A pesar de sus escasas dimensiones, es un nuevo ejemplo de la importancia de optimizar el seguimiento de estos cuerpos
Es la octava vez desde 2008 que los científicos detectan un asteroide antes de que haga su aparición en llamas sobre la Tierra: en este caso, una pequeña bola de fuego explotó cerca de Berlín durante la madrugada del 21 de enero. El asteroide, denominado 2024 BXI, tenía alrededor de 1 metro de ancho y no implicó ningún riesgo. Los especialistas saben que vendrán más eventos de este tipo, pero lo importante es agudizar los sistemas de detección ante la posible llegada de asteroides de mayor tamaño.
Durante las primeras horas del domingo 21 de enero, un pequeño asteroide atravesó el cielo y se estrelló contra la atmósfera terrestre cerca de la ciudad de Berlín, en Alemania, generando una llamativa pero inofensiva bola de fuego, que fue visible a varios kilómetros de distancia. El asteroide, catalogado como 2024 BX1, fue detectado por primera vez por los científicos solamente tres horas antes del impacto.
La importancia de una red internacional de observación y monitoreo
Las rocas como 2024 BX1 alcanzan la Tierra a hipervelocidad, desarrollando velocidades aproximadas de entre 11 y 72 kilómetros por segundo. Al colisionar contra la atmósfera, la mayor parte de su masa se desintegra y otro porcentaje se fragmenta, produciendo gigantescas bolas de fuego, que pueden detectarse desde casi 1.000 kilómetros de distancia. Según Trigo Rodríguez, el hallazgo fue posible gracias a la actividad de una compleja red de observatorios profesionales y aficionados en todo el planeta, que se encuentra pendiente del descubrimiento de nuevos asteroides.
Por ejemplo, la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos del CSIC es parte de estos esfuerzos, ya que mantiene un listado actualizado diariamente desde el Instituto de Ciencias del Espacio sobre todos los fenómenos que ocurren sobre España y países limítrofes. Se trata de un proyecto de colaboración reconocido por la Unión Astronómica Internacional.
En el caso de 2024 BX1, en solamente dos horas y media cerca de 180 observatorios en todo el planeta completaron el seguimiento del objeto. Aunque se confirmó su ruta de colisión directa contra la Tierra, el Centro de Estudio de Objetos Menores Próximos a la Tierra (CNEOS), del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, lo calificó como un caso sin peligro dadas las dimensiones del cuerpo.
Sin embargo, el evento marcó una vez más la importancia de sostener y optimizar esta red de detección, ya que un asteroide de mayores dimensiones podría generar graves consecuencias en la zona de impacto, y no es la primera vez que aparecen en forma sorpresiva. Quizás el mejor ejemplo de este tipo de “encuentros imprevistos” fue el impacto de un asteroide de unos veinte metros de ancho contra la atmósfera, que se produjo de manera inesperada en Cheliábinsk, Rusia, el 15 de febrero de 2013. En esa ocasión, tanto la onda de choque como la radiación lumínica produjeron más de 1.500 heridos en toda la zona de influencia.
Es la octava vez desde 2008 que los científicos detectan un asteroide antes de que haga su aparición en llamas sobre la Tierra: en este caso, una pequeña bola de fuego explotó cerca de Berlín durante la madrugada del 21 de enero. El asteroide, denominado 2024 BXI, tenía alrededor de 1 metro de ancho y no implicó ningún riesgo. Los especialistas saben que vendrán más eventos de este tipo, pero lo importante es agudizar los sistemas de detección ante la posible llegada de asteroides de mayor tamaño.
Durante las primeras horas del domingo 21 de enero, un pequeño asteroide atravesó el cielo y se estrelló contra la atmósfera terrestre cerca de la ciudad de Berlín, en Alemania, generando una llamativa pero inofensiva bola de fuego, que fue visible a varios kilómetros de distancia. El asteroide, catalogado como 2024 BX1, fue detectado por primera vez por los científicos solamente tres horas antes del impacto.
Pequeño y sorpresivo
De acuerdo a un artículo publicado en Live Science, aunque este tipo de avistamientos suelen concretarse unas cuantas veces al año, 2024 BX1 fue un caso especial porque se detectó muy poco tiempo antes de su desintegración en la atmósfera de la Tierra. Desde que se realiza un seguimiento permanente de los asteroides cercanos a nuestro planeta, es la octava vez que los investigadores detectan una de estas rocas espaciales antes de que colisione contra la atmósfera.
