El Inti Raymi se celebra cada 21 de junio en el departamento Santa María, ubicado en el centro de los Valles Calchaquíes y a 332 kilómetros de San Fernando del Valle de Catamarca. Es la representación de la última Fiesta del Sol antes de la llegada de los conquistadores españoles a los dominios del Imperio Inca, y su sentido es el de la resistencia y del “pachacuti”: la esperanza de que la cultura andina florecerá de nuevo.
Cada año, desde el 2008, los habitantes de Santa María se preparaban para representar una de las celebraciones más importantes de los pueblos andinos: la Fiesta del Sol, o el nuevo año andino, que comienza el 21 de junio en el solsticio de invierno. Se trata de una nueva etapa para preparar la tierra para cultivar y rendir culto a los dioses.
El proyecto para concretar esta fiesta de manera turística, fue realizado por la licenciada en turismo Etna Natalia Burgos y el asesoramiento del arqueólogo Fernando Morales.
Morales habló con Catamarca/12 y explicó el sentido y objetivo de realizar en Santa María el Inti Raymi. “Santa María es uno de los grandes e importantes centros arqueológicos del Noroeste Argentino. Este valle fue habitado por distintas parcialidades como ser: Acalianes, Ingamanas, Yocaviles, entre otros, todos pertenecientes a la gran Nación Diaguita Calchaquí, (llamada así por los españoles)”, contó.
El Imperio Incaico con su soberano Topa Inca Yupanqui accede a estos valles aproximadamente en el año 1482, y sus huellas se encuentran en el sitio arqueológico Fuerte Quemado (Santa María), donde actualmente se puede apreciar la división del espacio social andino representado arquitectónicamente por Collana, Pallan, Callao (los incas de sangre, incas de privilegio y mezcla de los dos) como así también la Ventanita o Inti Watana, observatorio astronómico, que regía actividades rituales y productivas y sobre todo les indicaba a los incas la fecha del 21 de junio “Inti Raymi, Fiesta del Sol o Año Nuevo Incaico”.
“Es por esto que se consideró que una de las maneras para recuperar una tradición originaria de la región es la puesta en valor de la fiesta más importante de nuestros ancestros y así instaurarla en el calendario de festividades del Valle de Yocavil”, explicó el arqueólogo.
“El proyecto buscó cumplir diferentes objetivos y uno de ellos fue fortalecer la identidad de nuestra región andina porque la adoración a todo el panteón andino (lugar donde habitaban los dioses) no tuvo límites geográficos, sino pertenecía a toda una región. Este panteón estaba conformado por el sol, la luna, los truenos, los relámpagos, la Pachamama y demás dioses”.
Colonialismo y resistencia
El arqueólogo explicó que “las fiestas en los Andes” se extendieron por todo el territorio, donde la deidad solar, no es netamente incaica; es del mundo andino. "El hombre andino siempre miró hacia arriba y buscó imitar esa organización en la tierra. El cóndor, los hombres, otros animales como el jaguar o el puma y los muertos, las momias, intervienen en la organización simbólica de ese mundo. Y esos mundos están en constante movimiento y combinación”.
“Para ellos las fiestas eran de suma importancia. Era una especie de catarsis social donde hay un careo entre pobladores y gobernantes y dirimen sus contradicciones, las organizan y las solucionan antes de empezar otra vez. Había premoniciones y augurios. Los pueblos andinos tienen una fuerte convicción simbólica en donde el trabajo está unido a la religiosidad y el tiempo no es lineal, es circular. Es decir que es un todo que siempre retorna y donde no puede faltar ninguno de estos elementos”, contó Morales.
“Ahora se ha tomado al Inti Raymi como una forma de resistencia simbólica. Incluso en las naciones mapuches lo celebran, no como el Inti, sino como el nuevo año andino. Para mí no es festividad, es la organización social del trabajo. Es la reafirmación de un colectivo social, una forma de no olvidar nuestra cultura, es decir, que América Latina sigue viva”, resaltó.
“La memoria más presente es el periodo Inca, es cuando fue el quiebre del devenir histórico de nuestros pueblos en América. Aparece la colonialidad. Todo lo pensado, organizado y sentido antes de la llegada de los europeos se va hacia abajo. Se impone el racionalismo económico. La explotación sin razón”, explicó y agregó que incluso “Se desconoce el rol de la mujer en esa cultura”.
“En los Andes, el papel de la mujer era igual y mejor que el de los hombres.Los dioses son hermafroditas, pueden actuar como hombres o mujeres. La Pachamama está asociada al ciclo femenino. Tenemos caciques mujeres, guerreras mujeres. El concepto de que la mujer siempre va atrás del hombre, no es nuestro, es europeo”, resaltó.
