempeñara como una “verdadera computadora humana”. Williams llevó a cabo los cálculos matemáticos necesarios para determinar la región del espacio en la que Lowell debía buscar el misterioso planeta X basándose (como en el caso de Le Verrier) en las alteraciones encontradas en las órbitas de Neptuno y Urano. Sus cálculos permitieron predecir la ubicación del planeta desconocido, pero Lowell murió en 1916 y el proyecto se interrumpió. Esta increíble “computadora humana” continúo trabajando en el Observatorio Lowell hasta 1919, año en que ella y su esposo, también astrónomo, fueron despedidos por la viuda de Lowell por considerar inapropiado que el observatorio empleara a una mujer casada. Elizabeth Langdon Williams, quien desempeñó un papel central en el descubrimiento de Plutón gracias a sus excepcionales cualidades como matemática, ha permanecido relegada de todo reconocimiento por su participación en el descubrimiento del Plutón. Este es un caso, entre muchos otros, de lo que ha ocurrido con varias mujeres matemáticas que han sido apartadas a un papel secundario e inclusive eliminadas de cualquier reconocimiento a pesar de tener un rol decisivo en los proyectos en los que han participado. Otro ejemplo de la invisibilización de mujeres en ciencia sucedió la NASA a principios de 1960. Tres matemáticas afroamericanas colaboraron en la operación espacial con la que los EE. UU le ganó la partida a la URSS en la Guerra Fría. Estas brillantes mujeres no solo participaron en los aspectos científicos del proyecto sino que también lucharon por los derechos civiles de los afroamericanos. Su historia fue relatada en la película Talentos ocultos (2016).

Volviendo a la historia de Plutón, en 1929 se reanudó el proyecto para encontrar al misterioso Planeta X. El nuevo director del observatorio Lowell contrató a Clyde Tombaugh, un muy joven astrónomo de Kansas, para dirigirlo. Este investigador utilizó las predicciones realizadas por Lowell basadas en los cálculos de Williams para localizar al Planeta X. El Observatorio Lowell anunció oficialmente el descubrimiento del noveno planeta de nuestro sistema solar por Clyde Tombaugh el 13 de marzo de 1930, noticia que fue inmediatamente difundida por los periódicos de todo el planeta.

El profesor Harlow Shapley, director del Observatorio de Harvard, anunció hoy que el Observatorio Lowell en Flag-staff, Arizona, ha descubierto un noveno planeta importante. El planeta, que aún no ha sido nombrado, está más allá de Neptuno. Probablemente sea más grande que la Tierra, pero más pequeño que Urano. El descubrimiento confirma la creencia del difunto Dr. Percival Lowell de que tal planeta existía y, de hecho, fue el resultado de una búsqueda sistemática de varios años en apoyo de la creencia del Dr. Lowell. El profesor Shapley llama al descubrimiento el más importante desde el descubrimiento de Neptuno en 1846.

Traducción propia

En el descubrimiento de Plutón también participó una niña llamada Venitia, nieta de Falconer Madan, un bibliotecario jubilado de la Universidad de Oxford. La historia cuenta que Madan desayunaba con Venetia mientras leía con entusiasmo la noticia del descubrimiento del Planeta X o como lo llamó el Daily Tribune o El NUEVO MUNDO (NEW WORLD en la ilustración). La niña sugirió el nombre de Plutón por el dios del inframundo en la mitología romana. Madan mencionó la idea a su amigo, el astrónomo Herbert Hall Turner, quien lo propuso en un encuentro de la Royal Astronomical Society que tenía lugar en Londres en ese momento. Turner envió un telegrama al Observatorio Lowell sugiriendo el nombre elegido por Venetia para un planeta oscuro y melancólico.

El nombre fue aceptado el 1 de mayo de 1930 –aunque se barajaban otros–, por tratarse de un dios de la mitología romana –como otros nombres de planetas– y por comenzar por las iniciales PL que coincidía con las iniciales de Percival Lowell.

