Todo el universo sería una enorme red neuronal que concilia la relatividad general, la mecánica cuántica y los observadores: es el eslabón perdido del conocimiento humano.
Todo el universo en su nivel más fundamental sería una red neuronal, según explica el físico y cosmólogo Vitaly Vanchurin, de la Universidad de Minnesota en Duluth, en una prepublicación presentada en arXiv.
Vanchurin cree que la hipótesis de que todo el universo es una enorme red neuronal podría constituir el eslabón perdido del conocimiento humano, que permitiría reconciliar la mecánica cuántica y la relatividad general.
En su artículo, Vanchurin considera que las redes neuronales artificiales se comportan en la práctica como si la mecánica cuántica y la relatividad general ya se hubieran reconciliado.
La principal diferencia entre ambas teorías universales es el así llamado “problema del tiempo”: si para la mecánica cuántica el tiempo es universal y absoluto, para la relatividad general el tiempo es relativo, ya que no siempre discurre de la misma forma.
Hay otra diferencia notable entre ambas teorías universales, la conocida como el problema de la gravedad cuántica: los efectos gravitatorios del universo se confunden con los del mundo cuántico cuando las distancias entre objetos son mayúsculas y las energías extremas. Sin embargo, el problema es que no tenemos una teoría que explique este aparente imposible.
El tercer factor que enfrenta a ambas teorías universales son los llamados observadores: todavía no sabemos realmente qué papel desempeñamos en el conocimiento de la materia, ni en qué medida el mundo depende de nuestra observación. Hay todavía un apasionado debate sobre este tema y sobre la validez de la objetividad científica.
Salto cuántico
Vanchurin da un salto de audacia para proponer, no la pretendida teoría del todo unificado, que explicaría todos los fenómenos físicos conocidos, mayúsculos y minúsculos, sino más bien abrir un posible trayecto que conduzca a ella.
Para conseguirlo propone añadir a la ecuación cósmica un tercer factor, además de la relatividad general y a la mecánica cuántica: el observador, ese oscuro objeto del deseo que ha llevado a convertir el conocimiento humano en un consenso, más que en una descripción objetiva e inapelable de lo real.
Aun asumiendo que la mayoría de los físicos considera la mecánica cuántica como el pilar de todo lo que conocemos, Vanchurin propone que la realidad es más sutil: todo emana de una red neuronal microscópica, tanto la mecánica cuántica, como la relatividad general y los observadores.
Por lo tanto, si queremos reconciliar los tres aspectos conocidos de la realidad, habría que considerar que el sustrato del universo es una red neuronal, presumiblemente cuántica: integraría las leyes de la relatividad general, los principios del mundo cuántico y el papel de los observadores en este nuevo marco teórico.
También resolvería el dilema de los supuestos multiversos de Everett y de las variables ocultas que, supuestamente, tendrían los secretos del mundo cuántico.
Según Vanchurin, las variables ocultas serían los estados de las neuronas individuales y las neuronas aprendices representarían a lo que llama variables cuánticas.
Aprendizaje profundo
Para comprender cómo ha sido concebida esta propuesta teórica, que ha suscitado escepticismo entre otros físicos, Vanchurin cuenta que es la deducción lógica del estudio de las redes neuronales artificiales a las que ha dedicado mucho tiempo.
Las redes neuronales artificiales están formadas por una serie de circuitos electrónicos que se comportan como las neuronas biológicas.
Son una rama de la Inteligencia Artificial que imitan al cerebro humano a través del llamado aprendizaje profundo, una forma de automatizar el análisis predictivo: la capacidad que tiene el cerebro biológico de analizar un amplio espectro de datos para anticipar posibles acontecimientos.
Analizando esta tecnología, Vanchurin apreció que la dinámica de aprendizaje de las redes neuronales artificiales era muy similar a la dinámica que se observa en los sistemas cuánticos.
Las dos teorías universales y los observadores conviven en los procesos de aprendizaje de las redes neuronales artificiales. Esta constatación le llevó a suponer que, en los niveles más básicos del universo, todo se reduce a lo mismo: a una red neuronal que todo lo engloba.
Vanchurin reconoce que la idea es una locura, pero al mismo tiempo señala, en declaraciones a Futurism, que será relativamente fácil rebatirla: sólo es preciso encontrar un fenómeno físico que no pueda modelarse como una red neuronal.
Eso no significa que vivamos en Matrix, concluye Vanchurin, sino que vivimos y formamos parte de una red neuronal universal, aunque no podemos notar la diferencia.
