Solo tenemos un ejemplo de planeta con vida: la Tierra. Pero en un futuro quizás no muy lejano debería ser posible detectar señales de vida en planetas orbitando a estrellas distantes. Si encontramos vida extraterrestre, se plantearán nuevas preguntas. Por ejemplo, ¿apareció la vida de forma espontánea a partir de la geoquímica propia de ese mundo? ¿O pudo haberse propagado desde otro lugar? Si esto último ocurrió, ¿cómo podríamos saberlo?
Una nueva investigación, realizada por el equipo de Henry Lin y Avi Loeb, del Centro para la Astrofísica (CfA) en Cambridge, Massachusetts, gestionado conjuntamente por la Universidad de Harvard y el Instituto Smithsoniano, todas estas entidades en Estados Unidos, muestra que si la vida puede viajar de modo natural entre las estrellas (un proceso llamado panspermia), lo haría siguiendo un patrón característico que podríamos llegar a identificar.
Existen dos vías básicas para que la vida se extienda más allá de su sistema solar. La primera sería a través de procesos naturales como la expulsión gravitatoria de asteroides, cometas y quizás objetos mayores, albergando microorganismos u otras formas de vida muy elemental. La segunda sería el viaje deliberado efectuado por seres inteligentes. La nueva investigación no trata sobre esta última posibilidad. Tampoco busca explicar cómo sucede la panspermia. Simplemente ha tenido por objetivo contestar a esta pregunta: Si se da la panspermia, ¿podríamos detectarla con cierta fiabilidad? En principio, la respuesta es Sí.
Para el modelo con el que se ha trabajado en la investigación, se asume que las “semillas” de vida de un planeta habitado se dispersan hacia fuera en todas direcciones. Si una semilla alcanza un planeta habitable que orbita en torno a una estrella vecina, puede sobrevivir y hasta prosperar. Con el paso del tiempo, el resultado de este proceso, repetido muchas veces, sería una serie de “oasis” con vida presente situados en diversos puntos de nuestra galaxia.
La vida podría dispersarse desde algún mundo en torno a una estrella anfitriona, hasta un mundo de otra estrella anfitriona, en un patrón similar a la aparición de una epidemia. En cierto sentido, la galaxia Vía Láctea se infectaría con reductos de vida, tal como argumenta Loeb.
Si detectamos señales de vida en las atmósferas de mundos extraterrestres, el próximo paso será buscar un patrón. Por ejemplo, en un caso ideal donde la Tierra se encontrase en el borde de una “burbuja” de vida, todos los mundos cercanos conteniendo vida que encontrásemos estarían en una mitad del cielo, mientras que la otra mitad sería estéril.
Lin y Loeb advierten que solo sería discernible un patrón si la vida se dispersara de una forma lo bastante rápida. Dado que las estrellas en la Vía Láctea van cambiando mucho en cuanto a la distancia entre ellas, las estrellas que hoy en día son vecinas no lo serán en unos pocos millones de años.
Fuente NCYT
Una nueva investigación, realizada por el equipo de Henry Lin y Avi Loeb, del Centro para la Astrofísica (CfA) en Cambridge, Massachusetts, gestionado conjuntamente por la Universidad de Harvard y el Instituto Smithsoniano, todas estas entidades en Estados Unidos, muestra que si la vida puede viajar de modo natural entre las estrellas (un proceso llamado panspermia), lo haría siguiendo un patrón característico que podríamos llegar a identificar.
Existen dos vías básicas para que la vida se extienda más allá de su sistema solar. La primera sería a través de procesos naturales como la expulsión gravitatoria de asteroides, cometas y quizás objetos mayores, albergando microorganismos u otras formas de vida muy elemental. La segunda sería el viaje deliberado efectuado por seres inteligentes. La nueva investigación no trata sobre esta última posibilidad. Tampoco busca explicar cómo sucede la panspermia. Simplemente ha tenido por objetivo contestar a esta pregunta: Si se da la panspermia, ¿podríamos detectarla con cierta fiabilidad? En principio, la respuesta es Sí.
Para el modelo con el que se ha trabajado en la investigación, se asume que las “semillas” de vida de un planeta habitado se dispersan hacia fuera en todas direcciones. Si una semilla alcanza un planeta habitable que orbita en torno a una estrella vecina, puede sobrevivir y hasta prosperar. Con el paso del tiempo, el resultado de este proceso, repetido muchas veces, sería una serie de “oasis” con vida presente situados en diversos puntos de nuestra galaxia.
La vida podría dispersarse desde algún mundo en torno a una estrella anfitriona, hasta un mundo de otra estrella anfitriona, en un patrón similar a la aparición de una epidemia. En cierto sentido, la galaxia Vía Láctea se infectaría con reductos de vida, tal como argumenta Loeb.
Si detectamos señales de vida en las atmósferas de mundos extraterrestres, el próximo paso será buscar un patrón. Por ejemplo, en un caso ideal donde la Tierra se encontrase en el borde de una “burbuja” de vida, todos los mundos cercanos conteniendo vida que encontrásemos estarían en una mitad del cielo, mientras que la otra mitad sería estéril.
Lin y Loeb advierten que solo sería discernible un patrón si la vida se dispersara de una forma lo bastante rápida. Dado que las estrellas en la Vía Láctea van cambiando mucho en cuanto a la distancia entre ellas, las estrellas que hoy en día son vecinas no lo serán en unos pocos millones de años.
Fuente NCYT