Una civilización avanzada podría haber creado el universo que conocemos en un laboratorio, al lograr dominar las condiciones y la tecnología que se requieren para producir «universos bebés». Múltiples generaciones permitirían acumular el material genético necesario para «alumbrar» civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra.
El afamado científico de Harvard Avi Loeb sugiere en un artículo de opinión publicado en Scientific American que nuestro universo pudo ser creado en un laboratorio por una civilización más avanzada, a través de un túnel cuántico. Además, el desarrollo de tecnologías de gravedad cuántica puede elevarnos también a nosotros a una civilización de «clase A», capaz de crear un universo nuevo.
Un túnel cuántico es un fenómeno observable en el mundo microscópico: sucede cuando en ocasiones las partículas pueden atravesar paredes o barreras y acceder a sitios que deberían estar fuera de su alcance, aunque no tengan energía suficiente para hacerlo. Esa sería la forma a través de la cual el universo creado pudo manifestarse en la realidad.
En tanto, la gravedad cuántica es un campo de la física teórica que intenta unificar la descripción de tres de las fuerzas fundamentales de la naturaleza (electromagnetismo, fuerza nuclear fuerte y fuerza nuclear débil) con la cuarta fuerza fundamental: la gravedad. Esta integración entre la teoría cuántica de campos y la teoría general de la relatividad haría posible el desarrollo de la tecnología requerida para que una civilización «superinteligente» pueda crear un nuevo universo, a imagen y semejanza del que habita, según Loeb.
La pregunta eterna
El enigma sobre lo sucedido en el momento previo al Big Bang es quizás el mayor desafío que afronta la ciencia. Acceder a la respuesta permitiría terminar con una extensa cantidad de especulaciones y teorías, que van desde el surgimiento del universo a través del colapso de la materia en el interior de un agujero negro, hasta su aparición por una fluctuación del vacío, entre tantas otras posibilidades.
Para Avi Loeb, esa inquietud primordial, que ha desvelado por igual al pensamiento científico, la filosofía y las religiones, podría resolverse por un camino alternativo: la existencia de una civilización más avanzada que ha adquirido la capacidad de crear nuevos universos en un laboratorio.
Su opinión no es una más: Loeb fue presidente durante nueve años del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, director fundador de la Iniciativa Agujero Negro de Harvard y director del Instituto de Teoría y Computación del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica. Además, actualmente es miembro del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente de los Estados Unidos.
Tema relacionado: Replican en laboratorio las reacciones químicas que originaron el Universo.
Civilizaciones que ascienden de categoría
De acuerdo a la concepción de Loeb, esta civilización de «Clase A» habría logrado unificar la idea de un creador, propia de las religiones, con las nociones científicas inherentes a la gravedad cuántica. En consecuencia, dominaría las claves para gestar un universo desde cero, en el marco de un sistema biológico que se sustentaría en la acumulación de información genética intergeneracional, para propiciar así la evolución de las civilizaciones.
De esta forma, en el esquema de Loeb habría lugar para civilizaciones de «Clase C» o «Clase D» como la nuestra, que todavía no han logrado crear las condiciones necesarias para reproducir la habitabilidad de su planeta y ser independientes de su estrella o (incluso) que destruyen su propio hábitat mediante tecnologías que no son compatibles con su planeta.
Como este sistema hipotético supone la posibilidad de ir «ascendiendo» en la escala de las civilizaciones, también existirían las de «Clase B»: serían las que han logrado ajustar las condiciones de su entorno inmediato para que sea independiente de su estrella anfitriona. De allí en más, solo queda el acceso a la categoría máxima: las civilizaciones de «Clase A», que podrían dominar a voluntad la creación de «universos bebés».
Si esta noción fuera la correcta, la humanidad debería bajarse del pedestal que la posiciona como una «civilización elegida» para manifestar el milagro de la vida en el universo: por el contrario, sería solamente un eslabón más de una cadena intergeneracional a través de la cual múltiples civilizaciones van avanzando, hasta poder recrear y reproducir las características del universo que las contiene.
