La intimidación permite que pasen al tejido cerebral moléculas inflamatorias presentes en la sangre
Investigadores canadienses han descubierto la puerta a través de la cual el estrés social entra en el cerebro y provoca la depresión. Una proteína que protege de los microorganismos presentes en la circulación sanguínea se debilita por el impacto de la intimidación, dejando pasar al cerebro las moléculas inflamatorias que provocan la depresión.
El proceso inflamatorio desencadenado por un estrés social como la intimidación disminuye la densidad de la barrera que separa el cerebro y la circulación sanguínea del resto del cuerpo, abriendo la puerta a moléculas inflamatorias que favorecen la aparición de síntomas depresivos, ha descubierto un estudio publicado por la Universidad de Laval (Canadá), del que se informa en un comunicado. Las conclusiones se publican en la revista Nature Neuroscience.
Investigadores canadienses han descubierto la puerta a través de la cual el estrés social entra en el cerebro y provoca la depresión. Una proteína que protege de los microorganismos presentes en la circulación sanguínea se debilita por el impacto de la intimidación, dejando pasar al cerebro las moléculas inflamatorias que provocan la depresión.
El proceso inflamatorio desencadenado por un estrés social como la intimidación disminuye la densidad de la barrera que separa el cerebro y la circulación sanguínea del resto del cuerpo, abriendo la puerta a moléculas inflamatorias que favorecen la aparición de síntomas depresivos, ha descubierto un estudio publicado por la Universidad de Laval (Canadá), del que se informa en un comunicado. Las conclusiones se publican en la revista Nature Neuroscience.
La investigación se ha centrado en la así llamada barrera hematoencefálica (BHE), una barrera de permeabilidad altamente selectiva que impide el paso de moléculas y microorganismos de la circulación sanguínea periférica hacia el cerebro.
Cemento entre células
Esta barrera está formada por células endoteliales que recubren el interior de los vasos sanguíneos. Su hermetismo está asegurado por la estrecha unión que existe entre las células, que forman como una especie de cemento para que nada que esté en el interior de las venas pase al tejido cerebral.
Una de las proteínas más importantes que forman este cemento celular es la claudina-5, que como todas las de su género, están especializadas en formar barreras paracelulares en las paredes de los vasos sanguíneos. Sin esta proteína, la barrera hematoencefálica se abre y el cerebro queda expuesto.
Para realizar sus trabajos, los investigadores usaron un modelo animal de estrés social crónico. Ratones experimentales se colocaron en un recipiente separado de otro por una barrera en el que había un gran ratón agresivo.
El examen microscópico de una región del cerebro implicada en el control del humor descubrió que la morfología de la barrera hematoencefálica se altera en los ratones estresados por estar expuestos a la amenaza del ratón agresivo. La puerta que abre el torrente de los vasos sanguíneos hacia el cerebro queda entreabierta.
El análisis de los investigadores descubrió que los niveles de Claudina-5 en esta región del cerebro era un 50% más débil en los ratones estresados. Esta alteración de la barrera hematoencefálica provocó la entrada en el cerebro de moléculas inflamatorias procedentes de los vasos sanguíneos y, como consecuencia, síntomas depresivos, como el aislamiento social.
Análisis en humanos
Para averiguar si un mecanismo parecido podía estar presente en los seres humanos, los investigadores recurrieron a bancos de cerebros post-mortem y descubrieron que los niveles de Claudina-5 eran también un 50% más débiles en las 39 personas que habían sufrido depresión en vida, respecto a 24 cerebros de personas no afectadas.
Este estudio es el primero que demuestra que la inflamación periférica inducida por un estrés social crónico puede influir directamente en el cerebro, alterando la integridad de la barrera hematoencefálica. Confirma igualmente el papel crucial de la inflamación en el desarrollo de síntomas depresivos.
Este descubrimiento puede tener repercusiones clínicas en tres aspectos diferentes. Por un lado, sugiere que se puede diagnosticar la depresión evaluando la permeabilidad de la barrera hematoencefálica mediante resonancia magnética.
En segundo lugar, de la misma forma que las moléculas de la sangre pueden atravesar esta barrera y pasar al tejido cerebral, es posible que moléculas del cerebro puedan pasar también al torrente sanguíneo. Algunas de estas moléculas podrían servir como biomarcadores sanguíneos para detectar la depresión.
Por último, se puede pensar en el desarrollo de nuevos tratamientos de la depresión orientados a fortalecer la proteína Claudina-5, con la finalidad de fortalecer y asegurar la integridad de la barrera hematoencefálica e impedir así la inflamación que desencadena la depresión.
Fuente TENDENCIAS 21