En septiembre de 2023, científicos de todo el mundo detectaron una misteriosa señal sísmica que duró nueve días seguidos. Mucho se especuló sobre las causas del enigmático fenómeno. Ahora un estudio realizado por un extenso equipo internacional ha resuelto el enigma, aunque la explicación es tan inquietante o más que el enigma inicial.
El equipo, integrado por 68 científicos de 40 instituciones en 15 países, incluye, entre otros, a Kristian Svennevig, del Servicio de Prospección Geológica de Dinamarca y Groenlandia; Stephen Hicks, del University College de Londres en el Reino Unido; Thomas Forbriger, del Instituto Tecnológico de Karlsruhe (KIT) en Alemania; así como Alice Gabriel y Carl Ebeling, del Instituto Scripps de Oceanografía en la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos.
Cuando los autores del estudio descubrieron la señal por primera vez, no tuvieron más remedio que catalogarla como “USO”, por las siglas en inglés de “objeto sísmico no identificado”.
“Cuando vi por primera vez la señal sísmica, me quedé completamente desconcertado”, confiesa Hicks. “Aunque sabemos que los sismómetros pueden registrar una amplia gama de fuentes que actúan en la superficie de la Tierra, nunca antes se había registrado una onda sísmica de tan larga duración, con un desplazamiento por todo el planeta y albergando una sola frecuencia de oscilación”.
Los autores del estudio han descubierto que la causa del llamativo fenómeno fue un tsunami colosal por la caída al agua de la parte superior de una montaña de Groenlandia. El tsunami se deslizó de un lado a otro de un fiordo durante nueve días, generando las vibraciones detectadas por todo el planeta. Los movimientos de estas enormes masas de agua generaron ondas sísmicas que aún podían medirse nueve días después. Las ondas circularon por todo el globo y pudieron detectarse incluso en la Antártida, que se encuentra a casi 20.000 kilómetros de distancia.
El suceso inicial, que ningún humano observó, fue el desplome de un pico montañoso de 1,2 kilómetros de altura, que cayó al remoto fiordo Dickson, situado abajo. Un volumen estimado de 25 millones de metros cúbicos de roca y hielo se precipitó en el fiordo, provocando el ascenso de agua hasta una altitud de 200 metros, y la creación de una extensa ola de hasta 110 metros de altura.
A la izquierda, la montaña entera y con su glaciar antes del desprendimiento. A la derecha, el mismo paisaje pero tras el desprendimiento de la parte superior de la montaña. La ausencia de esta parte en el lugar que antes ocupaba resulta evidente, tal como marcan las líneas amarillas. (Fotos: Søren Rysgaard (izquierda) y Ejército Danés (derecha). Collage: Elias Kobel / KIT)
Este tsunami es uno de los mayores conocidos de la historia reciente.
A setenta kilómetros del punto de desprendimiento, el tsunami había disminuido su altura a “solo” cuatro metros, pero aún así destruyó infraestructuras, arrasó una estación de investigación desocupada en una isla y dañó valiosos yacimientos arqueológicos en una amplia zona.
El fiordo se encuentra en una ruta utilizada habitualmente por los cruceros turísticos que visitan los fiordos de Groenlandia. Afortunadamente, ningún crucero se encontraba cerca del fiordo Dickson el día del desprendimiento y el tsunami, pero de haber sido así, las consecuencias de una ola de tsunami de esa magnitud podrían haber sido devastadoras.
El corrimiento de tierras se debió al adelgazamiento del glaciar situado al pie de la montaña, que se volvió incapaz de sostener la pared rocosa que tenía encima. Esto se debió, en última instancia, al cambio climático global.
La catástrofe es un rotundo ejemplo de una clase de efectos del calentamiento global extremadamente peligrosos que cada vez serán más habituales.
“Dada la rápida aceleración del cambio climático global, será más importante que nunca antes vigilar zonas que antes se consideraban estables”, alerta Svennevig refiriéndose a masas de hielo que puedan caer aparatosamente durante su proceso de descongelación. “Solo así podremos advertir a la gente, con suficiente antelación, de desprendimientos masivos y de tsunamis generados por estos”.
