Cargan la primera experiencia sintética en un cerebro humano

Un experimento del MIT ha comprobado por primera vez que se puede introducir una experiencia sintética en el cerebro humano y conseguir que una persona llena de electrodos en su cabeza vea algo parecido a una cara en una simple pelota.

Los científicos han comprobado por primera vez que de alguna forma es posible introducir una experiencia sintética directamente en un cerebro humano, según revela la revista Wired.

Se trata de un experimento desarrollado de la mano de Nancy Gail Kanwisher, profesora en el Departamento de Ciencias Cerebrales y Cognitivas del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Kanwisher aprovechó los electrodos implantados en el cerebro de un paciente con convulsiones para probar si era posible inducirle una experiencia sensorial.

El paciente fue situado en una habitación ante una pequeña caja negra, y de pronto vio en ella unos ojos y una boca. Luego le cambiaron la caja por una pelota y obtuvo la misma visión. No sabía si era algo imaginado.

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Primera experiencia

Lo cierto es que esas visiones fueron provocadas deliberadamente por los investigadores, en lo que representa la primera experiencia de estas características conseguida en un laboratorio.

Sus electrodos sirvieron no solo para que los médicos pudieran ver las señales del cerebro durante las convulsiones, sino para que otros científicos escribieran en sus neuronas las señales que le llevaron a ver los ojos y boca donde realmente no estaban.

La revista explica que Nancy Kanwisher y su equipo están investigando la llamada área fusiforme de la cara, el principal sector del sistema visual humano que está especializado para el reconocimiento facial: se activa cuando una persona ve un rostro.

Lo que han hecho en este experimento es invertir el proceso: activar deliberadamente esa región del cerebro y conseguir que un paciente con electrodos viera en una caja irrelevante y en una anodina pelota, uno ojo y una boca que solo estaban en su mente.

Imagen superpuesta

La señal inducida se superpuso con la procedente de los sentidos y produjo la visión: el ciclo de impulsos eléctricos en sus neuronas no solo le mostró parte de una cara, sino que también le permitió reconocer que se trataba de un rostro humano.

El experimento generó confusión, no solo porque el paciente no podía explicar lo que estaba viendo, sino también porque el experimento solo pudo conseguir el reflejo de un ojo y una boca extrañamente posicionados.

Lo más importante, sin embargo, es que esta investigación ha puesto de manifiesto que la implantación de una realidad digital en un cerebro es hipotéticamente posible, aunque se trata de una posibilidad de momento bastante remota.

Los neurocientíficos pueden decodificar la señal que sale del cerebro lo suficientemente bien como para mover un cursor o un brazo robótico, aunque no pueden lograr la elegancia fluida de una conexión biológica, advierte Wired.

Al revés, muy complicado

Pero recorrer el camino inverso, introducir una señal en el cerebro para conseguir un efecto visual equivalente a la visión real, es algo mucho más complicado.

El problema es saber dónde implantar la señal, porque el cerebro es una sustancia salada que convierte la información sensorial en mente, señala Wired, para explicar la dificultad tecnológica asociada a esta pretensión.

Si queremos engañar a un cerebro para que perciba una entrada digital como realidad física, hay que comprender primero qué hacen las neuronas individuales, cuántas neuronas están implicadas en el proceso y cómo se relacionan entre sí.

El problema es que las señales que observamos cuando un cerebro está haciendo cosas cerebrales en realidad no se piensan: son los gases de escape que emite el cerebro mientras piensa, explica Wired.
Átomos de la percepción

Es un entorno muy difícil de gestionar, porque las neuronas son los átomos de la percepción: hay entre 50.000 y 100.000 neuronas en un pedazo de cerebro del tamaño de un grano de arroz, añade la revista.

Otra dificultad añadida es que, para conseguir una representación significativa, se necesita una gran cantidad de electrodos en el cerebro dirigidos con mucha precisión, porque los pensamientos son neurológicamente muy específicos.

La intensidad de la señal y el momento en que se implanta deben estar además perfectamente coordinados, porque la percepción y la cognición son como una sonata de piano: las notas deben sonar en un orden particular para que funcionen las armonías, precisa Wired. Cualquier error resultaría caótico.

Modesto paso adelante

El experimento realizado con el paciente de epilepsia representa solo un modesto paso en esa dirección: los investigadores consiguieron iluminar la región del cerebro que le permitió ver solo partes de una cara.

Para una mayor precisión hacen falta muchos más electrodos, pero los que están permitidos en la actualidad (un máximo de 1.000) no conseguirían nunca la proeza pretendida.

Sin embargo, la DARPA norteamericana está trabajando en una interfaz de 64.000 electrodos y se propone llegar hasta el millón de electrodos, pero, así y todo, con esa hipotética potencia no se conseguirá la pretendida implantación de una realidad digital medianamente engañosa para el cerebro, según Wired.

Apoyo optogenético

La optogenética es otra tecnología podría ayudar, ya que utiliza ráfagas de luz para activar las neuronas de un bulbo olfativo modificado: ha conseguido que los ratones perciban un «olor sintético», algo todavía muy alejado de las pretensiones de Kanwisher.

El último problema por resolver es que se piensa que las experiencias de cada criatura consciente son individualizadas, únicas para cada animal y su cerebro.

Eso significa que, en el caso que se desarrollara esta tecnología, lo más probable es que dos personas que recibieran la misma implantación de experiencia sintética, percibieran cosas diferentes, concluye Wired.




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