Contienen más agua, circulan más despacio y se desplazan hacia los polos
El calentamiento global está provocando que los ciclones circulen más despacio y contengan más agua. En consecuencia, sus efectos sobre la superficie terrestre son más catastróficos: no sólo aumenta el volumen de precipitaciones, sino que además duran más tiempo. También se desplazan hacia los polos, llegando a regiones donde nunca se habían producido.
La velocidad a la que circulan los ciclones tropicales ha disminuido un 10% entre 1949 y 2016, aumentando sus efectos catastróficos sobre las regiones que atraviesa, ya que cuanto más lento es el paso de un ciclón, más mortal y destructor es su efecto en tierra firme.
Lo ha constatado un estudio publicado en la revista Nature, según el cual, a medida que se recalienta la atmósfera terrestre, la circulación atmosférica se ve alterada, aumentando la duración de estos fenómenos naturales catastróficos.
Sin embargo, explica James Kossin, investigador de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y autor principal de esta investigación, en un comunicado, estos cambios varían en función de las regiones y de la época del año, “si bien hay pruebas de que el calentamiento climático de origen humano provoca un debilitamiento general de la circulación tropical estival”, precisa.
La disminución de la velocidad de los ciclones es más importante cuando este fenómeno abandona las zonas marítimas. El descenso ha sido de entre un 30% y un 20% sobre las zonas terrestres afectadas por los ciclones tropicales del Noroeste del Pacífico y del Atlántico Norte, y del 19% sobre los territorios australianos.
Además, esta investigación ha constatado asimismo que la variación del 10% de la velocidad de transición se ha producido en un periodo en el que el planeta se ha calentado medio grado (0,5ºC).
Más vapor en la atmósfera, más lluvia
El proceso no termina aquí, ya que un aumento de las temperaturas acarrea igualmente una alta concentración de vapor en la atmósfera y en consecuencia un aumento en el volumen de agua descargada durante las precipitaciones, así como de inundaciones allí por donde pasa el ciclón.
Los autores destacan que un calentamiento de un grado puede aumentar un 7% la humedad en la atmósfera, por lo que la tasa de agua contenida en los ciclones tiende a aumentar a medida que el planeta se recalienta.
Eso significa, según esta investigación, que la disminución de la velocidad de los ciclones puede duplicar localmente la cantidad de agua caída y, en consecuencia, los daños causados por las inundaciones.
El mes pasado, otro estudio certificó una relación entre la pérdida total de calor en el océano (debido a la evaporación) y el calor latente reflejado por el ciclón Harvey cuando el vapor de agua de transformó en agua líquida y cayó en forma de lluvia.
Los autores del nuevo estudio destacan sin embargo que sus estimaciones no pueden considerarse definitivas, ya que no ofrecen una medida contrastada de la sensibilidad del clima, por lo que son necesarios nuevos estudios para determinar con mayor precisión cuál será la velocidad que adoptarán los ciclones como consecuencia del calentamiento global.
El cambio climático, origen
En un anterior estudio, Kossin ya había demostrado que los huracanes alcanzan su máxima intensidad cada vez más lejos de los trópicos, desplazándose hacia los polos de los hemisferios norte y sur. Eso significa que estas tempestades dejan de ser fenómenos exclusivamente tropicales para ocurrir en regiones donde nunca habían llegado.
El nuevo estudio completa asimismo otros análisis que demuestran que el cambio climático afecta al comportamiento de los ciclones y añade un matiz, según Kossin: es posible que la variabilidad natural del clima esté desempeñando también un papel en la velocidad de desplazamiento de los ciclones, además del aumento de la temperatura global.
Este estudio se publica con las previsiones de diferentes fuentes sobre la estación de los huracanes en el Atlántico, donde se espera que la actividad sea superior a la normal durante este verano.
Según las estadísticas recopiladas entre 1981 y 2010, una estación media comprende 12 tempestades, seis huracanes y tres huracanes de categoría 3 o superior. Sin embargo, el año pasado se registraron 19 tempestades, entre ellas 10 huracanes, de los que 6 fueron de categoría 3 o superior. Fue la estación más activa desde 2005, cuando se alcanzaron 28 tempestades, de las que 15 fueron huracanes.
Los conceptos de tormenta tropical, ciclón, huracán y tifón, aunque diferentes, describen el mismo tipo de desastre: grandes sistemas cerrados de circulación de aire en la atmósfera, en los que se combinan bajas presiones y fuertes vientos que rotan. Estos sistemas se denominan "ciclón" en el Océano Índico y el Océano Pacífico sur, "huracán" en el Océano Atlántico occidental y el Océano Pacífico oriental, y "tifón" en el Océano Pacífico occidental.