Todo el universo en su nivel más fundamental sería una red neuronal, según explica el físico y cosmólogo Vitaly Vanchurin, de la Universidad de Minnesota en Duluth, en una prepublicación presentada en arXiv.
Vanchurin cree que la hipótesis de que todo el universo es una enorme red neuronal podría constituir el eslabón perdido del conocimiento humano, que permitiría reconciliar la mecánica cuántica y la relatividad general.
En su artículo, Vanchurin considera que las redes neuronales artificiales se comportan en la práctica como si la mecánica cuántica y la relatividad general ya se hubieran reconciliado.
La principal diferencia entre ambas teorías universales es el así llamado “problema del tiempo”: si para la mecánica cuántica el tiempo es universal y absoluto, para la relatividad general el tiempo es relativo, ya que no siempre discurre de la misma forma.
Hay otra diferencia notable entre ambas teorías universales, la conocida como el problema de la gravedad cuántica: los efectos gravitatorios del universo se confunden con los del mundo cuántico cuando las distancias entre objetos son mayúsculas y las energías extremas. Sin embargo, el problema es que no tenemos una teoría que explique este aparente imposible.
El tercer factor que enfrenta a ambas teorías universales son los llamados observadores: todavía no sabemos realmente qué papel desempeñamos en el conocimiento de la materia, ni en qué medida el mundo depende de nuestra observación. Hay todavía un apasionado debate sobre este tema y sobre la validez de la objetividad científica.
Salto cuántico
Vanchurin da un salto de audacia para proponer, no la pretendida teoría del todo unificado, que explicaría todos los fenómenos físicos conocidos, mayúsculos y minúsculos, sino más bien abrir un posible trayecto que conduzca a ella.
Para conseguirlo propone añadir a la ecuación cósmica un tercer factor, además de la relatividad general y a la mecánica cuántica: el observador, ese oscuro objeto del deseo que ha llevado a convertir el conocimiento humano en un consenso, más que en una descripción objetiva e inapelable de lo real.
Aun asumiendo que la mayoría de los físicos considera la mecánica cuántica como el pilar de todo lo que conocemos, Vanchurin propone que la realidad es más sutil: todo emana de una red neuronal microscópica, tanto la mecánica cuántica, como la relatividad general y los observadores.
Por lo tanto, si queremos reconciliar los tres aspectos conocidos de la realidad, habría que considerar que el sustrato del universo es una red neuronal, presumiblemente cuántica: integraría las leyes de la relatividad general, los principios del mundo cuántico y el papel de los observadores en este nuevo marco teórico.
También resolvería el dilema de los supuestos multiversos de Everett y de las variables ocultas que, supuestamente, tendrían los secretos del mundo cuántico.
Según Vanchurin, las variables ocultas serían los estados de las neuronas individuales y las neuronas aprendices representarían a lo que llama variables cuánticas.
Aprendizaje profundo
Para comprender cómo ha sido concebida esta propuesta teórica, que ha suscitado escepticismo entre otros físicos, Vanchurin cuenta que es la deducción lógica del estudio de las redes neuronales artificiales a las que ha dedicado mucho tiempo.
Las redes neuronales artificiales están formadas por una serie de circuitos electrónicos que se comportan como las neuronas biológicas.
Son una rama de la Inteligencia Artificial que imitan al cerebro humano a través del llamado aprendizaje profundo, una forma de automatizar el análisis predictivo: la capacidad que tiene el cerebro biológico de analizar un amplio espectro de datos para anticipar posibles acontecimientos.
Analizando esta tecnología, Vanchurin apreció que la dinámica de aprendizaje de las redes neuronales artificiales era muy similar a la dinámica que se observa en los sistemas cuánticos.
Las dos teorías universales y los observadores conviven en los procesos de aprendizaje de las redes neuronales artificiales. Esta constatación le llevó a suponer que, en los niveles más básicos del universo, todo se reduce a lo mismo: a una red neuronal que todo lo engloba.
Vanchurin reconoce que la idea es una locura, pero al mismo tiempo señala, en declaraciones a Futurism, que será relativamente fácil rebatirla: sólo es preciso encontrar un fenómeno físico que no pueda modelarse como una red neuronal.
Eso no significa que vivamos en Matrix, concluye Vanchurin, sino que vivimos y formamos parte de una red neuronal universal, aunque no podemos notar la diferencia.
Fuente TENDENCIAS 21