Descubren cómo el cerebro nos proyecta la realidad

Una región de la corteza visual comúnmente asociada con el procesamiento de escenas espaciales funciona como un proyector de la realidad: relaciona y enlaza con increíble velocidad los objetos y situaciones que permiten crear la realidad que percibimos y establecer expectativas sobre el mundo.

Un estudio desarrollado en la Universidad Johns Hopkins ha identificado la región del cerebro que cumple la función de «proyectar» la realidad: un área de la corteza visual crea relaciones a toda velocidad entre elementos percibidos y situaciones vividas, conformando la imagen del mundo que nos sirve de referencia.

Por ejemplo, si observamos un avión genera inmediatamente imágenes del cielo, nubes o nos sitúa en algún aeropuerto que hemos visitado previamente, construyendo así una escena general correspondiente a cada situación. La investigación ha sido publicada recientemente en la revista Nature Communications.

Según una nota de prensa, los científicos emplearon el aprendizaje automático y las imágenes cerebrales para identificar y describir el fenómeno de «co-ocurrencia», a través del cual se vinculan automáticamente los objetos en nuestras mentes. El mecanismo cerebral hace posible crear un contexto para el entorno.
Relaciones que crean la percepción de la realidad

Las redes de «co-ocurrencia» sirven para proporcionar una visualización gráfica de las relaciones potenciales entre objetos, situaciones y conceptos. En ellas, las limitaciones de tiempo y espacio se suprimen: de esta forma, podemos enlazar aspectos del pasado con el presente o proyectar a futuro a partir de información actual.

Aunque se trata de un concepto de las ciencias del lenguaje que explica cómo se articulan las relaciones entre términos dentro de una unidad de texto, se aplica directamente al campo cognitivo: es sabido que las estructuras lingüísticas y de pensamiento poseen mecanismos y lógicas muy similares.

En la investigación, los especialistas realizaron en principio una serie de pruebas con un grupo de voluntarios, a los cuales se les presentaron diversos objetos y conceptos. El objetivo era cuantificar las relaciones establecidas, para posteriormente analizarlas mediante un algoritmo de aprendizaje automático.

Gracias a esa información y su tratamiento, lograron establecer las características y la frecuencia de las redes de «co-ocurrencia», o sea las principales relaciones que establecían los participantes y que les permitían vincular, por ejemplo, un bolígrafo con un teclado de ordenador a partir del concepto de escritura o comunicación.

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El rol de la corteza visual

Una vez identificadas estas relaciones, el segundo paso fue intentar rastrearlas en la actividad cerebral, concretamente mediante imágenes de resonancia magnética funcional, o fMRI. Fue entonces cuando descubrieron que un sector de la corteza visual se activaba especialmente al momento de establecer las relaciones que construyen la realidad que percibimos.

Según los investigadores, el estudio demuestra por qué las personas tienen más inconvenientes para relacionar objetos o elementos fuera de contexto. Es que el sector identificado en el cerebro funciona como una «reserva» de asociaciones contextuales: si pensamos en la rueda de un vehículo, de forma casi inmediata nos trae a la mente la imagen completa del coche.

Todas las posibles asociaciones y relaciones contextuales para un concepto o situación parecen estar «latentes» en esta parte de la corteza visual, que es la zona cerebral encargada de decodificar la percepción y convertirla en visión, entre otras funciones. El subsector concreto que pudo identificarse se denomina corteza parahipocampal.

Por otro lado, cuando el cerebro no encuentra una asociación inmediata entre dos conceptos porque los mismos están descontextualizados, se pone en marcha otro proceso diferente y más lento. No es lo mismo relacionar «arena» con «mar» que «arena» con «nevera». En el segundo caso, el cerebro debe buscar relaciones ilógicas o irracionales para encontrar algún tipo de significado.

Este descubrimiento deja en claro que existe un doble mecanismo que construye la realidad que percibimos: el cerebro capta la información del entorno, pero al mismo tiempo la procesa y decodifica a partir de mecanismos que reciben la influencia de situaciones previas, expectativas, subjetividades y vivencias personales. Esto determina que cada uno de nosotros siempre vea algo diferente, aunque estemos apreciando la misma escena.




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