La fiesta
Para los pueblos andinos, las fiestas son de suma importancia, en ellas no solo se bailaba y se bebía, sino que se revitalizaba el sentido de pertenencia, se rendía cuentas, se evaluaba todo lo acontecido y se hacían predicciones y augurios para el año que venía.
La fiesta que se realiza en Santa María es la representación del último Inti Raymi antes de la llegada de los europeos a América.
La celebración de la que participan más de 200 personas se inicia con el relato de cómo fue la vida cotidiana de los primeros habitantes de la región. Posteriormente, y con el ropaje correspondiente, ingresan todas las parcialidades que habitaron esas tierras: Acalianes, Ingamanas, Yokaviles, Anguinaos, Hualfines, cada una con su curaca (cacique) e inician un baile tradicional con rituales para luego realizar augurios y sacrificios en honor al Sol o Inti.
El Inka baila para su padre, le rinde cuentas de todo lo que hizo para su pueblo y luego anuncia qué es lo que hará para año que comienza.
Como la representación es del último Inti Raymi que se realizó en América, antes de la entrada del español; el Inka augurará malos presagios, caos, violencia, desolación y muerte (los 500 años de dominación española).
El final es alegría y el regocijo es que la última premonición muestra que pasados los años el pueblo andino sobrevivirá y renacerá porque sus habitantes no perdieron la memoria.
El Shincal
Ubicado en las cercanías de la localidad de Londres, dentro del departamento de Belén en Catamarca, el Shincal de Quimivil fue la capital meridional del antiguo Imperio Inca. Este enclave fue construido durante la segunda mitad del siglo XV y planificado como uno de los más importantes centros políticos-administrativos del Imperio. Desde allí, se distribuían las materias primas y objetos manufacturados por las comunidades autóctonas conquistadas durante la expansión del Imperio, hacia todo el Tawantinsuyu -nombre con el que se denominó al territorio del imperio incaico-. Funcionó también como un centro ceremonial de fiestas y celebraciones a las que acudía gran cantidad de personas.
La comunidad originaria de Otoronco Huasi (La Casa del Felino), que habita en cercanías de este lugar, también festeja el Inti Raymi cada año. Al igual que en Santa María, la celebración es abierta al público pero por la pandemia, se realizó de manera íntima.
Según explicó Morales, “las comunidades nunca dejaron de celebrar el Inti Raymi. Antes lo hacían en sus casas, de manera íntima porque eran mal vistos por el resto de los pobladores y tratados como indios por realizar el ritual. Hoy se tiene mayor conciencia de lo que significa”.
Cada año, desde el 2008, los habitantes de Santa María se preparaban para representar una de las celebraciones más importantes de los pueblos andinos: la Fiesta del Sol, o el nuevo año andino, que comienza el 21 de junio en el solsticio de invierno. Se trata de una nueva etapa para preparar la tierra para cultivar y rendir culto a los dioses.
El proyecto para concretar esta fiesta de manera turística, fue realizado por la licenciada en turismo Etna Natalia Burgos y el asesoramiento del arqueólogo Fernando Morales.
Morales habló con Catamarca/12 y explicó el sentido y objetivo de realizar en Santa María el Inti Raymi. “Santa María es uno de los grandes e importantes centros arqueológicos del Noroeste Argentino. Este valle fue habitado por distintas parcialidades como ser: Acalianes, Ingamanas, Yocaviles, entre otros, todos pertenecientes a la gran Nación Diaguita Calchaquí, (llamada así por los españoles)”, contó.
El Imperio Incaico con su soberano Topa Inca Yupanqui accede a estos valles aproximadamente en el año 1482, y sus huellas se encuentran en el sitio arqueológico Fuerte Quemado (Santa María), donde actualmente se puede apreciar la división del espacio social andino representado arquitectónicamente por Collana, Pallan, Callao (los incas de sangre, incas de privilegio y mezcla de los dos) como así también la Ventanita o Inti Watana, observatorio astronómico, que regía actividades rituales y productivas y sobre todo les indicaba a los incas la fecha del 21 de junio “Inti Raymi, Fiesta del Sol o Año Nuevo Incaico”.
“Es por esto que se consideró que una de las maneras para recuperar una tradición originaria de la región es la puesta en valor de la fiesta más importante de nuestros ancestros y así instaurarla en el calendario de festividades del Valle de Yocavil”, explicó el arqueólogo.
“El proyecto buscó cumplir diferentes objetivos y uno de ellos fue fortalecer la identidad de nuestra región andina porque la adoración a todo el panteón andino (lugar donde habitaban los dioses) no tuvo límites geográficos, sino pertenecía a toda una región. Este panteón estaba conformado por el sol, la luna, los truenos, los relámpagos, la Pachamama y demás dioses”.
