La sangre de los pacientes recuperados de COVID-19 podría salvar vidas: una estrategia centenaria para combatir un virus nuevo

A medida que los pacientes con coronavirus van llenando los hospitales en todo el mundo, los médicos analizan la información disponible sobre la COVID-19 con la esperanza de encontrar tratamientos que les permitan ayudar a sus pacientes. Si bien se han iniciado una gran cantidad de estudios clínicos en los que se analiza el efecto de compuestos ya utilizados en tratamientos para combatir otras enfermedades, por el momento sólo se dispone de datos incompletos e investigaciones que aún no cumplen las condiciones requeridas en los ensayos clínicos tradicionales. Ejemplos de estas drogas son la cloroquina —muy frecuentemente mencionada en las noticias y utilizada habitualmente en el tratamiento de la malaria— y algunos antivirales como el remdesivir —que hasta el momento es el compuesto que muestra los resultados más alentadores— ya utilizado para combatir infecciones producidas por el virus del Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS). Por otro lado, se analiza el efecto de distintos esteroides para controlar la exagerada respuesta inmunológica que produce el virus y a la cual se conoce como “tormenta de citoquinas” la cual juega un papel importante en el desmejoramiento físico y en la muerte de las personas infectadas con este nuevo coronavirus.

Los médicos están utilizando cócteles de terapias aún no aprobadas a partir de la información disponible -como si estuvieran armando un rompecabezas- en un intento por salvar vidas. Es en este contexto, que los investigadores esperan que la utilización de un enfoque centenario que consiste en tratar a los pacientes con anticuerpos obtenidos a partir de la sangre de personas que han sobrevivido a la infección por un patógeno, conocido como “tratamiento de plasma convaleciente” ayude al tratamiento de personas que presentan cuadros graves de la enfermedad. Arturo Casadevall, un inmunólogo de la prestigiosa Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Maryland, USA, ha estado batallando para que se comience a utilizar este tratamiento desde finales de enero, ya que la enfermedad continuaba extendiéndose a muchos países y no se conocía ningún tratamiento para controlarla.

El uso de “plasma convaleciente” para el tratamiento de infecciones se remonta a la década de 1890 y se utilizó durante la pandemia del virus de la gripe H1N1 de 1918, conocida como “gripe española”. Muchos pacientes recibieron suero de los sobrevivientes, pero es difícil sacar conclusiones de estudios que no fueron diseñados para cumplir con los estándares requeridos para los esctudios clínicos actuales. Más recientemente este tratamiento se ha utilizado en al menos dos brotes, el del virus del Ébola en África y en la epidemia de SARS en 2012 con cierto éxito. En nuestro país, el doctor Julio Maiztegui fue el primero en usar el plasma convaleciente para tratar desde 1971, a pacientes con Fiebre Hemorrágica causada por el virus Junín, disminuyendo la mortalidad del 30 al 1 por ciento. Si bien aún no se han completado los estudios necesarios para asegurar la eficacia del tratamiento de plasma convaleciente en la pandemia de la COVID-19, los primeros resultados resultan muy alentadores.

Pero, ¿en qué consiste este tratamiento específicamente? Uno de los primeros eventos que ocurre cuando un virus infecta a un organismo es que parte de los glóbulos blancos secretan anticuerpos específicos para neutralizarlo. El objetivo del tratamiento de plasma convaleciente consite en utilizar los anticuerpos producidos en respuesta a la presencia del virus SARS-COV-2 (responsable de la COVID-19) por los pacientes que sobrevivieron a la infección . Los pacientes con factores de riesgo o que presentan cuadros graves de esta enfermedad son transfundidos con el suero obtenido de los pacientes ya recuperados que donan su sangre. Una aclaración: el suero es la porción líquida de la sangre que esta enriquecida en anticuerpos y a la que se le han retirado todas las células (glóbulos rojos, globulos blancos y las plaquetas). Los científicos se refieren a esta medida como “terapia de anticuerpos pasivos” porque una persona recibe anticuerpos ya producidos por otro paciente, en lugar de generar una respuesta inmune por sí misma, como lo haría después de una vacuna. En la figura se muestra un esquema del procedimiento que se utiliza.

La ventaja clave del plasma convaleciente es que está disponible de inmediato en cualquier país afectado, mientras que los medicamentos y las vacunas tardan meses o años en desarrollarse. Se espera aumentar el valor del tratamiento seleccionando sangre de donantes que presente una alta concentración de anticuerpos específicos y transfundiendo a pacientes que tengan más probabilidades de beneficiarse, inclusive a personas con alta exposición al virus como el personal médico que trabaja en las terapias intensivas.

Así como el Dr. Arturo Casadevall en los Estados Unidos lideró la iniciativa del uso del plasma convaleciente, la Dra. Laura Bover, investigadora argentina que dirige el centro de anticuerpos monoclonales en el MD Anderson Cancer Center perteneciente a la Universidad de Texas, promovió la formación de un grupo integrado por más de 70 investigadores, médicos y otros profesionales argentinos radicados en nuestro país y en los Estados Unidos. Este grupo, denominado CPC-19 (Convalescent Plasma COVID19) elaboró protocolos de emergencia, basados en los que había publicado el doctor Arturo Casadevall, y a los cuales se les hicieron adaptaciones para su empleo en Argentina. Además de la Dra. Bover en este proyecto participan entre otros, el Dr. Gabriel Ravinovich del Instituto de Biología y Medicina Experimental, la Dra. Andrea Gamarnik de la Fundación Instituto Leloir y el Dr. Jorge Geffner del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA. Los protocolos elaborados fueron presentados a la Dirección de Sangre y Hemoderivados y finalmente el viernes 17 de abril se publicó en el Boletín Oficial la resolución del Ministerio de Salud que habilita el tratamiento de plasma convaleciente en enfermos de coronavirus, luego de que se aprobaran los protocolos entregados por el grupo de coordinado por la Dra. Laura Bover. A partir del dictamen oficial se creó un registro de potenciales donantes de plasma, una lista de ensayos clínicos y se puso en marcha el programa en ocho centros en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Este importante logro alcanzado por un grupo interdisciplinario de investigadores y profesionales argentinos muestra tanto su excelencia y capacidad de trabajo como el compromiso social en la emergencia sanitaria generada por la COVID-19.
Si querés saber más sobre esta iniciativa o te curaste de COVID-19 y querés donar sangre te dejamos estos links para que puedas encontrar la información que necesitas.

CPC-19 https://www.groupcpc-19.com/, Biobanco de enfermedades infecciosas Covid19bbei@gmail.com, CEMIC donacionplasmacemic@gmail.com
Fuente de las imágenes: https://www.groupcpc-19.com/, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=75636669
Fuente de información: Arturo Casadevall, Liise-anne Pirofski, J Clin Invest. 2020;130(4):1545-1548. https://doi.org/10.1172/JCI138003.

Fuente ESPARCIENCIA



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