¿Quién podía imaginar que tan sólo tres átomos fueran suficientes para crear una asombrosa sustancia? El agua es tan antigua como nuestra galaxia, además de ser la molécula triatómica más abundante del cosmos. Entonces, ¿hay mares en otros mundos?
La próxima vez que se encuentre ante su playa favorita deténgase por un momento y observe a su alrededor. Estará ante uno de los panoramas más raros que ofrece nuestro universo: grandes cantidades de agua líquida. De hecho, y a pesar de que el agua es una sustancia muy común en el universo, es nuestro planeta el único lugar donde podemos encontrarla en los tres estados de manera estable: sólido, líquido y gaseoso. Eso por ahora, porque aunque a finales del siglo XX se pensaba que era muy complicado encontrar agua líquida en algún cuerpo de universo, ahora ya no lo tenemos tan claro. Siempre habíamos creído que para ello se necesitaba un aporte continuo de energía por parte de la estrella, lo que implicaba que el planeta debería encontrarse en lo que se llama la Zona de Habitabilidad, la franja de espacio alrededor de la estrella donde la energía proporcionada permite, al menos teóricamente, la existencia de agua líquida en su superficie. Sin embargo, las misiones espaciales han ido encontrando agua líquida donde nadie sospechaba: en satélites alrededor de planetas muy alejados del Sol.
Con todo, ya había sospechas de que algo así podía pasar. Europa, la más pequeña de las cuatro grandes lunas de Júpiter, es un reino helado, con temperaturas de 220º bajo cero y posee un océano de agua salada bajo una capa 100 km de hielo. Y no solo eso, sino que gracias a los 15 meses que el telescopio espacial Hubble dedicó a observarla mientras pasaba repetidamente por delante de Júpiter, sabemos que a través de las fracturas de la superficie salen unas columnas de agua que alcanzan los 200 km. Todo a causa de la acción de Júpiter: las fuerzas de marea gravitatorias son tan intensas bajo la capa de hielo que la diferencia entre el flujo y reflujo es de 200 metros.
De igual forma, la luna más grande del Sistema Solar, Ganímedes -es tan grande que tiene su propio campo magnético- también posee un mar de agua salada bajo su superficie congelada. Lo mismo sucede con la luna de Saturno Encélado, pues desde el polo sur se elevan chorros de agua a 1.800 km/h y llegan a los 500 km de altura. Además, el análisis de las fotografías tomadas por la sonda Cassini demuestran que esta luna tiene un peculiar movimiento oscilatorio que solo se explica si existe un gran océano bajo la superficie. Lo mismo sucede en la gran esperanza de la astrobiología, Titán, solo que el océano es de agua y amoniaco. Además es el único de los cuerpos del Sistema Solar (a excepción de la Tierra) que cuenta con lagos y mares líquidos en su superficie. Los mares de Titán, sin embargo, tampoco están compuestos de agua, sino de hidrocarburos líquidos. ¿Qué hay debajo de su superficie? Averiguarlo es uno de los objetivos de un proyecto presentado en 2014 a la NASA: enviar un submarino para explorar el mar del norte más grande de Titán, Kraken Mare.
Océanos lejanos
En 2016 el universo nos dio otra sorpresa. Plutón, el planeta que dejó de serlo, puede que también tenga un océano. Las imágenes tomadas por la sonda New Horizons en 2015 mostró ciertas características tectónicas que apuntan a que ese mundo helado -con una temperatura media de 229 grados bajo cero- se ha expandido, y eso sucede si hay un océano que se está congelando bajo su superficie.
El agua estaría mezclada con amoniaco, que actúa como si fuera una especie de anticongelante. En concreto, en la región de la Fosa de Virgilio se han encontrado unas erupciones criovolcánicas recientes que parecen emanar de una fuente de agua líquida situada bajo la superficie. Por otro lado, últimas investigaciones apuntan a que la Sputnik Planitia, una gran superficie de hielo de nitrógeno, metano y monóxido de carbono, es una cuenca de impacto. Las simulaciones que se han realizado del cataclismo indican que debieron producirse potentes ondas sísmicas que se propagaron alrededor y a través de Plutón, rasgando la superficie de la cara opuesta del planeta enano. Lo más llamativo es que para que se produjera esa transmisión -y la creación de la Sputnik Planitia- es necesario que Plutón albergue un océano subterráneo de agua líquida de 150 kilómetros de espesor. Los científicos planetarios sospechan que este océano se pudo haber formado hace 4.500 millones de años, en los albores del Sistema Solar.