Colonialismo y resistencia
El arqueólogo explicó que “las fiestas en los Andes” se extendieron por todo el territorio, donde la deidad solar, no es netamente incaica; es del mundo andino. "El hombre andino siempre miró hacia arriba y buscó imitar esa organización en la tierra. El cóndor, los hombres, otros animales como el jaguar o el puma y los muertos, las momias, intervienen en la organización simbólica de ese mundo. Y esos mundos están en constante movimiento y combinación”.
“Para ellos las fiestas eran de suma importancia. Era una especie de catarsis social donde hay un careo entre pobladores y gobernantes y dirimen sus contradicciones, las organizan y las solucionan antes de empezar otra vez. Había premoniciones y augurios. Los pueblos andinos tienen una fuerte convicción simbólica en donde el trabajo está unido a la religiosidad y el tiempo no es lineal, es circular. Es decir que es un todo que siempre retorna y donde no puede faltar ninguno de estos elementos”, contó Morales.
“Ahora se ha tomado al Inti Raymi como una forma de resistencia simbólica. Incluso en las naciones mapuches lo celebran, no como el Inti, sino como el nuevo año andino. Para mí no es festividad, es la organización social del trabajo. Es la reafirmación de un colectivo social, una forma de no olvidar nuestra cultura, es decir, que América Latina sigue viva”, resaltó.
“La memoria más presente es el periodo Inca, es cuando fue el quiebre del devenir histórico de nuestros pueblos en América. Aparece la colonialidad. Todo lo pensado, organizado y sentido antes de la llegada de los europeos se va hacia abajo. Se impone el racionalismo económico. La explotación sin razón”, explicó y agregó que incluso “Se desconoce el rol de la mujer en esa cultura”.
“En los Andes, el papel de la mujer era igual y mejor que el de los hombres.Los dioses son hermafroditas, pueden actuar como hombres o mujeres. La Pachamama está asociada al ciclo femenino. Tenemos caciques mujeres, guerreras mujeres. El concepto de que la mujer siempre va atrás del hombre, no es nuestro, es europeo”, resaltó.
La fiesta
Para los pueblos andinos, las fiestas son de suma importancia, en ellas no solo se bailaba y se bebía, sino que se revitalizaba el sentido de pertenencia, se rendía cuentas, se evaluaba todo lo acontecido y se hacían predicciones y augurios para el año que venía.
La fiesta que se realiza en Santa María es la representación del último Inti Raymi antes de la llegada de los europeos a América.
La celebración de la que participan más de 200 personas se inicia con el relato de cómo fue la vida cotidiana de los primeros habitantes de la región. Posteriormente, y con el ropaje correspondiente, ingresan todas las parcialidades que habitaron esas tierras: Acalianes, Ingamanas, Yokaviles, Anguinaos, Hualfines, cada una con su curaca (cacique) e inician un baile tradicional con rituales para luego realizar augurios y sacrificios en honor al Sol o Inti.
El Inka baila para su padre, le rinde cuentas de todo lo que hizo para su pueblo y luego anuncia qué es lo que hará para año que comienza.
Como la representación es del último Inti Raymi que se realizó en América, antes de la entrada del español; el Inka augurará malos presagios, caos, violencia, desolación y muerte (los 500 años de dominación española).
El final es alegría y el regocijo es que la última premonición muestra que pasados los años el pueblo andino sobrevivirá y renacerá porque sus habitantes no perdieron la memoria.
El Shincal
Ubicado en las cercanías de la localidad de Londres, dentro del departamento de Belén en Catamarca, el Shincal de Quimivil fue la capital meridional del antiguo Imperio Inca. Este enclave fue construido durante la segunda mitad del siglo XV y planificado como uno de los más importantes centros políticos-administrativos del Imperio. Desde allí, se distribuían las materias primas y objetos manufacturados por las comunidades autóctonas conquistadas durante la expansión del Imperio, hacia todo el Tawantinsuyu -nombre con el que se denominó al territorio del imperio incaico-. Funcionó también como un centro ceremonial de fiestas y celebraciones a las que acudía gran cantidad de personas.
La comunidad originaria de Otoronco Huasi (La Casa del Felino), que habita en cercanías de este lugar, también festeja el Inti Raymi cada año. Al igual que en Santa María, la celebración es abierta al público pero por la pandemia, se realizó de manera íntima.
Según explicó Morales, “las comunidades nunca dejaron de celebrar el Inti Raymi. Antes lo hacían en sus casas, de manera íntima porque eran mal vistos por el resto de los pobladores y tratados como indios por realizar el ritual. Hoy se tiene mayor conciencia de lo que significa”.
Fuente PÁGINA 12