Provoca una serie de secuelas que van desde la depresión al suicidio
El maltrato infantil afecta a los circuitos cerebrales y entraña el deterioro persistente de muchas funciones neuronales que alteran el tratamiento afectivo de la información. Al mismo tiempo, provoca una serie de secuelas que van desde la depresión al suicidio.
Científicos canadienses han observado por primera vez modificaciones en las estructuras neuronales de ciertas regiones del cerebro en personas que han sufrido malos tratos en la infancia. Estos cambios cerebrales podrían contribuir a la emergencia de trastornos depresivos y comportamientos suicidas en estas personas, según los investigadores.
En los países occidentales, entre el 5% y el 15% de los niños menores de 15 años son víctimas de malos tratos continuados, ya sean físicos o sexuales. Las víctimas de estos maltratos tienen un mayor riesgo de padecer trastornos psiquiátricos como la depresión, la agresividad y la ansiedad, así como una toxicomanía más frecuente e incluso el suicidio.
Según una investigación de la Universidad McGill, de la que informa en un comunicado, las secuelas a largo plazo de los traumatismos sufridos en la infancia, como el maltrato grave, podrían deberse a una deficiencia estructural y funcional de las células del córtex cingulado anterior, una región del cerebro implicada en la regulación de las emociones y los estados de ánimo.
Para estos investigadores, estas modificaciones cerebrales podrían contribuir a la emergencia tanto de trastornos depresivos como a comportamientos suicidas a lo largo de la vida de las personas que han sufrido maltrato infantil.
Procesos cerebrales implicados
Para comunicar con las células de otras regiones cerebrales y asegurar así una organización y funcionamiento óptimo del cerebro, las señales eléctricas utilizadas por las neuronas deben a veces recorrer largas distancias.
Por este motivo, los axones están recubiertos generalmente de mielina, un envoltorio de tejido adiposo que sirve para proteger al axón y favorecer la eficaz conducción del pulso nervioso. La formación de esta capa de mielina es progresiva y su acumulación se produce sobre todo en la infancia, llegando esta capa a la madurez cuando se inicia la edad adulta.
Anteriores investigaciones ya habían revelado anomalías en la materia blanca del cerebro en personas víctimas de maltrato durante la infancia. La materia blanca se encuentra en los tejidos más profundos del cerebro (subcorticales) y está constituida en gran parte por un conjunto de miles de millones de fibras nerviosas (axones) cubiertas de mielina.
Ahora bien, como estas observaciones previas procedían de imágenes cerebrales realizadas con personas vivas, ha resultado imposible hasta ahora obtener una imagen neta de las células y moléculas de esta materia blanca afectadas por las anomalías en las víctimas de maltrato infantil.
Lo que ha hecho la nueva investigación para obtener una imagen más clara de las modificaciones microscópicas de los adultos que habían sufrido maltrato en su infancia, es utilizar las muestras de tejido cerebral disponibles en el banco de cerebros Douglas-Bell Canada, que contienen numerosas informaciones sobre la vida de los donantes.
De esta forma, han podido comparar las muestras de tejido cerebral de tres grupos de personas adultas ya fallecidas: personas depresivas que se habían suicidado con antecedentes de maltrato infantil grave (27 personas); personas depresivas que también se habían suicidado pero sin antecedentes de maltrato infantil (25 personas); y finalmente personas fallecidas que no tenían antecedentes psiquiátricos ni de malos tratos en la infancia.
Resultados concluyentes
De esta comparación, los investigadores descubrieron que únicamente los tejidos cerebrales de las personas que habían sufrido maltrato en la infancia presentaban un adelgazamiento de la capa de mielina que afectaba a una parte significativa de las fibras nerviosas.
Asimismo, observaron en estos pacientes alteraciones moleculares subyacentes que afectaban de manera selectiva a las células que participan en la producción y mantenimiento de la mielina, así como un aumento del diámetro de algunos de los axones más largos de estas personas.
Según los investigadores, estas modificaciones cerebrales alteran el tratamiento afectivo de la información en las personas que han sufrido malos tratos en la infancia, provocando una serie de secuelas que van en ocasiones desde la depresión al suicidio, entre otras.
Este efecto se produce porque las modificaciones cerebrales señaladas interfieren en el acoplamiento funcional entre el córtex singular y las estructuras subcorticales, tales como la amígdala y el núcleo accumbens, ambas regiones vinculadas, respectivamente, a la regulación de las emociones y al sentimiento de recompensa.
En consecuencia, señalan que la adversidad en los primeros años de la vida puede entrañar el deterioro persistente de muchas funciones neuronales en el córtex del cingulo anterior.
Y como todavía no se ha establecido en qué región del cerebro, en qué momento del desarrollo ni cómo, a nivel molecular, estos efectos llegan a afectar a la regulación de las emociones y los apegos, los científicos se proponen desarrollar nuevos estudios para clarificar estos procesos.
