No es solo una hermosa espiral de luz que gira lentamente en el espacio, sino que tiene una química compleja y diversa que es casi única
Investigadores del Instituto Max Planck de Astronomía han reconstruido lo que los astrónomos extraterrestres, al observar nuestra galaxia, la Vía Láctea desde lejos, encontrarían si analizaran la composición química de nuestra galaxia natal. Al menos en lo que respecta a la composición química, la Vía Láctea es inusual, pero no única.
La Vía Láctea es nuestra galaxia, el conjunto de estrellas, planetas, gas y polvo al que pertenecemos. Pero ¿cómo es nuestra galaxia desde fuera? ¿Qué aspecto tiene para un observador extraterrestre que la mire desde otra parte del universo? Estas son algunas de las preguntas que se plantean los astrónomos que intentan reconstruir la imagen de nuestra casa cósmica.
Sabemos que la Vía Láctea es una galaxia espiral, con un disco plano y unos brazos que se enrollan alrededor de un abultamiento central. También sabemos que tiene un diámetro de unos 100.000 años luz y que contiene entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas, una de las cuales es nuestro Sol. Pero no podemos verla en toda su extensión, porque estamos dentro de ella, a unos 25.000 años luz del centro, en uno de los brazos espirales llamado Orión.
Investigadores del Instituto Max Planck de Astronomía han reconstruido lo que los astrónomos extraterrestres, al observar nuestra galaxia, la Vía Láctea desde lejos, encontrarían si analizaran la composición química de nuestra galaxia natal. Al menos en lo que respecta a la composición química, la Vía Láctea es inusual, pero no única.
La Vía Láctea es nuestra galaxia, el conjunto de estrellas, planetas, gas y polvo al que pertenecemos. Pero ¿cómo es nuestra galaxia desde fuera? ¿Qué aspecto tiene para un observador extraterrestre que la mire desde otra parte del universo? Estas son algunas de las preguntas que se plantean los astrónomos que intentan reconstruir la imagen de nuestra casa cósmica.
Sabemos que la Vía Láctea es una galaxia espiral, con un disco plano y unos brazos que se enrollan alrededor de un abultamiento central. También sabemos que tiene un diámetro de unos 100.000 años luz y que contiene entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas, una de las cuales es nuestro Sol. Pero no podemos verla en toda su extensión, porque estamos dentro de ella, a unos 25.000 años luz del centro, en uno de los brazos espirales llamado Orión.
Banda luminosa
Lo que vemos cuando miramos al cielo nocturno es una banda luminosa formada por las estrellas más cercanas a nosotros, que se proyectan sobre el plano del disco galáctico. Esta banda se llama Vía Láctea porque los antiguos la comparaban con un río de leche. Pero no podemos ver las estrellas más lejanas, ni el centro ni los bordes de la galaxia, porque están ocultos por el polvo interestelar que absorbe la luz visible.
Para poder ver nuestra galaxia desde fuera, tendríamos que viajar a una distancia de al menos 100.000 años luz, lo que supondría un viaje de varios millones de años con la tecnología actual. Por eso, los astrónomos recurren a otras técnicas para obtener una imagen aproximada de la Vía Láctea.
Lo que vemos cuando miramos al cielo nocturno es una banda luminosa formada por las estrellas más cercanas a nosotros, que se proyectan sobre el plano del disco galáctico. Esta banda se llama Vía Láctea porque los antiguos la comparaban con un río de leche. Pero no podemos ver las estrellas más lejanas, ni el centro ni los bordes de la galaxia, porque están ocultos por el polvo interestelar que absorbe la luz visible.
Para poder ver nuestra galaxia desde fuera, tendríamos que viajar a una distancia de al menos 100.000 años luz, lo que supondría un viaje de varios millones de años con la tecnología actual. Por eso, los astrónomos recurren a otras técnicas para obtener una imagen aproximada de la Vía Láctea.
Otras vías
Una de ellas es observar otras galaxias similares a la nuestra y compararlas con lo que sabemos de la Vía Láctea. Otra técnica es usar telescopios que puedan captar otras longitudes de onda de la luz, como el infrarrojo o el radio, que pueden atravesar el polvo interestelar y revelarnos detalles ocultos de la estructura de la galaxia.
Una tercera técnica es medir las posiciones y los movimientos de las estrellas y los objetos celestes dentro de la galaxia y usarlos para crear modelos tridimensionales y simulaciones por ordenador. Estos datos nos permiten reconstruir la historia y la evolución de nuestra galaxia.
