Un recorrido por el noreste de Italia: Friuli-Venecia Julia

ESTA ZONA PERTENECIÓ DURANTE MUCHO TIEMPO A AUSTRIA

Es una región que vale la pena recorrer y descubrir. Allí se puede pasar del mar a la montaña y hacer un viaje al pasado

EL CASTILLO DE MIRAMARE, EN TRIESTE, ITALIA / MARCO MILANI FVG / DPA TMN

La Toscana, Sicilia, Rímini: al pensar en Italia a uno se le vienen a la cabeza los rincones más conocidos. Friuli-Venecia Julia, por el contrario, a muchos no les dice nada. Pero merece la pena descubrir la región autónoma al este de Venecia, que perteneció durante mucho tiempo a Austria y que a veces parece como si no hubiera cambiado nada. Un viaje entre el mar y la montaña y hacia el pasado.

Udine está en el centro de la región y tiene apenas 100.000 habitantes. Entre bufetes de abogados hay hoteles de lujo y negocios especializados en tabaco. Uno tiene la sensación de estar en Salzburgo, a unos 300 kilómetros de distancia, pero las apariencias engañan: en la Piazza San Giacomo los niños juegan mientras hombres bien vestidos hablan por teléfono y gesticulan de forma llamativa. Y en la persiana de un kiosco alguien ha escrito en italiano: “Es más difícil renunciar al amor que a la vida”. 

¡Por supuesto que esto es Italia!

En la Piazza Libertà uno podría pensar que está en Venecia: el salón columnario Loggia del Lionello es uno de los principales puntos de interés de la ciudad.

Grado: Dos mujeres con largos vestidos y sombreros blancos en la cabeza pasean a lo largo de la playa. “Balneario de Grado - Litoral austriaco”, se lee bajo la imagen en un cartel junto al paseo marítimo. Se trata de un viejo anuncio. La nobleza austriaca pasaba aquí los veranos, junto al Adriático. Y Austria sigue estando omnipresente en Grado.

Los camareros en la punta sur de Friuli-Venecia Julia a veces saludan en alemán y los menús de los restaurantes también están en este idioma. Pero lo que más destaca en Grado es la laguna, con 12.000 hectáreas de superficie. Aquí se pueden observar los pájaros, analizar las plantas y disfrutar del aroma del mar.

Trieste: según una encuesta de hace unos años, la mayoría de los italianos no sabe que Trieste está en su país. Y eso que desde 1962 es la capital de Friuli-Venecia Julia. Sin embargo, también se la conoce como “la Viena junto al mar”. La arquitectura de la ciudad portuaria realmente recuerda a la capital austriaca.

NO FUE DESTRUIDA DURANTE LA GUERRA

Puesto que no fue destruida durante la guerra, algunas fachadas de las casas señoriales de la ciudad le otorgan un aire de escenario de novela de fin de siglo. En un puente sobre el Canal Grande está también James Joyce, como estatua. El escritor irlandés vivió unos años en Trieste. Joyce trabajaba, entre otras, en su obra “Ulises”. Le gustaba pasar tiempo en los cafés en los que bebía mucho vino. Hoy en día las venerables cafeterías son los puntos de reunión preferidos. Los Caffè San Marco o Caffè Tommaseo muestran la típica opulencia de sus homólogos vieneses, pero aquí reina la serenidad italiana.

“Trieste es una ciudad tranquila”, dice Tiziana Zamai, guía turística de la ciudad. Hasta finales de la Primera Guerra Mundial Trieste pertenecía a Austria. Los Habsburgo la consolidaron como ciudad portuaria, pero después pasó a pertenecer a Italia, hasta que a finales de la Segunda Guerra Mundial pasó a manos del dictador yugoslavo Tito. La ciudad no regresó a Italia hasta 1954. La cercanía a los Balcanes y al pasado austriaco le aportan un aire y una gastronomía internacional.

Junto a las viejas construcciones como el antiguo Teatro Romano y los numerosos museos, que al igual que en Udine están vacíos, la atracción turística es el castillo de Miramare. Fue construido por orden de Maximiliano I de México, el hermano del emperador Francisco José de Austria-Hungría.

A cinco kilómetros de la ciudad, mira hacia el mar y está amueblado como en el siglo XIX.

Cormons: En las montañas junto a la frontera eslovena en medio de la región vitícola de Collio se encuentra el pequeño pueblo de Cormòns.

El esloveno Josko Sirk ha creado en su terreno un complejo turístico llamado La Subida. Tiene piscina, zona de montar a caballo, pista de tenis, elaboración de vinagre, una taberna y un restaurante exclusivo.

Aquí uno se da cuenta de lo importante que es la comida y la bebida en la región: en las habitaciones hay guías de vinos, revistas de comida gourmet y libros ilustrados sobre la cocina de la zona.

Los visitantes pueden alojarse en 18 apartamentos que imitan a una casa de campo pero en los que no falta de nada. Todo está rodeado de arboledas y salamanquesas. El paisaje con sus colinas atrae a ciclistas y senderistas.

Más abajo, en el pueblo, está Francesco Simonit en su pastelería, en la que ya trabajaba su abuelo. El hombre de 73 años sigue haciéndolo todo de forma artesanal y pesa los bombones en una vieja balanza. Sus especialidades son el pan con pimienta, con olivas o con higos.

La tienda de Simonit mantiene el aspecto original de hace un siglo y lo único moderno es el teléfono, que es de los de dial. ¿Funciona? “¡Sí, sí!”, contesta.

Fuente EL DIA



Artículo Anterior Artículo Siguiente