Que el agua sea tan abundante en nuestro barrio cósmico hizo que la NASA creara en 2015 el Ocean Words Exploration Program para “evaluar la habitabilidad y buscar biofirmas de vida extraterrestre simple”. Los astrobiólogos lo tiene claro: su mantra para buscar vida es “sigue al agua”.
La gran esperanza roja
Un ejemplo es el planeta rojo. El Marte antiguo fue un lugar muy diferente al de hoy, seco y árido. No hay duda de que el agua corrió por la superficie de Marte, lo que nos lleva a un planeta más cálido y con una atmósfera más densa en el pasado, hace 3.800 millones de años. Ahora bien, ¿ha habido agua superficial en épocas recientes? Es posible. Se ha descubierto toda una red de cauces secos jóvenes y torrenteras formadas en épocas recientes.
Los caudales máximos de algunos canales marcianos fueron mucho mayores que los máximos caudales que han fluido por nuestro planeta. Por el Ares Vallis –la zona por donde estuvo paseando el Sojourner en el verano de 1997- circuló un caudal de mil millones de metros cúbicos por segundo. Por el Amazonas circulan 300 000, y la gran catarata que rellenó el Mediterráneo a través de Gibraltar cuando se secó hace 5,5 millones de años llevaba tan sólo 60 millones.
En el planeta rojo no ha sucedido como en la Tierra, donde el agua líquida ha estado presente desde sus inicios, hace 4 000 millones de años. En Marte ha habido agua de forma esporádica, probablemente de forma repetida pero quizá efímera. ¿Hubo alguna vez un océano? No está muy claro, pero los científicos le han dado un nombre: es el Oceanus Borealis, situado en las llanuras del tercio norte del planeta: 65 millones de metros cúbicos y 1.700 m de profundidad media, que habría coexistido en el tiempo con la existencia de un gran Polo Sur. Lo que nos lleva a un enigma que se une a uno de los grandes misterios de la planetología: ¿cómo ha llegado Marte a su clima actual?
¿Y fuera de nuestro Sistema Solar?
En junio de 2020 la científica planetaria Lynnae Quick, del Goddard Space Flight Center de la NASA decidió explorar la posibilidad de que hubiera agua líquida en alguno de los planetas extrasolares descubiertos; en particular, 53 planetas similares a la Tierra. Su análisis, que el tiempo confirmará o refutará, predice que la cuarta parte de los planetas estudiados podrían poseer un océano, ya fuera en superficie o, como en Encélado o Europa, bajo una gruesa capa de hielo.
A la misma conclusión ha llegado Li Zeng, de la Universidad de Harvard, que en su estudio de más de 4000 exoplanetas ha llegado a la conclusión que en el 35% de ellos podrían tener en forma de agua hasta la mitad de su masa planetaria. Una cantidad apabullante habida cuenta que en la Tierra la masa de agua supone menos del 0,02%. Por ahora los candidatos más prometedores a ser 'planetas océano' son aquellos del estilo de la Tierra que se encuentran dentro de la Zona de Habitabilidad de su estrella: el que orbita la enana roja del sistema triple Gliese 667, Hallan tres planetas en la zona habitable de una estrella cercana (muyinteresante.es) el que lo hace alrededor de Kepler-22 (una estrella tipo solar) y el de la enana ultrafría TRAPPIST-1. Pero determinar que hay agua en su superficie no es tarea sencilla y se usan técnicas como el mapeo rotacional o la reflexión especular (ver el destello de la luz que se refleja en el océano del planeta). El principal problema es conseguir que se produzca muy pocos falsos positivos, y por ello es uno de los retos más importantes a los que se enfrentan los astrobiólogos.