El maltrato infantil afecta a los circuitos cerebrales y entraña el deterioro persistente de muchas funciones neuronales que alteran el tratamiento afectivo de la información. Al mismo tiempo, provoca una serie de secuelas que van desde la depresión al suicidio.
Científicos canadienses han observado por primera vez modificaciones en las estructuras neuronales de ciertas regiones del cerebro en personas que han sufrido malos tratos en la infancia. Estos cambios cerebrales podrían contribuir a la emergencia de trastornos depresivos y comportamientos suicidas en estas personas, según los investigadores.
En los países occidentales, entre el 5% y el 15% de los niños menores de 15 años son víctimas de malos tratos continuados, ya sean físicos o sexuales. Las víctimas de estos maltratos tienen un mayor riesgo de padecer trastornos psiquiátricos como la depresión, la agresividad y la ansiedad, así como una toxicomanía más frecuente e incluso el suicidio.
Según una investigación de la Universidad McGill, de la que informa en un comunicado, las secuelas a largo plazo de los traumatismos sufridos en la infancia, como el maltrato grave, podrían deberse a una deficiencia estructural y funcional de las células del córtex cingulado anterior, una región del cerebro implicada en la regulación de las emociones y los estados de ánimo.
Para estos investigadores, estas modificaciones cerebrales podrían contribuir a la emergencia tanto de trastornos depresivos como a comportamientos suicidas a lo largo de la vida de las personas que han sufrido maltrato infantil.
Procesos cerebrales implicados
Para comunicar con las células de otras regiones cerebrales y asegurar así una organización y funcionamiento óptimo del cerebro, las señales eléctricas utilizadas por las neuronas deben a veces recorrer largas distancias.
Por este motivo, los axones están recubiertos generalmente de mielina, un envoltorio de tejido adiposo que sirve para proteger al axón y favorecer la eficaz conducción del pulso nervioso. La formación de esta capa de mielina es progresiva y su acumulación se produce sobre todo en la infancia, llegando esta capa a la madurez cuando se inicia la edad adulta.
Anteriores investigaciones ya habían revelado anomalías en la materia blanca del cerebro en personas víctimas de maltrato durante la infancia. La materia blanca se encuentra en los tejidos más profundos del cerebro (subcorticales) y está constituida en gran parte por un conjunto de miles de millones de fibras nerviosas (axones) cubiertas de mielina.
Ahora bien, como estas observaciones previas procedían de imágenes cerebrales realizadas con personas vivas, ha resultado imposible hasta ahora obtener una imagen neta de las células y moléculas de esta materia blanca afectadas por las anomalías en las víctimas de maltrato infantil.
Lo que ha hecho la nueva investigación para obtener una imagen más clara de las modificaciones microscópicas de los adultos que habían sufrido maltrato en su infancia, es utilizar las muestras de tejido cerebral disponibles en el banco de cerebros Douglas-Bell Canada, que contienen numerosas informaciones sobre la vida de los donantes.
De esta forma, han podido comparar las muestras de tejido cerebral de tres grupos de personas adultas ya fallecidas: personas depresivas que se habían suicidado con antecedentes de maltrato infantil grave (27 personas); personas depresivas que también se habían suicidado pero sin antecedentes de maltrato infantil (25 personas); y finalmente personas fallecidas que no tenían antecedentes psiquiátricos ni de malos tratos en la infancia.
Resultados concluyentes
De esta comparación, los investigadores descubrieron que únicamente los tejidos cerebrales de las personas que habían sufrido maltrato en la infancia presentaban un adelgazamiento de la capa de mielina que afectaba a una parte significativa de las fibras nerviosas.
Asimismo, observaron en estos pacientes alteraciones moleculares subyacentes que afectaban de manera selectiva a las células que participan en la producción y mantenimiento de la mielina, así como un aumento del diámetro de algunos de los axones más largos de estas personas.
Según los investigadores, estas modificaciones cerebrales alteran el tratamiento afectivo de la información en las personas que han sufrido malos tratos en la infancia, provocando una serie de secuelas que van en ocasiones desde la depresión al suicidio, entre otras.
Este efecto se produce porque las modificaciones cerebrales señaladas interfieren en el acoplamiento funcional entre el córtex singular y las estructuras subcorticales, tales como la amígdala y el núcleo accumbens, ambas regiones vinculadas, respectivamente, a la regulación de las emociones y al sentimiento de recompensa.
En consecuencia, señalan que la adversidad en los primeros años de la vida puede entrañar el deterioro persistente de muchas funciones neuronales en el córtex del cingulo anterior.
Y como todavía no se ha establecido en qué región del cerebro, en qué momento del desarrollo ni cómo, a nivel molecular, estos efectos llegan a afectar a la regulación de las emociones y los apegos, los científicos se proponen desarrollar nuevos estudios para clarificar estos procesos.
Fuente TENDENCIAS 21