PARÍS.- ¿Genio o charlatán? Mientras sus admiradores lo califican de "pescador de microbios", el profesor Didier Raoult prefiere definirse como un "vanguardista" . Lo cierto es que los trabajos de ese virólogo francés de acento meridional, despreciado por la crema del mundo médico-científico por su look a medio camino entre Panoramix y fan de heavy metal, se cuentan entre los más respetados del mundo en el terreno de las enfermedades infecciosas y tropicales. Ahora, en plena crisis del coronavirus , armado de su reconocida inteligencia y su experiencia profesional de más de tres décadas, el director del Instituto Mediterráneo de la Infección de Marsella provocó un escándalo mundial.
Raoult decidió transgredir todas las reglas científicas y éticas que rigen su profesión y comenzar a administrar la hidroxycloroquina a los enfermos de Covid-19, antes de que los ensayos clínicos en curso hayan demostrado si ese medicamento, utilizado contra el paludismo, es el remedio milagroso contra la pandemia.
A fines de febrero, a través de un video que en media hora se volvió viral, ese personaje extravagante, mezcla de druida y de Merlín, anunció "la victoria" contra el nuevo coronavirus , surgido de la provincia china de Hubei. El arma: una banal molécula contra el paludismo. Su argumento: los ensayos clínicos realizados en China bajo la dirección del profesor Zhong Nanshan, que confirmaban los resultados de pruebas in vitro previas.
Raoult detalló el éxito obtenido por su propio equipo sobre 24 pacientes tratados en su hospital de Marsella: 75% presentaron una carga viral negativa al cabo de seis días, afirmó. Es decir, el virus despareció en ese lapso. En comparación, 90% de las personas tratadas sin cloroquina en Niza y en Avignon todavía eran contagiosas al término del mismo periodo.
El mundo científico le responde que 25 pacientes no es un muestreo suficientemente serio como para justificar la utilización masiva de una molécula. Ante la disyuntiva, el gobierno francés autorizó su administración hospitalaria "únicamente en pacientes graves y tras acuerdo del equipo médico".
En el riguroso universo científico-medico francés, la actitud iconoclasta de Raoult provocó el efecto de una bomba . Las críticas no tardaron en afluir. FakeMed, un grupo de científicos que lucha contra las falsas informaciones en el terreno de la salud, lo acusó de charlatán. Los principales profesores del país en la materia lanzaron advertencias a la población señalando los numerosos efectos colaterales del medicamento , sobre todo los riesgos cardíacos. Demasiado tarde. La gente se agolpó en las farmacias tratando de comprar el producto, vendido bajo el nombre de Plaquenil.
Raoult se ríe de sus críticos calificándolos de "pequeños marqueses parisinos". Pero la tensión es tan grande, que el virólogo, que era uno de los 11 miembros de la Comisión Científica Consultiva que acompaña al presidente Emmanuel Macron desde que comenzó la crisis, anunció que no asistirá más a las reuniones del organismo.
Pero fue sobre todo la intervención de Donald Trump la semana pasada lo que llevó a ese hijo de un médico militar nacido en Dakar en 1952 al zenit de su popularidad. Convencido "intuitivamente" de la eficacia de la cloroquina, el presidente de Estados Unidos anunció que había comprado enormes cantidades de ese medicamento , fabricado por el laboratorio francés Sanofi.
"Es la prueba de que son gente seria", se congratuló Raoult. De inmediato, sin embargo, tanto la Food and Drug Administration (FDA), organismo federal que supervisa la comercialización de medicamentos en aquel país, como el doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, se apresuraron a relativizar el entusiasmo presidencial.
Coleccionista
Coleccionista de bacterias y de virus, Rauoult posee más de 3000 entre los más peligrosos del mundo en Marsella , en el hospital de la Timone. Especialista mundial de los rickettsies, esas bacterias intracelulares que provocan el tifus, el virólogo también descifró el genoma de la bacteria responsable de la enfermedad de Whipple, una infección rara y con frecuencia mortal, casi un siglo después de su aparición.
En sus laboratorios marselleses, en esa ciudad a la que llegó a los nueve años con sus padres tras regresar de África, Raoult multiplica los descubrimientos. Como Mimivirus , un virus gigante que identificó en 1992 y bautizó en honor de "Mimi la ameba", un héroe inventado por su padre cuando le contaba historias para explicarle la evolución. Después fue Spoutnik, un excepcional virus enano que come virus, capaz de infectar otro virus para prosperar.
En su catálogo, los descubrimientos son tan numerosos que algunos hasta llevan su nombre: como las bacterias Raoulttella planticola o Rickettsia Raouiltii.
Pionero de la paleomicrobiología, Raoult obtuvo su bachillerato literario a los 20 años como alumno libre antes de dedicarse a la medicina, y hacerse un nombre a fuerza de trabajo y de declaraciones intempestivas, como cuando expresó sus dudas sobre el calentamiento climático y "esos modelos matemáticos catastróficos", calificándolos de "formas modernas de adivinación".
Esta vez, el rebelde de la ciencia francesa considera que las medidas de confinamiento adoptadas por la mayor parte del mundo no sirven . Para él, la única solución es multiplicar las pruebas. "Estamos en el siglo XXI. Las enfermedades infecciosas se detectan, se aísla a la gente contagiosa y se reduce el tiempo del contagio con medicamentos", insiste.
