Estamos a merced de lo que el cerebro decide sobre lo que debemos o no debemos ver
Visión compleja
Esto convierte a la visión en un proceso complejo, porque cuando miramos a alguna parte, antes de disponer de la información visual recogida por los ojos, el cerebro interviene y nos construye una imagen de la realidad que puede, o no, corresponder a lo que realmente estamos viendo.
Y el cerebro procede así por que no cuenta con la suficiente capacidad para gestionar toda la información que proporcionan los ojos. Por eso, muchas veces el cerebro interpreta la información visual y compone para nuestra percepción una imagen amañada del entorno.
Por ejemplo, como continuamente parpadeamos, el cerebro debe añadir la información que falta al sistema visual para componer la imagen del entorno sin fisuras: así lo vemos discurriendo como una película, sin los lapsus del parpadeo.
Los investigadores que han analizado la imagen del agujero negro sugieren, en un artículo publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience, que la ilusión de ver en movimiento una mancha negra sobre un plano estático ocurre porque nuestro cerebro, constantemente, intenta percibir el presente anticipando el futuro.
Perspectiva de futuro
Es decir, el cerebro no solo corrige los lapsus del parpadeo, sino que “interpreta” lo que vemos añadiendo, cuando lo considera necesario, una perspectiva de futuro (la expansión del agujero negro): la integra en nuestra percepción como si realmente ese fuera el mensaje de la imagen.
La ilusión, puramente mental, de que el agujero negro se está expandiendo, provoca cambios fisiológicos en las pupilas, aunque son respuestas subconscientes incontrolables, ha establecido la nueva investigación.
Probaron la ilusión del agujero negro en 50 hombres y mujeres con visión normal. Usando un rastreador ocular infrarrojo, los investigadores descubrieron que cuanto más percibía un participante el movimiento del agujero negro, más fuerte era la respuesta de dilatación de la pupila. Como si el movimiento estuviera ocurriendo en realidad.
También descubrieron que la percepción del movimiento ilusorio de la imagen del agujero negro variaba entre los participantes: el 20%, o no percibió movimiento alguno de la mancha negra (como ocurría en la realidad), o apenas percibía un leve movimiento. No todos sucumben al engaño cerebral y no sabemos por qué.
La ilusión óptica cambia según el color de fondo o de la mancha. Dr. Bruno Laeng, Dr. Shoaib Nabil y Dr. Akiyoshi Kitaoka.
Los colores influyen
Otro detalle aportado por esta investigación: la ilusión del movimiento está relacionada con los colores, ya que funciona de una manera más intensa cuando el agujero negro está dibujado sobre fondo magenta, un color similar al fucsia, que puede variar del rosa intenso al púrpura saturado. Los investigadores piensan que este color influye en la percepción más intensa del movimiento porque oscurece la iluminación.
La experiencia cambia también si, en vez del color de fondo de la imagen, se modifica el color del agujero negro: se les presentó a los voluntarios del experimento, unas veces como azul, otras como verde, rojo o amarillo. Con estos colores, la mancha no es percibida en movimiento, aunque sus pupilas se contraían ligeramente.
En consecuencia, los investigadores especulan con que el movimiento aparece ante nuestra percepción porque, cuando contemplamos la visión de la mancha negra, inconscientemente la asociamos con la idea de que entramos en un agujero negro o túnel oscuro.
El cerebro decide por nosotros
Esta percepción, totalmente errónea, lleva a las pupilas a dilatarse para capturar más luz, anticipándose a la suposición de que realmente nos estamos introduciendo en un agujero negro.
Por eso la ilusión óptica no se produce cuando la mancha no es negra, sino de otro color: no imaginamos normalmente un túnel oscuro que sea verde o amarillo, ya que el mismo indicio de color indica la presencia de luz.
En consecuencia, deducimos que estamos a merced de lo que el cerebro decide sobre lo que debemos o no debemos ver, como ha quedado demostrado en otros experimentos de ilusiones ópticas. Es inútil abrir los ojos y salir del espejismo óptico, una trampa en la que caen también la moscas e incluso las neuronas artificiales.
Al final nos resignamos a lo que el cerebro nos presenta como real: una realidad virtual que es tremendamente práctica para la experiencia cotidiana, explica el autor principal de este trabajo, Bruno Laeng, profesor de psicología en la Universidad de Oslo, a The New York Times.
Cuando nuestros ojos perciben en movimiento una imagen estática, como una mancha negra, reaccionan dilatando las pupilas para adaptarnos a un espacio oscuro, aunque todo está ocurriendo solamente en el cerebro, no en la realidad.
La imagen que encabeza este artículo parece dinámica: una especie de agujero negro crece cada vez más. La realidad es que no es un video, sino una imagen estática, que la mayoría de las personas perciben en movimiento, sin que todavía sepamos por qué.
La experiencia cae en la categoría de lo que se conoce como ilusiones ópticas, distorsiones que ocurren en el proceso natural de la visión y que nos llevan a percibir el entorno de una forma diferente a como es en realidad.
Las ilusiones ópticas pueden suceder de manera natural o ser creadas por efectos visuales específicos. Cuando ocurren de forma natural, el origen puede ser fisiológico: las genera el cerebro para optimizar la visión natural.