La próxima vez que se encuentre ante su playa favorita deténgase por un momento y observe a su alrededor. Estará ante uno de los panoramas más raros que ofrece nuestro universo: grandes cantidades de agua líquida. De hecho, y a pesar de que el agua es una sustancia muy común en el universo, es nuestro planeta el único lugar donde podemos encontrarla en los tres estados de manera estable: sólido, líquido y gaseoso. Eso por ahora, porque aunque a finales del siglo XX se pensaba que era muy complicado encontrar agua líquida en algún cuerpo de universo, ahora ya no lo tenemos tan claro. Siempre habíamos creído que para ello se necesitaba un aporte continuo de energía por parte de la estrella, lo que implicaba que el planeta debería encontrarse en lo que se llama la Zona de Habitabilidad, la franja de espacio alrededor de la estrella donde la energía proporcionada permite, al menos teóricamente, la existencia de agua líquida en su superficie. Sin embargo, las misiones espaciales han ido encontrando agua líquida donde nadie sospechaba: en satélites alrededor de planetas muy alejados del Sol.
Con todo, ya había sospechas de que algo así podía pasar. Europa, la más pequeña de las cuatro grandes lunas de Júpiter, es un reino helado, con temperaturas de 220º bajo cero y posee un océano de agua salada bajo una capa 100 km de hielo. Y no solo eso, sino que gracias a los 15 meses que el telescopio espacial Hubble dedicó a observarla mientras pasaba repetidamente por delante de Júpiter, sabemos que a través de las fracturas de la superficie salen unas columnas de agua que alcanzan los 200 km. Todo a causa de la acción de Júpiter: las fuerzas de marea gravitatorias son tan intensas bajo la capa de hielo que la diferencia entre el flujo y reflujo es de 200 metros.
De igual forma, la luna más grande del Sistema Solar, Ganímedes -es tan grande que tiene su propio campo magnético- también posee un mar de agua salada bajo su superficie congelada. Lo mismo sucede con la luna de Saturno Encélado, pues desde el polo sur se elevan chorros de agua a 1.800 km/h y llegan a los 500 km de altura. Además, el análisis de las fotografías tomadas por la sonda Cassini demuestran que esta luna tiene un peculiar movimiento oscilatorio que solo se explica si existe un gran océano bajo la superficie. Lo mismo sucede en la gran esperanza de la astrobiología, Titán, solo que el océano es de agua y amoniaco. Además es el único de los cuerpos del Sistema Solar (a excepción de la Tierra) que cuenta con lagos y mares líquidos en su superficie. Los mares de Titán, sin embargo, tampoco están compuestos de agua, sino de hidrocarburos líquidos. ¿Qué hay debajo de su superficie? Averiguarlo es uno de los objetivos de un proyecto presentado en 2014 a la NASA: enviar un submarino para explorar el mar del norte más grande de Titán, Kraken Mare.
Océanos lejanos
En 2016 el universo nos dio otra sorpresa. Plutón, el planeta que dejó de serlo, puede que también tenga un océano. Las imágenes tomadas por la sonda New Horizons en 2015 mostró ciertas características tectónicas que apuntan a que ese mundo helado -con una temperatura media de 229 grados bajo cero- se ha expandido, y eso sucede si hay un océano que se está congelando bajo su superficie.
El agua estaría mezclada con amoniaco, que actúa como si fuera una especie de anticongelante. En concreto, en la región de la Fosa de Virgilio se han encontrado unas erupciones criovolcánicas recientes que parecen emanar de una fuente de agua líquida situada bajo la superficie. Por otro lado, últimas investigaciones apuntan a que la Sputnik Planitia, una gran superficie de hielo de nitrógeno, metano y monóxido de carbono, es una cuenca de impacto. Las simulaciones que se han realizado del cataclismo indican que debieron producirse potentes ondas sísmicas que se propagaron alrededor y a través de Plutón, rasgando la superficie de la cara opuesta del planeta enano. Lo más llamativo es que para que se produjera esa transmisión -y la creación de la Sputnik Planitia- es necesario que Plutón albergue un océano subterráneo de agua líquida de 150 kilómetros de espesor. Los científicos planetarios sospechan que este océano se pudo haber formado hace 4.500 millones de años, en los albores del Sistema Solar.
