La ciencia ha dejado de ser disruptiva después de haber vivido el siglo pasado una eclosión de innovaciones revolucionarias, pero al mismo tiempo está gestando algo gordo en campos como la astrofísica, la física, la biología y las neurociencias, que promete cambiar de nuevo el curso de la historia humana.
La revista Nature advierte de algo anómalo que está ocurriendo en la ciencia: aunque aumenta el número de investigaciones y de investigadores, el conocimiento científico ha dejado de ser disruptivo, ya no revoluciona lo que sabíamos.
Casi todos los campos de la ciencia y la tecnología muestran más de un 90 por ciento menos de disrupción ahora que hace ochenta años, en algunos casos ninguna, destaca Nature.
Algo está cambiando, sentencia la revista: el progreso se está desacelerando en varios campos importantes del conocimiento científico, reflejando un cambio fundamental en la naturaleza de la ciencia y la tecnología: predomina la investigación basada en la consolidación y disminuye el conocimiento disruptivo.
El autor principal de esta investigación, Michael Park, después de analizar 60 años de patentes y artículos de investigación, considera que tal vez la ciencia ha llegado demasiado lejos y necesita un tiempo para asimilar conocimientos previos, tal como le pasó a Einstein antes de cambiar el curso de la historia de la ciencia.
La revista Nature advierte de algo anómalo que está ocurriendo en la ciencia: aunque aumenta el número de investigaciones y de investigadores, el conocimiento científico ha dejado de ser disruptivo, ya no revoluciona lo que sabíamos.
Casi todos los campos de la ciencia y la tecnología muestran más de un 90 por ciento menos de disrupción ahora que hace ochenta años, en algunos casos ninguna, destaca Nature.
Algo está cambiando, sentencia la revista: el progreso se está desacelerando en varios campos importantes del conocimiento científico, reflejando un cambio fundamental en la naturaleza de la ciencia y la tecnología: predomina la investigación basada en la consolidación y disminuye el conocimiento disruptivo.
El autor principal de esta investigación, Michael Park, después de analizar 60 años de patentes y artículos de investigación, considera que tal vez la ciencia ha llegado demasiado lejos y necesita un tiempo para asimilar conocimientos previos, tal como le pasó a Einstein antes de cambiar el curso de la historia de la ciencia.
Sueño REM de la ciencia
Podemos decir, en ese sentido, que la ciencia ha entrado este siglo en una especie de fase REM: hay movimiento (como el ocular durante el sueño), pero el cuerpo científico está profundamente dormido, saboreando todavía el regusto de la vigilia.
La vigilia de esta etapa de la ciencia se refiere a la eclosión de innovación que conocimos el siglo pasado, que generó cambios radicales, tanto en las ciencias físicas como en las ciencias de la vida y en las ciencias sociales.
La verdad es que todavía estamos haciendo la digestión de todo lo que aprendimos el siglo pasado, particularmente el descubrimiento del mundo subatómico con todas sus derivadas (que parecen interminables), tanto a nivel de lo infinitamente pequeño, como de lo infinitamente grande.
La Relatividad, la mecánica cuántica, la consagración de la Teoría del Big Bang para explicar el origen del universo, forman parte de este escenario disruptivo que caracterizó a la ciencia el siglo pasado.
Siglo revolucionario
También, entre otros ejemplos, la primera llegada humana a la Luna, el establecimiento de la genética, el surgimiento e implantación de la informática, la primera observación de las ondas gravitacionales, la aparición del Airbus, el reconocimiento de las estructuras disipativas que dieron en 1977 el Nobel de Química a Ilya Prigogine, y el habernos dado cuenta, como dijo el biofísico francés Henri Atlan, de que la verdad científica es un ornamento de lo real. ¿Hay algo más disruptivo para el racionalismo propio de la Edad Moderna?
Podemos decir por tanto que el siglo XX fue excesivamente disruptivo y que en el presente siglo estamos profundizando en los conocimientos que adquirimos entonces: un claro ejemplo de esto es la constatación de la existencia del bosón de Higgs, formulada en 1964 y reconocida con el premio Nobel en 2013.
Un descubrimiento, a caballo entre dos siglos, que nos ayuda a entender mejor cómo están compuestas las partículas subatómicas de la materia, una tarea en la que todavía seguimos profundamente enredados, al igual que pasa con la relatividad, la gravedad o con el Modelo Estándar de la física de partículas, del que ya sabemos, 50 años después de su formulación, que tiene los días contados: no puede explicar lo que hemos denominado Nueva Física.
Nuevos horizontes
Paralelamente a este sueño REM, lo cierto también es que algo gordo se está fraguando en el mundo de la ciencia en campos como la astrofísica, la física, la biología y las neurociencias, que promete cambiar de nuevo el curso de la historia humana.
La revista Scientífic American da algunas pistas: señala al respecto que en 2023 avanzará en la búsqueda de vida más allá de la Tierra, ya sea porque el telescopio espacial James Webb nos informe sobre firmas biológicas en un exoplaneta distante, o porque descubramos fósiles en las rocas del cráter Jezero de Marte, donde el rover Perseverance de la NASA recolecta muestras.
The New Yorker destaca por su parte que 2022 ha sido un año superlativodesde el punto de vista científico: se refiere especialmente a que por primera vez en la historia hemos conseguido desviar de su trayectoria a un cuerpo celeste que estaba a 11 millones de kilómetros de la Tierra (DART).
Dos siglos encadenados
También señala que los hallazgos de 2022 sobre la eficacia de la psilocibina, el alucinógeno de los hongos mágicos, contra la depresión, han dejado atónitos incluso a algunos científicos.
Se refiere asimismo al logro científico de haber conseguido que neuronas humanas aprendan a jugar al Pong, experimentando “sensaciones” que les permiten interactuar con su entorno, aunque sin llegar a formar un cerebro ni tampoco a tener consciencia.
También destaca el hallazgo en Groenlandia del ADN más antiguo, que habla de un mundo perdido de hace dos millones de años, así como el primer experimento exitoso de fusión nuclear, capaz de generar más energía de la consumida: promete ser, al igual que el bosón de Higgs, una disrupción mayúscula a caballo entre dos siglos. Son destellos de lo que se está fraguando en el campo de la ciencia.
Salir de la pesadilla
Se han esgrimido muchos argumentos a favor y en contra de que la ciencia está o no atascada en sus propios pies, entre otras causas como consecuencia de la Ley de rendimientos decrecientes, según la cual es cada vez más difícil innovar en un contexto saturado de innovaciones.
Pero hay también un consenso tácito: es preciso repensar la ciencia y las políticas que la orientan porque, dada la crisis global en la que nos estamos metiendo, sin innovación disruptiva (y que llegue a tiempo) probablemente no sobrevivamos como especie en el próximo siglo. Tenemos que salir de la fase REM porque también es la fase del sueño en la que tenemos pesadillas.
Fuente LEVANTE