Finalmente todos estaban felices al encontrar el noveno planeta de nuestro sistema solar, los astrónomos de la época y la sociedad en su conjunto. Ahí estaba Plutón en los confines de nuestro sistema solar. ¿Pero qué pasó desde 1930 hasta 2006 para que los astrónomos dudaran si era correcto llamar a Plutón planeta o era más apropiado darle la categoría de planeta enano o plutoide o elemento transneptuniano o plutino? ¡Cuántos nombres para un cuerpo celeste que es algo menor que un quinto en tamaño de la Tierra!

Para comprender el porqué de tanta discusión (y duda aún no resuelta) tenemos que remontarnos a los antecedentes sobre el descubrimiento de otros cuerpos celestes. En 1801 los astrónomos de la época descubrieron un objeto entre Marte y Júpiter, al que llamaron Ceres. Este hallazgo planteó una duda a los astrónomos: ¿es un planeta o no lo es? Inicialmente se lo tomó como tal y la comunidad científica lo aceptó. Con el transcurrir del tiempo, los astrónomos fueron descubriendo un número de objetos similares. A medida que este número comenzaba a crecer, los investigadores comenzaron a dudar si la designación como planeta era correcta o no. Finalmente se optó por catalogar a Ceres no como planetoide o planeta enano sino como un asteroide junto a sus compañeros de órbita. Del mismo modo, cuando en el siglo XXI comenzaron a detectarse objetos del tamaño de Plutón en los confines del Sistema Solar, como Eris, Haumea, Makemake y Sedna, no pocos astrónomos desempolvaron la vieja pregunta ya que estos objetos desafiaban las definiciones.

La IAU consideró como una necesidad aprobar una definición formal de planeta, algo de lo que hasta entonces carecía. Tras un extenso debate, se llegó a la propuesta de que “un planeta es un cuerpo celeste que (a) está en órbita alrededor del Sol, (b) tiene suficiente masa para que su propia gravedad supere las fuerzas de cuerpo rígido de manera que adquiera un equilibrio hidrostático (forma prácticamente esférica), y (c) ha limpiado la vecindad de su órbita”. El 24 de agosto de 2006, se realizó una reunión plenaria de la IAU en la que se votó y aprobó la nueva definición de planeta. Esta nueva definición dejaba fuera a Plutón de la categoría de planeta por no cumplir el tercer requisito, ya que comparte la zona de su órbita con otros objetos. Por lo cual se lo catalogó como planeta enano.

Sin embargo, las opiniones en contra de esta definición fueron contundentes. Las críticas incluyen desde el procedimiento con el que se llevó a cabo la votación (ya que en esa ocasión sólo votaron 424 de los 9000 miembros de la Unión Astronómica Internacional) hasta aspectos técnicos. El científico planetario Alan Stern, investigador principal de la misión de la NASA New Horizons que en 2015 sobrevoló Plutón, ha sido uno de los más firmes opositores a la inclusión de este cuerpo celeste en el grupo de los planetas enanos. Stern declara: “la definición de Plutón como planeta enano es altamente defectuosa a tantos niveles que prácticamente nadie en la comunidad profesional de ciencia planetaria la utiliza en su trabajo de investigación”. Pero según este investigador, el fondo del problema estriba en definir algo no por sus características, sino en relación con situaciones ajenas. Ya en 2006 Stern afirmó: “en astronomía no clasificamos los objetos por lo que tienen cerca, sino por sus propiedades”. De hecho, después de 15 años de controversia, este ha persistido como el principal argumento de quienes rechazan la definición de la IAU. Numerosos expertos insisten en que deben ser los parámetros intrínsecos de los objetos, y no la dinámica de sus órbitas, los que definen a un planeta. Por lo tanto, si bien para la Unión Astronómica Internacional Plutón sigue siendo considerado un planeta enano o planetoide, gran parte de la comunidad científica duda si es correcta esta definición y en todo caso si se debería restituir la categoría de planeta. ¿Ser o no ser planeta? ¿Es la definición de planeta una cuestión en la que se pondrán de acuerdo los científicos planetario?

Por Alejandra Castro




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