El afamado científico de Harvard Avi Loeb sugiere en un artículo de opinión publicado en Scientific American que nuestro universo pudo ser creado en un laboratorio por una civilización más avanzada, a través de un túnel cuántico. Además, el desarrollo de tecnologías de gravedad cuántica puede elevarnos también a nosotros a una civilización de «clase A», capaz de crear un universo nuevo.
Un túnel cuántico es un fenómeno observable en el mundo microscópico: sucede cuando en ocasiones las partículas pueden atravesar paredes o barreras y acceder a sitios que deberían estar fuera de su alcance, aunque no tengan energía suficiente para hacerlo. Esa sería la forma a través de la cual el universo creado pudo manifestarse en la realidad.
En tanto, la gravedad cuántica es un campo de la física teórica que intenta unificar la descripción de tres de las fuerzas fundamentales de la naturaleza (electromagnetismo, fuerza nuclear fuerte y fuerza nuclear débil) con la cuarta fuerza fundamental: la gravedad. Esta integración entre la teoría cuántica de campos y la teoría general de la relatividad haría posible el desarrollo de la tecnología requerida para que una civilización «superinteligente» pueda crear un nuevo universo, a imagen y semejanza del que habita, según Loeb.
La pregunta eterna
El enigma sobre lo sucedido en el momento previo al Big Bang es quizás el mayor desafío que afronta la ciencia. Acceder a la respuesta permitiría terminar con una extensa cantidad de especulaciones y teorías, que van desde el surgimiento del universo a través del colapso de la materia en el interior de un agujero negro, hasta su aparición por una fluctuación del vacío, entre tantas otras posibilidades.
Para Avi Loeb, esa inquietud primordial, que ha desvelado por igual al pensamiento científico, la filosofía y las religiones, podría resolverse por un camino alternativo: la existencia de una civilización más avanzada que ha adquirido la capacidad de crear nuevos universos en un laboratorio.
Su opinión no es una más: Loeb fue presidente durante nueve años del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, director fundador de la Iniciativa Agujero Negro de Harvard y director del Instituto de Teoría y Computación del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica. Además, actualmente es miembro del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente de los Estados Unidos.
Tema relacionado: Replican en laboratorio las reacciones químicas que originaron el Universo.
Civilizaciones que ascienden de categoría
De acuerdo a la concepción de Loeb, esta civilización de «Clase A» habría logrado unificar la idea de un creador, propia de las religiones, con las nociones científicas inherentes a la gravedad cuántica. En consecuencia, dominaría las claves para gestar un universo desde cero, en el marco de un sistema biológico que se sustentaría en la acumulación de información genética intergeneracional, para propiciar así la evolución de las civilizaciones.
De esta forma, en el esquema de Loeb habría lugar para civilizaciones de «Clase C» o «Clase D» como la nuestra, que todavía no han logrado crear las condiciones necesarias para reproducir la habitabilidad de su planeta y ser independientes de su estrella o (incluso) que destruyen su propio hábitat mediante tecnologías que no son compatibles con su planeta.
Como este sistema hipotético supone la posibilidad de ir «ascendiendo» en la escala de las civilizaciones, también existirían las de «Clase B»: serían las que han logrado ajustar las condiciones de su entorno inmediato para que sea independiente de su estrella anfitriona. De allí en más, solo queda el acceso a la categoría máxima: las civilizaciones de «Clase A», que podrían dominar a voluntad la creación de «universos bebés».
Si esta noción fuera la correcta, la humanidad debería bajarse del pedestal que la posiciona como una «civilización elegida» para manifestar el milagro de la vida en el universo: por el contrario, sería solamente un eslabón más de una cadena intergeneracional a través de la cual múltiples civilizaciones van avanzando, hasta poder recrear y reproducir las características del universo que las contiene.
Fuente TENDENCIAS 21