Una de ellas es observar otras galaxias similares a la nuestra y compararlas con lo que sabemos de la Vía Láctea. Otra técnica es usar telescopios que puedan captar otras longitudes de onda de la luz, como el infrarrojo o el radio, que pueden atravesar el polvo interestelar y revelarnos detalles ocultos de la estructura de la galaxia.
Una tercera técnica es medir las posiciones y los movimientos de las estrellas y los objetos celestes dentro de la galaxia y usarlos para crear modelos tridimensionales y simulaciones por ordenador. Estos datos nos permiten reconstruir la historia y la evolución de nuestra galaxia.
Perspectiva química
Una nueva investigación del Instituto Max Planck de Astronomía ha ido un paso más allá y ha reconstruido lo que un observador extraterrestre vería si analizara la composición química de nuestra galaxia desde fuera, según se informa en un comunicado.
Los investigadores han usado los datos del satélite Gaia y del telescopio APOGEE para medir las abundancias relativas de diferentes elementos químicos en más de 600.000 estrellas en diferentes regiones del disco galáctico.
Con estos datos han creado mapas bidimensionales y tridimensionales del gradiente químico radial (la variación del contenido químico según la distancia al centro) y vertical (la variación según la altura sobre el plano) de la Vía Láctea.
Una nueva investigación del Instituto Max Planck de Astronomía ha ido un paso más allá y ha reconstruido lo que un observador extraterrestre vería si analizara la composición química de nuestra galaxia desde fuera, según se informa en un comunicado.
Los investigadores han usado los datos del satélite Gaia y del telescopio APOGEE para medir las abundancias relativas de diferentes elementos químicos en más de 600.000 estrellas en diferentes regiones del disco galáctico.
Con estos datos han creado mapas bidimensionales y tridimensionales del gradiente químico radial (la variación del contenido químico según la distancia al centro) y vertical (la variación según la altura sobre el plano) de la Vía Láctea.
Algo particular, pero no única
Estos mapas muestran que la Vía Láctea tiene una química compleja y diversa, que refleja su historia de formación estelar, migración y mezcla.
Los investigadores han comparado estos mapas con los que se obtienen de otras galaxias observadas desde fuera y han encontrado que la Vía Láctea es inusual, pero no única, en su composición química. Y ofrecen unas posibles explicaciones de esta singularidad que deberán ser verificadas.
Estos mapas muestran que la Vía Láctea tiene una química compleja y diversa, que refleja su historia de formación estelar, migración y mezcla.
Los investigadores han comparado estos mapas con los que se obtienen de otras galaxias observadas desde fuera y han encontrado que la Vía Láctea es inusual, pero no única, en su composición química. Y ofrecen unas posibles explicaciones de esta singularidad que deberán ser verificadas.
Una visión más completa
Gracias a todas estas técnicas, los astrónomos han podido averiguar diversas características sorprendentes de nuestra galaxia, como que tiene una forma ligeramente deformada por la influencia gravitatoria de otras galaxias cercanas, como las dos Nubes de Magallanes; que tiene cuatro o cinco brazos principales y varios secundarios; que tiene una barra central formada por estrellas viejas; o que tiene un agujero negro supermasivo en su núcleo.
Aunque todavía nos quedan muchas incógnitas por resolver sobre nuestra galaxia, podemos hacernos una idea bastante aproximada de cómo nos ve el resto del universo: como una hermosa espiral de luz que gira lentamente en el espacio… y que tenemos una química compleja y diversa que nos identifica. ¿Hay alguien ahí?
Gracias a todas estas técnicas, los astrónomos han podido averiguar diversas características sorprendentes de nuestra galaxia, como que tiene una forma ligeramente deformada por la influencia gravitatoria de otras galaxias cercanas, como las dos Nubes de Magallanes; que tiene cuatro o cinco brazos principales y varios secundarios; que tiene una barra central formada por estrellas viejas; o que tiene un agujero negro supermasivo en su núcleo.
Aunque todavía nos quedan muchas incógnitas por resolver sobre nuestra galaxia, podemos hacernos una idea bastante aproximada de cómo nos ve el resto del universo: como una hermosa espiral de luz que gira lentamente en el espacio… y que tenemos una química compleja y diversa que nos identifica. ¿Hay alguien ahí?
Fuente LEVANTE