La base de este proceso se encuentra en esta constatación: los ojos no son simples cámaras que captan la realidad, sino algo más complejo. Son como cámaras fotográficas con un cerebro incorporado, que interpreta la visión sin contar con nosotros.
La imagen que encabeza este artículo parece dinámica: una especie de agujero negro crece cada vez más. La realidad es que no es un video, sino una imagen estática, que la mayoría de las personas perciben en movimiento, sin que todavía sepamos por qué.
La experiencia cae en la categoría de lo que se conoce como ilusiones ópticas, distorsiones que ocurren en el proceso natural de la visión y que nos llevan a percibir el entorno de una forma diferente a como es en realidad.
Las ilusiones ópticas pueden suceder de manera natural o ser creadas por efectos visuales específicos. Cuando ocurren de forma natural, el origen puede ser fisiológico: las genera el cerebro para optimizar la visión natural.
La base de este proceso se encuentra en esta constatación: los ojos no son simples cámaras que captan la realidad, sino algo más complejo. Son como cámaras fotográficas con un cerebro incorporado, que interpreta la visión sin contar con nosotros.
Visión compleja
Esto convierte a la visión en un proceso complejo, porque cuando miramos a alguna parte, antes de disponer de la información visual recogida por los ojos, el cerebro interviene y nos construye una imagen de la realidad que puede, o no, corresponder a lo que realmente estamos viendo.
Y el cerebro procede así por que no cuenta con la suficiente capacidad para gestionar toda la información que proporcionan los ojos. Por eso, muchas veces el cerebro interpreta la información visual y compone para nuestra percepción una imagen amañada del entorno.
Por ejemplo, como continuamente parpadeamos, el cerebro debe añadir la información que falta al sistema visual para componer la imagen del entorno sin fisuras: así lo vemos discurriendo como una película, sin los lapsus del parpadeo.
Los investigadores que han analizado la imagen del agujero negro sugieren, en un artículo publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience, que la ilusión de ver en movimiento una mancha negra sobre un plano estático ocurre porque nuestro cerebro, constantemente, intenta percibir el presente anticipando el futuro.
Perspectiva de futuro
Es decir, el cerebro no solo corrige los lapsus del parpadeo, sino que “interpreta” lo que vemos añadiendo, cuando lo considera necesario, una perspectiva de futuro (la expansión del agujero negro): la integra en nuestra percepción como si realmente ese fuera el mensaje de la imagen.
La ilusión, puramente mental, de que el agujero negro se está expandiendo, provoca cambios fisiológicos en las pupilas, aunque son respuestas subconscientes incontrolables, ha establecido la nueva investigación.
Probaron la ilusión del agujero negro en 50 hombres y mujeres con visión normal. Usando un rastreador ocular infrarrojo, los investigadores descubrieron que cuanto más percibía un participante el movimiento del agujero negro, más fuerte era la respuesta de dilatación de la pupila. Como si el movimiento estuviera ocurriendo en realidad.
También descubrieron que la percepción del movimiento ilusorio de la imagen del agujero negro variaba entre los participantes: el 20%, o no percibió movimiento alguno de la mancha negra (como ocurría en la realidad), o apenas percibía un leve movimiento. No todos sucumben al engaño cerebral y no sabemos por qué.
La ilusión óptica cambia según el color de fondo o de la mancha. Dr. Bruno Laeng, Dr. Shoaib Nabil y Dr. Akiyoshi Kitaoka.
Los colores influyen
Otro detalle aportado por esta investigación: la ilusión del movimiento está relacionada con los colores, ya que funciona de una manera más intensa cuando el agujero negro está dibujado sobre fondo magenta, un color similar al fucsia, que puede variar del rosa intenso al púrpura saturado. Los investigadores piensan que este color influye en la percepción más intensa del movimiento porque oscurece la iluminación.
La experiencia cambia también si, en vez del color de fondo de la imagen, se modifica el color del agujero negro: se les presentó a los voluntarios del experimento, unas veces como azul, otras como verde, rojo o amarillo. Con estos colores, la mancha no es percibida en movimiento, aunque sus pupilas se contraían ligeramente.
En consecuencia, los investigadores especulan con que el movimiento aparece ante nuestra percepción porque, cuando contemplamos la visión de la mancha negra, inconscientemente la asociamos con la idea de que entramos en un agujero negro o túnel oscuro.
El cerebro decide por nosotros
Esta percepción, totalmente errónea, lleva a las pupilas a dilatarse para capturar más luz, anticipándose a la suposición de que realmente nos estamos introduciendo en un agujero negro.
Por eso la ilusión óptica no se produce cuando la mancha no es negra, sino de otro color: no imaginamos normalmente un túnel oscuro que sea verde o amarillo, ya que el mismo indicio de color indica la presencia de luz.
En consecuencia, deducimos que estamos a merced de lo que el cerebro decide sobre lo que debemos o no debemos ver, como ha quedado demostrado en otros experimentos de ilusiones ópticas. Es inútil abrir los ojos y salir del espejismo óptico, una trampa en la que caen también la moscas e incluso las neuronas artificiales.
Al final nos resignamos a lo que el cerebro nos presenta como real: una realidad virtual que es tremendamente práctica para la experiencia cotidiana, explica el autor principal de este trabajo, Bruno Laeng, profesor de psicología en la Universidad de Oslo, a The New York Times.
Fuente LEVANTE