Fomenta el neurodesarrollo y vincula la emoción con la inmunidad y el cáncer
Estrecha relación
Una de las primeras constataciones recientes es que el cerebro y el sistema inmunológico están estrechamente relacionados, una evidencia que ha sustituido la antigua creencia de que el cerebro estaba fortificado en la cúspide del organismo, con células longevas atrincheradas detrás de la insuperable barrera hematoencefálica, viviendo al margen del sistema inmunológico que preserva la vida.
Esta creencia comenzó a desmoronarse cuando en los años 90 del siglo pasado se descubrieron unas células inmunitarias que protegían a las neuronas ante una lesión aguda del sistema nervioso.
Más adelante se comprobó incluso que en las fronteras del cerebro están activas unas células inmunitarias, pero no se ha podido determinar con certeza si protegen la materia gris de enfermedades o en cambio contribuyen a su expansión.
Otra constatación reciente indica que en la frontera del cerebro abundan células inmunitarias, muchas de ellas idénticas a las que están presentes en otras partes del cuerpo, y que incluso la médula ósea del cráneo puede producir estas células defensivas, que forman así una especie de cuerpo de seguridad privativo del cerebro para prevenir posibles agresiones patógenas.
Canales protectores
Los descubrimientos sobre las estrategias defensivas del cerebro no han quedado ahí: también dispone de una serie de canales en su superficie dotados de células inmunes que forman un sistema linfático propio: puede registrar todo lo que pasa en el organismo y detectar cualquier alteración.
Y algo no menos sorprendente. Todos esos indicios de células inmunes en el cerebro, propias y ajenas, se complementan con otra evidencia: no solo protegen la materia gris, sino que también están implicadas en el neurodesarrollo.
Eso significa que su cometido no es solo defensivo, sino que están disponibles también para cerebros sanos, aunque todavía no se conoce bien cómo se comunican las células inmunes con el cerebro: se supone que es a través de mensajeros moleculares llamados citocinas.
Este aspecto también constituye otra revelación, porque esos mensajeros moleculares se relacionan con el comportamiento y pueden desencadenar reacciones propias de una enfermedad, como dormir más de la cuenta.
También se sospecha que pueden afectar a la memoria, el aprendizaje y a las conductas sociales, e incluso que podrían estar relacionadas con el trastorno autista.
Director de orquesta en la sombra
Y lo último que lo ha cambiado todo es la sospecha de que el cerebro, sin que nadie se haya dado cuenta hasta ahora, puede estar dirigiendo al sistema inmunitario de todo el cuerpo, ya que se han encontrado vínculos entre la emoción, la inmunidad y el cáncer.
Eso significa que estimulando determinadas neuronas se puede influir en la respuesta inmunológica ante cualquier anomalía, sobre todo porque también se ha comprobado que las células inmunitarias pueden relacionarse con las neuronas para que recuerden episodios pasados y eviten daños en el presente.
Estas constataciones no solo son válidas para enfermedades neurodegenerativas, sino que pueden ser útiles también para desarrollar terapias nuevas en enfermedades como la psoriasis o los trastornos intestinales.
Nature destaca también en su informe que todos estos potenciales desarrollos relacionados con el cerebro están en pañales y que todavía queda mucho trabajo por hacer para descifrar qué poblaciones de neuronas están implicadas en los diferentes procesos inmunes.
Y concluye, no obstante, que estos conocimientos preliminares se están aplicando para el rejuvenecimiento del sistema inmunológico humano, con la finalidad de combatir la enfermedad de Alzheimer, lo que abre camino a nuevas terapias para enfermedades neurodegenerativas en plazos de tiempo relativamente razonables.
El cerebro no solo colabora con el sistema inmunológico, sino que incluso lo dirige desde la sombra. Esta constatación sugiere que la emoción, la inmunidad y el cáncer estarían relacionados.
La revista Nature señala en un informe que un conjunto de investigaciones recientes sobre el cerebro ha podido determinar que un sistema inmunológico especial protege a nuestra materia gris.
Añade que se trata de un descubrimiento inacabado, porque diversas líneas de investigación siguen abiertas en la actualidad documentando esta apreciación de los científicos, que todavía no puede considerase concluyente.