El calentamiento global está provocando que los ciclones circulen más despacio y contengan más agua. En consecuencia, sus efectos sobre la superficie terrestre son más catastróficos: no sólo aumenta el volumen de precipitaciones, sino que además duran más tiempo. También se desplazan hacia los polos, llegando a regiones donde nunca se habían producido.
La velocidad a la que circulan los ciclones tropicales ha disminuido un 10% entre 1949 y 2016, aumentando sus efectos catastróficos sobre las regiones que atraviesa, ya que cuanto más lento es el paso de un ciclón, más mortal y destructor es su efecto en tierra firme.
Lo ha constatado un estudio publicado en la revista Nature, según el cual, a medida que se recalienta la atmósfera terrestre, la circulación atmosférica se ve alterada, aumentando la duración de estos fenómenos naturales catastróficos.
Sin embargo, explica James Kossin, investigador de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y autor principal de esta investigación, en un comunicado, estos cambios varían en función de las regiones y de la época del año, “si bien hay pruebas de que el calentamiento climático de origen humano provoca un debilitamiento general de la circulación tropical estival”, precisa.
La disminución de la velocidad de los ciclones es más importante cuando este fenómeno abandona las zonas marítimas. El descenso ha sido de entre un 30% y un 20% sobre las zonas terrestres afectadas por los ciclones tropicales del Noroeste del Pacífico y del Atlántico Norte, y del 19% sobre los territorios australianos.
Además, esta investigación ha constatado asimismo que la variación del 10% de la velocidad de transición se ha producido en un periodo en el que el planeta se ha calentado medio grado (0,5ºC).
Más vapor en la atmósfera, más lluvia
El proceso no termina aquí, ya que un aumento de las temperaturas acarrea igualmente una alta concentración de vapor en la atmósfera y en consecuencia un aumento en el volumen de agua descargada durante las precipitaciones, así como de inundaciones allí por donde pasa el ciclón.
Los autores destacan que un calentamiento de un grado puede aumentar un 7% la humedad en la atmósfera, por lo que la tasa de agua contenida en los ciclones tiende a aumentar a medida que el planeta se recalienta.
Eso significa, según esta investigación, que la disminución de la velocidad de los ciclones puede duplicar localmente la cantidad de agua caída y, en consecuencia, los daños causados por las inundaciones.
El mes pasado, otro estudio certificó una relación entre la pérdida total de calor en el océano (debido a la evaporación) y el calor latente reflejado por el ciclón Harvey cuando el vapor de agua de transformó en agua líquida y cayó en forma de lluvia.
Los autores del nuevo estudio destacan sin embargo que sus estimaciones no pueden considerarse definitivas, ya que no ofrecen una medida contrastada de la sensibilidad del clima, por lo que son necesarios nuevos estudios para determinar con mayor precisión cuál será la velocidad que adoptarán los ciclones como consecuencia del calentamiento global.
El cambio climático, origen
En un anterior estudio, Kossin ya había demostrado que los huracanes alcanzan su máxima intensidad cada vez más lejos de los trópicos, desplazándose hacia los polos de los hemisferios norte y sur. Eso significa que estas tempestades dejan de ser fenómenos exclusivamente tropicales para ocurrir en regiones donde nunca habían llegado.
El nuevo estudio completa asimismo otros análisis que demuestran que el cambio climático afecta al comportamiento de los ciclones y añade un matiz, según Kossin: es posible que la variabilidad natural del clima esté desempeñando también un papel en la velocidad de desplazamiento de los ciclones, además del aumento de la temperatura global.
Este estudio se publica con las previsiones de diferentes fuentes sobre la estación de los huracanes en el Atlántico, donde se espera que la actividad sea superior a la normal durante este verano.
Según las estadísticas recopiladas entre 1981 y 2010, una estación media comprende 12 tempestades, seis huracanes y tres huracanes de categoría 3 o superior. Sin embargo, el año pasado se registraron 19 tempestades, entre ellas 10 huracanes, de los que 6 fueron de categoría 3 o superior. Fue la estación más activa desde 2005, cuando se alcanzaron 28 tempestades, de las que 15 fueron huracanes.
Los conceptos de tormenta tropical, ciclón, huracán y tifón, aunque diferentes, describen el mismo tipo de desastre: grandes sistemas cerrados de circulación de aire en la atmósfera, en los que se combinan bajas presiones y fuertes vientos que rotan. Estos sistemas se denominan "ciclón" en el Océano Índico y el Océano Pacífico sur, "huracán" en el Océano Atlántico occidental y el Océano Pacífico oriental, y "tifón" en el Océano Pacífico occidental.
Fuente TENDENCIAS 21