Un trabajo argumenta que las fuerzas de marea ejercidas por Júpiter podrían haber calentado el interior del satélite hasta el punto de inducir actividad volcánica, un requisito considerado esencial para la existencia de vida.
El interior de Europa, la luna de Júpiter, probablemente haya sido lo bastante cálido para albergar volcanes submarinos. Tal es la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores dirigido por Marie Běhounková, de la Universidad Carolina de Praga, a partir de un modelo numérico del interior del satélite joviano. Los resultados, publicados en Geophysical Research Letters, apuntarían así a un requisito clave para la posible existencia de vida en este mundo del sistema solar.
Europa podría haber generado grandes cantidades de magma debido las fuerzas de marea ejercidas por Júpiter, las cuales habrían causado el rozamiento necesario para que el fenómeno tuviera lugar, especialmente en aquellos períodos históricos en que la órbita del satélite haya sido más elíptica. En tales casos, la roca fundida podría haber acabado vertida al océano que, según se cree, alberga esta luna bajo su gruesa superficie helada.
Según los autores, la actividad volcánica de Europa se asemejaría a las inundaciones de basalto terrestres, las cuales han arrojado enormes cantidades de lava en episodios relativamente breves. Y al igual que ocurre en nuestro planeta, el fenómeno podría haber alimentado fuentes hidrotermales en el fondo oceánico, cuyos homólogos terrestres se han postulado como posibles lugares donde se originó la vida.
La superficie de Europa se encuentra formada por una corteza helada surcada por grietas oscuras. Son varios los indicios que apuntan a que bajo esa capa helada existiría un océano de agua líquida de kilómetros de profundidad. Sin embargo, para que esa masa de agua pudiera albergar vida, la mayoría de los expertos cree necesaria la existencia de volcanes, los cuales proporcionarían la energía y los compuestos químicos necesarios. Hace tiempo que la existencia de tales volcanes es objeto de especulación entre los científicos.
Es cierto que Ío, otro satélite de Júpiter, sí presenta actividad volcánica debido al calor que generan en su interior las fuerzas de marea ejercidas por el gigante gaseoso. Sin embargo, esto es más cuestionable en el caso de Europa, ya que esta luna no solo se encuentra más lejos de Júpiter que Ío, sino que es también significativamente menor. Ello implica que las fuerzas de deformación son menores y también que se disipan con mayor rapidez.
Ahora, el trabajo de Běhounková y sus colaboradores argumenta que también el interior de Europa pudo haberse calentado lo suficiente para fundir la roca, al menos en aquellos períodos caracterizados por fuerzas de marea más intensas. Los autores infieren además que la actividad volcánica debería concentrarse en los polos, donde la deformación es mayor. En caso de confirmarse, ello convertiría a Europa en el único cuerpo celeste conocido además de la Tierra que no solo tendría un océano, sino también volcanes que podrían haber permanecido activos durante miles de millones de años.
El interior de Europa, la luna de Júpiter, probablemente haya sido lo bastante cálido para albergar volcanes submarinos. Tal es la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores dirigido por Marie Běhounková, de la Universidad Carolina de Praga, a partir de un modelo numérico del interior del satélite joviano. Los resultados, publicados en Geophysical Research Letters, apuntarían así a un requisito clave para la posible existencia de vida en este mundo del sistema solar.
Europa podría haber generado grandes cantidades de magma debido las fuerzas de marea ejercidas por Júpiter, las cuales habrían causado el rozamiento necesario para que el fenómeno tuviera lugar, especialmente en aquellos períodos históricos en que la órbita del satélite haya sido más elíptica. En tales casos, la roca fundida podría haber acabado vertida al océano que, según se cree, alberga esta luna bajo su gruesa superficie helada.
Según los autores, la actividad volcánica de Europa se asemejaría a las inundaciones de basalto terrestres, las cuales han arrojado enormes cantidades de lava en episodios relativamente breves. Y al igual que ocurre en nuestro planeta, el fenómeno podría haber alimentado fuentes hidrotermales en el fondo oceánico, cuyos homólogos terrestres se han postulado como posibles lugares donde se originó la vida.
La superficie de Europa se encuentra formada por una corteza helada surcada por grietas oscuras. Son varios los indicios que apuntan a que bajo esa capa helada existiría un océano de agua líquida de kilómetros de profundidad. Sin embargo, para que esa masa de agua pudiera albergar vida, la mayoría de los expertos cree necesaria la existencia de volcanes, los cuales proporcionarían la energía y los compuestos químicos necesarios. Hace tiempo que la existencia de tales volcanes es objeto de especulación entre los científicos.
Es cierto que Ío, otro satélite de Júpiter, sí presenta actividad volcánica debido al calor que generan en su interior las fuerzas de marea ejercidas por el gigante gaseoso. Sin embargo, esto es más cuestionable en el caso de Europa, ya que esta luna no solo se encuentra más lejos de Júpiter que Ío, sino que es también significativamente menor. Ello implica que las fuerzas de deformación son menores y también que se disipan con mayor rapidez.
Ahora, el trabajo de Běhounková y sus colaboradores argumenta que también el interior de Europa pudo haberse calentado lo suficiente para fundir la roca, al menos en aquellos períodos caracterizados por fuerzas de marea más intensas. Los autores infieren además que la actividad volcánica debería concentrarse en los polos, donde la deformación es mayor. En caso de confirmarse, ello convertiría a Europa en el único cuerpo celeste conocido además de la Tierra que no solo tendría un océano, sino también volcanes que podrían haber permanecido activos durante miles de millones de años.
Fuente INVESTIGACIÓN Y CIENCIA