Que el agua sea tan abundante en nuestro barrio cósmico hizo que la NASA creara en 2015 el Ocean Words Exploration Program para “evaluar la habitabilidad y buscar biofirmas de vida extraterrestre simple”. Los astrobiólogos lo tiene claro: su mantra para buscar vida es “sigue al agua”.
La gran esperanza roja
Un ejemplo es el planeta rojo. El Marte antiguo fue un lugar muy diferente al de hoy, seco y árido. No hay duda de que el agua corrió por la superficie de Marte, lo que nos lleva a un planeta más cálido y con una atmósfera más densa en el pasado, hace 3.800 millones de años. Ahora bien, ¿ha habido agua superficial en épocas recientes? Es posible. Se ha descubierto toda una red de cauces secos jóvenes y torrenteras formadas en épocas recientes.
Los caudales máximos de algunos canales marcianos fueron mucho mayores que los máximos caudales que han fluido por nuestro planeta. Por el Ares Vallis –la zona por donde estuvo paseando el Sojourner en el verano de 1997- circuló un caudal de mil millones de metros cúbicos por segundo. Por el Amazonas circulan 300 000, y la gran catarata que rellenó el Mediterráneo a través de Gibraltar cuando se secó hace 5,5 millones de años llevaba tan sólo 60 millones.
En el planeta rojo no ha sucedido como en la Tierra, donde el agua líquida ha estado presente desde sus inicios, hace 4 000 millones de años. En Marte ha habido agua de forma esporádica, probablemente de forma repetida pero quizá efímera. ¿Hubo alguna vez un océano? No está muy claro, pero los científicos le han dado un nombre: es el Oceanus Borealis, situado en las llanuras del tercio norte del planeta: 65 millones de metros cúbicos y 1.700 m de profundidad media, que habría coexistido en el tiempo con la existencia de un gran Polo Sur. Lo que nos lleva a un enigma que se une a uno de los grandes misterios de la planetología: ¿cómo ha llegado Marte a su clima actual?
¿Y fuera de nuestro Sistema Solar?
En junio de 2020 la científica planetaria Lynnae Quick, del Goddard Space Flight Center de la NASA decidió explorar la posibilidad de que hubiera agua líquida en alguno de los planetas extrasolares descubiertos; en particular, 53 planetas similares a la Tierra. Su análisis, que el tiempo confirmará o refutará, predice que la cuarta parte de los planetas estudiados podrían poseer un océano, ya fuera en superficie o, como en Encélado o Europa, bajo una gruesa capa de hielo.
A la misma conclusión ha llegado Li Zeng, de la Universidad de Harvard, que en su estudio de más de 4000 exoplanetas ha llegado a la conclusión que en el 35% de ellos podrían tener en forma de agua hasta la mitad de su masa planetaria. Una cantidad apabullante habida cuenta que en la Tierra la masa de agua supone menos del 0,02%. Por ahora los candidatos más prometedores a ser 'planetas océano' son aquellos del estilo de la Tierra que se encuentran dentro de la Zona de Habitabilidad de su estrella: el que orbita la enana roja del sistema triple Gliese 667, Hallan tres planetas en la zona habitable de una estrella cercana (muyinteresante.es) el que lo hace alrededor de Kepler-22 (una estrella tipo solar) y el de la enana ultrafría TRAPPIST-1. Pero determinar que hay agua en su superficie no es tarea sencilla y se usan técnicas como el mapeo rotacional o la reflexión especular (ver el destello de la luz que se refleja en el océano del planeta). El principal problema es conseguir que se produzca muy pocos falsos positivos, y por ello es uno de los retos más importantes a los que se enfrentan los astrobiólogos.
Fuente MUY INTERESANTE