No obstante, esta perspectiva abre insospechadas posibilidades no solo para un mejor conocimiento del cerebro, sino también para originales tratamientos de enfermedades neurodegenerativas que hoy se consideran imbatibles, precisa la revista.
La revista Nature señala en un informe que un conjunto de investigaciones recientes sobre el cerebro ha podido determinar que un sistema inmunológico especial protege a nuestra materia gris.
Añade que se trata de un descubrimiento inacabado, porque diversas líneas de investigación siguen abiertas en la actualidad documentando esta apreciación de los científicos, que todavía no puede considerase concluyente.
No obstante, esta perspectiva abre insospechadas posibilidades no solo para un mejor conocimiento del cerebro, sino también para originales tratamientos de enfermedades neurodegenerativas que hoy se consideran imbatibles, precisa la revista.
Estrecha relación
Una de las primeras constataciones recientes es que el cerebro y el sistema inmunológico están estrechamente relacionados, una evidencia que ha sustituido la antigua creencia de que el cerebro estaba fortificado en la cúspide del organismo, con células longevas atrincheradas detrás de la insuperable barrera hematoencefálica, viviendo al margen del sistema inmunológico que preserva la vida.
Esta creencia comenzó a desmoronarse cuando en los años 90 del siglo pasado se descubrieron unas células inmunitarias que protegían a las neuronas ante una lesión aguda del sistema nervioso.
Más adelante se comprobó incluso que en las fronteras del cerebro están activas unas células inmunitarias, pero no se ha podido determinar con certeza si protegen la materia gris de enfermedades o en cambio contribuyen a su expansión.
Otra constatación reciente indica que en la frontera del cerebro abundan células inmunitarias, muchas de ellas idénticas a las que están presentes en otras partes del cuerpo, y que incluso la médula ósea del cráneo puede producir estas células defensivas, que forman así una especie de cuerpo de seguridad privativo del cerebro para prevenir posibles agresiones patógenas.
Canales protectores
Los descubrimientos sobre las estrategias defensivas del cerebro no han quedado ahí: también dispone de una serie de canales en su superficie dotados de células inmunes que forman un sistema linfático propio: puede registrar todo lo que pasa en el organismo y detectar cualquier alteración.
Y algo no menos sorprendente. Todos esos indicios de células inmunes en el cerebro, propias y ajenas, se complementan con otra evidencia: no solo protegen la materia gris, sino que también están implicadas en el neurodesarrollo.
Eso significa que su cometido no es solo defensivo, sino que están disponibles también para cerebros sanos, aunque todavía no se conoce bien cómo se comunican las células inmunes con el cerebro: se supone que es a través de mensajeros moleculares llamados citocinas.
Este aspecto también constituye otra revelación, porque esos mensajeros moleculares se relacionan con el comportamiento y pueden desencadenar reacciones propias de una enfermedad, como dormir más de la cuenta.
También se sospecha que pueden afectar a la memoria, el aprendizaje y a las conductas sociales, e incluso que podrían estar relacionadas con el trastorno autista.
Director de orquesta en la sombra
Y lo último que lo ha cambiado todo es la sospecha de que el cerebro, sin que nadie se haya dado cuenta hasta ahora, puede estar dirigiendo al sistema inmunitario de todo el cuerpo, ya que se han encontrado vínculos entre la emoción, la inmunidad y el cáncer.
Eso significa que estimulando determinadas neuronas se puede influir en la respuesta inmunológica ante cualquier anomalía, sobre todo porque también se ha comprobado que las células inmunitarias pueden relacionarse con las neuronas para que recuerden episodios pasados y eviten daños en el presente.
Estas constataciones no solo son válidas para enfermedades neurodegenerativas, sino que pueden ser útiles también para desarrollar terapias nuevas en enfermedades como la psoriasis o los trastornos intestinales.
Nature destaca también en su informe que todos estos potenciales desarrollos relacionados con el cerebro están en pañales y que todavía queda mucho trabajo por hacer para descifrar qué poblaciones de neuronas están implicadas en los diferentes procesos inmunes.
Y concluye, no obstante, que estos conocimientos preliminares se están aplicando para el rejuvenecimiento del sistema inmunológico humano, con la finalidad de combatir la enfermedad de Alzheimer, lo que abre camino a nuevas terapias para enfermedades neurodegenerativas en plazos de tiempo relativamente razonables.
Fuente LEVANTE