Nuevos datos sobre la variabilidad del albedo terrestre durante los últimos 16 años


El albedo de la Tierra es un parámetro atmosférico que tiene profundas implicaciones en la temperatura y el cambio climático. Por ello, durante las dos últimas décadas, se han llevado a cabo experimentos de monitorizado con el propósito de determinar su evolución. Uno de ellos, en el que participa el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), en España, actualiza los últimos datos conocidos desde el 2007 y presenta un nuevo registro del albedo terrestre que abarca el periodo comprendido entre 1998 y 2014. El estudio, cuyo autor principal es el investigador del IAC Enric Pallé, ha sido publicado en Geophysical Research Letters, y señala que aunque el albedo varía mensual y anualmente, no existe una clara tendencia durante esos años.

El efecto del albedo es importante para la vida en la Tierra porque influye en el balance energético del planeta: interviene en el proceso por el cual el planeta equilibra la radiación solar que penetra en la atmósfera con la que se emite al espacio en forma de calor. El albedo se define como la cantidad de luz solar que refleja la Tierra hacia el espacio, variando según la composición de las nubes, hielo, nieve o la naturaleza de la superficie sobre la que inciden los rayos solares. Procede del vocablo latino “albus” (blanco) y cualquier incremento o disminución leve tiene consecuencias en el calentamiento o enfriamiento global del planeta.

Para comprobar su evolución, desde los años 90 se empezó a medir desde el espacio con instrumentos como ERBE y CERES, cuyas estimaciones se realizan con medidas absolutas que pueden verse afectadas por la degradación de la instrumentación en el ambiente espacial.

Sin embargo, otra forma complementaria de medir la reflectancia y que no sufre errores de calibración al ser una medida relativa, es desde la superficie terrestre, mediante telescopios que observen la denominada luz cenicienta (la luz que refleja la Tierra hacia la parte nocturna del disco lunar). De este modo, durante el periodo 1998 – 2014 desde el Big Bear Solar Observatory (BBSO), en California (EEUU), y también a partir de 2007 desde el telescopio Earthshine del Observatorio del Teide (Tenerife), se ha ido midiendo este parámetro climático. Con ello, se pretendía aumentar la cobertura temporal de las medidas y reducir al máximo los errores de medición.

El resultado que muestra este estudio es que, aplicando criterios estrictos de calidad a las mediciones de la luz cenicienta, y tras la re-calibración de las medidas tomadas desde el instrumento CERES en el espacio, las variaciones encontradas en el valor del albedo concuerdan no sólo en magnitud, sino que muestran una estructura idéntica durante los 14 años que tienen en común. Phillip R. Goode, investigador del BBSO explica:“Las mediciones que hemos hecho durante estos 16 años del albedo, aunque cambian cada mes y cada año, prácticamente no lo hacen a largo plazo. Además –añade-, coinciden con una estabilización de la temperatura promedio del planeta.”

No obstante, aunque se haya llegado a un consenso en el resultado de ambas mediciones, el origen de las anomalías no está del todo claro. “Es necesario continuar con los experimentos para medir con precisión este fenómeno y ver dónde nos llevan dentro de unos años esos resultados. Por ejemplo, la construcción de una red global, formada por telescopios robóticos repartidos por todo el globo, o el lanzamiento de un micro-satélite dedicado al estudio de la luz cenicienta, proporcionarían datos útiles para estudiar mejor los cambios en el albedo y ver cómo afectan al clima”, concluye Pallé. (Fuente. IAC/DICYT)

Fuente NCYT



Artículo Anterior Artículo Siguiente