Los científicos se abren a una nueva mentalidad para la comprensión del universo

Asumen que la realidad es demasiado compleja y aceptan conocerla sin llegar a entenderla completamente

La ciencia está alcanzando un nuevo momento en su exploración del mundo: asume que la realidad es ajena a la comprensión humana y se propone abordar el conocimiento del universo renunciando a la pretensión de conocerla en toda su complejidad.

Estrenamos un nuevo año y todavía no sabemos lo que es la realidad, entendida como la base material de todo lo que existe.

Después de un siglo de deliberaciones, ahora estamos pensando que lo mejor es no solo abandonar la pretensión de conocer a fondo lo que llamamos realidad, sino también que debemos abordar el estudio de los mayores misterios del universo desde otra perspectiva.

En ese sentido, podemos decir que estamos reviviendo un momento parecido al que vivimos a comienzos del siglo XX, cuando la mecánica cuántica revolucionó nuestra manera de conocer y de comprender al mundo. Esa otra perspectiva es la clave del nuevo momento científico.

Cambio de paradigma

Hasta comienzos del siglo pasado, pensábamos que el universo era real, es decir, que existía por sí mismo, sin depender de ningún observador, y que al mismo tiempo era determinista y completamente predecible: podemos saber con precisión matemática cuándo y cómo será el próximo eclipse solar, por ejemplo.

Sin embargo, la mecánica cuántica alteró profundamente esa visión del mundo: los ladrillos del universo real (los átomos) fueron sustituidos por ondas de realidad que resultaban etéreas e inalcanzables.

Nos demostraron que las leyes físicas que las gobiernan no son locales, reales ni deterministas. Las ondas de realidad también tienen leyes, pero no tienen mucho que ver con las leyes de la física clásica.

Incluso en ocasiones las leyes cuánticas son contradictorias, como que el gato imaginario de Schrödinger puede estar vivo y muerto a la vez, hasta que abrimos la caja en la que lo habíamos encerrado con leche y veneno.

Cien años de dudas

Esto nos ha llevado a plantearnos qué es lo verdaderamente real, pero un siglo después de que el físico francés Louis-Victor de Broglie planteara la naturaleza ondulatoria de la materia, todavía no tenemos una respuesta clara.

Hemos formulado algunas hipótesis, pero sin poder alcanzar una conclusión clara. Según la hipótesis más famosa, conocida como la interpretación de Copenhague, la realidad es indeterminista y en ocasiones ha considerado incluso que es producto del observador: el gato estará vivo o muerto según lo que determine Schrödinger al abrir la caja.

La interpretación de Everett propone que todos los posibles resultados de las mediciones cuánticas se realizan físicamente en algún otro "mundo" o universo. Por lo tanto, la realidad es determinista, pero no se puede describir si no incluimos en la ecuación un mundo infinito de universos paralelos, en los que la realidad prolonga su pluralidad de versiones más allá de la percepción humana.

Una tercera interpretación propone también que la realidad es determinista y realista, y explica las paradojas no resueltas con la teoría de las variables ocultas, cuya defenestración fue galardonada en 2022 con el Premio Nobel de Física otorgado a Alain Aspect, John Clauser y Anton Zeilinger.

Resignación científica

Pero, a pesar de estas sofisticadas teorías, seguimos sin saber lo que es la realidad: solo podemos conformarnos con considerarla no como algo objetivo (realista), sino como la descripción posible que podemos obtener de la observación de lo que pasa en el mundo.

Das Sarma, que figura entre los físicos más citados de este siglo, nos recordabaal respecto hace unos días que las leyes físicas son solo descripciones matemáticas que reflejan lo que sabemos, no necesariamente cómo es en realidad el mundo.

Lee Smolin, fundador del Perimeter Institute for Theoretical Physics de Ontario, plantea en un reciente libro (Penguin Press, 2019), que la idea de que existe una realidad fundamental, objetiva e independiente del observador, es una suposición sin evidencia consistente, basada solo en nuestra intuición. Es lo que sugiere también en su último libro (De Laetoli a la Luna, Barcelona 2022) el neurocientífico Javier de Felipe.

Paradoja normalizada

Suponemos incluso, como plantea el astrofísico Ethan Siegel en Big Think, que el Universo podría ser intrínsicamente paradójico, es decir, podría por una parte ser real y al mismo tiempo estar estrechamente vinculado a la percepción humana.

Una investigación del año 2020, desarrollada en la Universidad Griffith, en Australia, parece confirmarlo porque ha determinado que la realidad puede fragmentarse en diferentes partes y ofrecer una perspectiva única para cada observador, sin perder por ello su validez universal.

Siegel concluye que no es necesario optar por una u otra aproximación, sino asumir que la realidad es así de paradójica, un planteamiento que evoca a su vez al filósofo Bertrand Russell (1872-1970), capaz de encontrar lo relativo en lo que parecía absoluto.

En consecuencia, según este planteamiento, debemos continuar en nuestra exploración del universo asumiendo que no tiene por qué responder a nuestras expectativas humanas.

Nueva perspectiva

Siegel considera que lo único que hacen nuestras expectativas es otorgar una perspectiva estética a la realidad: objetivamente no hay necesidad de ninguna interpretación sobre su naturaleza.

Puede que esta nueva perspectiva sea la clave del nuevo momento con el que la ciencia básica arranca ahora un nuevo año, que promete novedades interesantes sobre los orígenes del universo, como presagia el telescopio James Webb, y tal vez también sobre la nueva física, tal como prometen el CERN y las perspectivas abiertas por la fusión nuclear controlada.

Esa nueva física está llamada a replantear o ampliar el Modelo Estándar de la física de partículas que describe la estructura fundamental de la materia, asumida más como ondas de probabilidad que como mosaicos del universo.

Resulta paradójico que el Modelo Estándar en el que tanto hemos confiado desde los años 70 del siglo pasado para comprender el universo, sea al mismo tiempo el origen de nuestras mayores dudas sobre la naturaleza última de la realidad.

Unas dudas que, según Descartes, serían el principio de la sabiduría.

Fuente LEVANTE



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