El asteroide, que tenía alrededor de un metro de ancho y dadas sus condiciones no revestía ningún peligro, fue identificado por primera por el astrónomo Krisztián Sárneczky, del Observatorio Konkoly, en Hungría. La roca espacial logró detectarse utilizando el telescopio Schmidt, de 60 centímetros: poco después del avistamiento, en la noche del 20 de enero, la NASA difundió mediante la red social X, antes conocida como Twitter, una predicción detallada de dónde y cuándo se desintegraría el pequeño asteroide al chocar contra la atmósfera terrestre.
Según un artículo publicado en The Conversation por el científico Josep M. Trigo Rodríguez, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ICE – CSIC), en España, aunque identificar un asteroide en ruta directa de colisión con la Tierra puede generar una alarma, cuando se trata de cuerpos pequeños no hay motivo de preocupación: la atmósfera terrestre es un escudo eficiente en estos casos, ya que produce su desintegración y división en múltiples fragmentos.
De acuerdo a un artículo publicado en Live Science, aunque este tipo de avistamientos suelen concretarse unas cuantas veces al año, 2024 BX1 fue un caso especial porque se detectó muy poco tiempo antes de su desintegración en la atmósfera de la Tierra. Desde que se realiza un seguimiento permanente de los asteroides cercanos a nuestro planeta, es la octava vez que los investigadores detectan una de estas rocas espaciales antes de que colisione contra la atmósfera.
El asteroide, que tenía alrededor de un metro de ancho y dadas sus condiciones no revestía ningún peligro, fue identificado por primera por el astrónomo Krisztián Sárneczky, del Observatorio Konkoly, en Hungría. La roca espacial logró detectarse utilizando el telescopio Schmidt, de 60 centímetros: poco después del avistamiento, en la noche del 20 de enero, la NASA difundió mediante la red social X, antes conocida como Twitter, una predicción detallada de dónde y cuándo se desintegraría el pequeño asteroide al chocar contra la atmósfera terrestre.
Según un artículo publicado en The Conversation por el científico Josep M. Trigo Rodríguez, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ICE – CSIC), en España, aunque identificar un asteroide en ruta directa de colisión con la Tierra puede generar una alarma, cuando se trata de cuerpos pequeños no hay motivo de preocupación: la atmósfera terrestre es un escudo eficiente en estos casos, ya que produce su desintegración y división en múltiples fragmentos.
La importancia de una red internacional de observación y monitoreo
Las rocas como 2024 BX1 alcanzan la Tierra a hipervelocidad, desarrollando velocidades aproximadas de entre 11 y 72 kilómetros por segundo. Al colisionar contra la atmósfera, la mayor parte de su masa se desintegra y otro porcentaje se fragmenta, produciendo gigantescas bolas de fuego, que pueden detectarse desde casi 1.000 kilómetros de distancia. Según Trigo Rodríguez, el hallazgo fue posible gracias a la actividad de una compleja red de observatorios profesionales y aficionados en todo el planeta, que se encuentra pendiente del descubrimiento de nuevos asteroides.
Por ejemplo, la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos del CSIC es parte de estos esfuerzos, ya que mantiene un listado actualizado diariamente desde el Instituto de Ciencias del Espacio sobre todos los fenómenos que ocurren sobre España y países limítrofes. Se trata de un proyecto de colaboración reconocido por la Unión Astronómica Internacional.
En el caso de 2024 BX1, en solamente dos horas y media cerca de 180 observatorios en todo el planeta completaron el seguimiento del objeto. Aunque se confirmó su ruta de colisión directa contra la Tierra, el Centro de Estudio de Objetos Menores Próximos a la Tierra (CNEOS), del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, lo calificó como un caso sin peligro dadas las dimensiones del cuerpo.
Sin embargo, el evento marcó una vez más la importancia de sostener y optimizar esta red de detección, ya que un asteroide de mayores dimensiones podría generar graves consecuencias en la zona de impacto, y no es la primera vez que aparecen en forma sorpresiva. Quizás el mejor ejemplo de este tipo de “encuentros imprevistos” fue el impacto de un asteroide de unos veinte metros de ancho contra la atmósfera, que se produjo de manera inesperada en Cheliábinsk, Rusia, el 15 de febrero de 2013. En esa ocasión, tanto la onda de choque como la radiación lumínica produjeron más de 1.500 heridos en toda la zona de influencia.
Fuente LEVANTE