El estudio se titula “A rockslide-generated tsunami in a Greenland fjord rang the Earth for 9 days”. Y se ha publicado en la revista académica Science.
El equipo, integrado por 68 científicos de 40 instituciones en 15 países, incluye, entre otros, a Kristian Svennevig, del Servicio de Prospección Geológica de Dinamarca y Groenlandia; Stephen Hicks, del University College de Londres en el Reino Unido; Thomas Forbriger, del Instituto Tecnológico de Karlsruhe (KIT) en Alemania; así como Alice Gabriel y Carl Ebeling, del Instituto Scripps de Oceanografía en la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos.
Cuando los autores del estudio descubrieron la señal por primera vez, no tuvieron más remedio que catalogarla como “USO”, por las siglas en inglés de “objeto sísmico no identificado”.
“Cuando vi por primera vez la señal sísmica, me quedé completamente desconcertado”, confiesa Hicks. “Aunque sabemos que los sismómetros pueden registrar una amplia gama de fuentes que actúan en la superficie de la Tierra, nunca antes se había registrado una onda sísmica de tan larga duración, con un desplazamiento por todo el planeta y albergando una sola frecuencia de oscilación”.
Los autores del estudio han descubierto que la causa del llamativo fenómeno fue un tsunami colosal por la caída al agua de la parte superior de una montaña de Groenlandia. El tsunami se deslizó de un lado a otro de un fiordo durante nueve días, generando las vibraciones detectadas por todo el planeta. Los movimientos de estas enormes masas de agua generaron ondas sísmicas que aún podían medirse nueve días después. Las ondas circularon por todo el globo y pudieron detectarse incluso en la Antártida, que se encuentra a casi 20.000 kilómetros de distancia.
El suceso inicial, que ningún humano observó, fue el desplome de un pico montañoso de 1,2 kilómetros de altura, que cayó al remoto fiordo Dickson, situado abajo. Un volumen estimado de 25 millones de metros cúbicos de roca y hielo se precipitó en el fiordo, provocando el ascenso de agua hasta una altitud de 200 metros, y la creación de una extensa ola de hasta 110 metros de altura.
A la izquierda, la montaña entera y con su glaciar antes del desprendimiento. A la derecha, el mismo paisaje pero tras el desprendimiento de la parte superior de la montaña. La ausencia de esta parte en el lugar que antes ocupaba resulta evidente, tal como marcan las líneas amarillas. (Fotos: Søren Rysgaard (izquierda) y Ejército Danés (derecha). Collage: Elias Kobel / KIT)
Este tsunami es uno de los mayores conocidos de la historia reciente.
A setenta kilómetros del punto de desprendimiento, el tsunami había disminuido su altura a “solo” cuatro metros, pero aún así destruyó infraestructuras, arrasó una estación de investigación desocupada en una isla y dañó valiosos yacimientos arqueológicos en una amplia zona.
El fiordo se encuentra en una ruta utilizada habitualmente por los cruceros turísticos que visitan los fiordos de Groenlandia. Afortunadamente, ningún crucero se encontraba cerca del fiordo Dickson el día del desprendimiento y el tsunami, pero de haber sido así, las consecuencias de una ola de tsunami de esa magnitud podrían haber sido devastadoras.
El corrimiento de tierras se debió al adelgazamiento del glaciar situado al pie de la montaña, que se volvió incapaz de sostener la pared rocosa que tenía encima. Esto se debió, en última instancia, al cambio climático global.
La catástrofe es un rotundo ejemplo de una clase de efectos del calentamiento global extremadamente peligrosos que cada vez serán más habituales.
“Dada la rápida aceleración del cambio climático global, será más importante que nunca antes vigilar zonas que antes se consideraban estables”, alerta Svennevig refiriéndose a masas de hielo que puedan caer aparatosamente durante su proceso de descongelación. “Solo así podremos advertir a la gente, con suficiente antelación, de desprendimientos masivos y de tsunamis generados por estos”.
El estudio se titula “A rockslide-generated tsunami in a Greenland fjord rang the Earth for 9 days”. Y se ha publicado en la revista académica Science.
Fuente NCYT