El mito del descenso de Kukulkán, la serpiente emplumada de Chichén Itzá que aparece cada equinoccio

Cada equinoccio, más de 25 mil personas acuden a la zona arqueológica de Chichén Itzá para observar un fenómeno de fama mundial:

Según los guías turísticos, cada equinoccio de primavera u otoño, la alfarda (los muros que acompañan el costado de una escalera) norte de la Pirámide de Kukulkán proyectan una sombra que parece serpentear desde la parte más alta hasta el suelo de la pirámide.

Este fenómeno es conocido popularmente como el descenso de Kukulkán, la deidad maya equivalente a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada que adoraron la mayoría de pueblos mesoamericanos.

Según el mito, el descenso de Kukulkán es un efecto óptico planificado por los itzaes, fundadores de la ciudad de Chichén Itzá, quienes a partir de su amplio conocimiento de la ingeniería y arquitectura, diseñaron ‘El Castillo’ de tal forma, que cada 21 de marzo y 21 de septiembre su escalinata mostrara el descenso a la tierra de la serpiente emplumada.

Sin embargo, no existe registro histórico alguno que permita sospechar que este juego de luces y sombras fue elaborado –ni siquiera observado– por los antiguos mayas durante el esplendor de Chichén Itzá.

Por lo tanto, algunos historiadores y antropólogos han tratado de demostrar que el supuesto descenso de Kukulkán es parte de un mito moderno que no forma parte de la cosmovisión maya.

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La primera observación de esta proyección que consiste en la aparición momentánea de siete triángulos invertidos mientras se pone el Sol durante los equinoccios se puede rastrear históricamente en la década de los 30:

“La proyección solar serpentina que recorre la alfarda norte de El Castillo, en Chichén Itzá, durante los equinoccios de primavera y de otoño, y que atrae a miles de visitantes a la zona arqueológica yucateca, es, en realidad, un mito arqueastronómico reciente, pues las referencias más antiguas sobre este fenómeno óptico no van más allá de los años 30 del siglo XX”, explica el INAH en un comunicado.

Fue así como en la década de los 80, una transmisión televisiva que captó en vivo el supuesto ‘recorrido’ de la serpiente emplumada exportó el mito a todo México y más allá de sus fronteras, consolidando a Chichén Itzá como un sitio especial donde observar un fenómeno arqueoastronómico único durante el equinoccio.

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Desde entonces, la fama que obtuvo el descenso de Kukulkán se unió a distintas corrientes New Age que concibieron a las zonas arqueológicas más populares como centros donde ‘cargar energía’, ‘chakras’ y otras visiones que escapan de cualquier explicación científica.

Y aunque este efecto óptico se trate únicamente de un mito arqueoastronómico, lo cierto es que aún sin el descenso de Kukulkán, los mayas fueron una de las culturas prehispánicas más avanzadas, observadores sistemáticos del cielo nocturno, que realizaron cálculos complejos para calcular la trayectoria de distintos astros como Venus, el planeta que regía su vida y era considerado una representación de Kukulkán.




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