En diez días más, cuando los ensayos clínicos confirmen o desaprueben la eficacia de la cloroquina contra el Covid-19, Raoul sabrá si su empecinamiento le habrá abierto la puertas del Nobel de Medicina o habrá asestado un golpe mortal a su celebridad.
Raoult decidió transgredir todas las reglas científicas y éticas que rigen su profesión y comenzar a administrar la hidroxycloroquina a los enfermos de Covid-19, antes de que los ensayos clínicos en curso hayan demostrado si ese medicamento, utilizado contra el paludismo, es el remedio milagroso contra la pandemia.
A fines de febrero, a través de un video que en media hora se volvió viral, ese personaje extravagante, mezcla de druida y de Merlín, anunció "la victoria" contra el nuevo coronavirus , surgido de la provincia china de Hubei. El arma: una banal molécula contra el paludismo. Su argumento: los ensayos clínicos realizados en China bajo la dirección del profesor Zhong Nanshan, que confirmaban los resultados de pruebas in vitro previas.
Raoult detalló el éxito obtenido por su propio equipo sobre 24 pacientes tratados en su hospital de Marsella: 75% presentaron una carga viral negativa al cabo de seis días, afirmó. Es decir, el virus despareció en ese lapso. En comparación, 90% de las personas tratadas sin cloroquina en Niza y en Avignon todavía eran contagiosas al término del mismo periodo.
El mundo científico le responde que 25 pacientes no es un muestreo suficientemente serio como para justificar la utilización masiva de una molécula. Ante la disyuntiva, el gobierno francés autorizó su administración hospitalaria "únicamente en pacientes graves y tras acuerdo del equipo médico".
En el riguroso universo científico-medico francés, la actitud iconoclasta de Raoult provocó el efecto de una bomba . Las críticas no tardaron en afluir. FakeMed, un grupo de científicos que lucha contra las falsas informaciones en el terreno de la salud, lo acusó de charlatán. Los principales profesores del país en la materia lanzaron advertencias a la población señalando los numerosos efectos colaterales del medicamento , sobre todo los riesgos cardíacos. Demasiado tarde. La gente se agolpó en las farmacias tratando de comprar el producto, vendido bajo el nombre de Plaquenil.
Raoult se ríe de sus críticos calificándolos de "pequeños marqueses parisinos". Pero la tensión es tan grande, que el virólogo, que era uno de los 11 miembros de la Comisión Científica Consultiva que acompaña al presidente Emmanuel Macron desde que comenzó la crisis, anunció que no asistirá más a las reuniones del organismo.
Pero fue sobre todo la intervención de Donald Trump la semana pasada lo que llevó a ese hijo de un médico militar nacido en Dakar en 1952 al zenit de su popularidad. Convencido "intuitivamente" de la eficacia de la cloroquina, el presidente de Estados Unidos anunció que había comprado enormes cantidades de ese medicamento , fabricado por el laboratorio francés Sanofi.
"Es la prueba de que son gente seria", se congratuló Raoult. De inmediato, sin embargo, tanto la Food and Drug Administration (FDA), organismo federal que supervisa la comercialización de medicamentos en aquel país, como el doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, se apresuraron a relativizar el entusiasmo presidencial.
Coleccionista
Coleccionista de bacterias y de virus, Rauoult posee más de 3000 entre los más peligrosos del mundo en Marsella , en el hospital de la Timone. Especialista mundial de los rickettsies, esas bacterias intracelulares que provocan el tifus, el virólogo también descifró el genoma de la bacteria responsable de la enfermedad de Whipple, una infección rara y con frecuencia mortal, casi un siglo después de su aparición.
En sus laboratorios marselleses, en esa ciudad a la que llegó a los nueve años con sus padres tras regresar de África, Raoult multiplica los descubrimientos. Como Mimivirus , un virus gigante que identificó en 1992 y bautizó en honor de "Mimi la ameba", un héroe inventado por su padre cuando le contaba historias para explicarle la evolución. Después fue Spoutnik, un excepcional virus enano que come virus, capaz de infectar otro virus para prosperar.
En su catálogo, los descubrimientos son tan numerosos que algunos hasta llevan su nombre: como las bacterias Raoulttella planticola o Rickettsia Raouiltii.
Pionero de la paleomicrobiología, Raoult obtuvo su bachillerato literario a los 20 años como alumno libre antes de dedicarse a la medicina, y hacerse un nombre a fuerza de trabajo y de declaraciones intempestivas, como cuando expresó sus dudas sobre el calentamiento climático y "esos modelos matemáticos catastróficos", calificándolos de "formas modernas de adivinación".
Esta vez, el rebelde de la ciencia francesa considera que las medidas de confinamiento adoptadas por la mayor parte del mundo no sirven . Para él, la única solución es multiplicar las pruebas. "Estamos en el siglo XXI. Las enfermedades infecciosas se detectan, se aísla a la gente contagiosa y se reduce el tiempo del contagio con medicamentos", insiste.
En diez días más, cuando los ensayos clínicos confirmen o desaprueben la eficacia de la cloroquina contra el Covid-19, Raoul sabrá si su empecinamiento le habrá abierto la puertas del Nobel de Medicina o habrá asestado un golpe mortal a su celebridad.
Fuente LA NACION