Europa se estaría dirigiendo hacia una “era glacial”

Los patrones climáticos que afectan a Europa dependen en gran medida de las corrientes oceánicas en el Atlántico. Un cambio en esas corrientes podría ocasionar un cambio drástico que llevaría al Viejo Continente hacia una “era glacial”, y mucho antes de lo que podría esperarse.

Y eso a pesar de que los expertos advierten cada día de que el calentamiento global está provocando sequías y un aumento de las temperaturas en toda Europa. En realidad, estamos hablando de un fenómeno regional, que se superpondría al calentamiento mundial, compensando los efectos de este último.

Una gran parte de ello se debe a la particularidad del clima europeo, sobre todo en su zona occidental. Este clima depende del agua “cálida” que circula por el océano Atlántico. En efecto, la corriente del Golfo consiste en un curso de agua cálida que va del sur al norte, y otro de agua fría, de norte a sur. Podríamos pensar en una cinta transportadora, o en un río dentro del propio Atlántico, en el que el agua cálida se mueve por la superficie y la fría por el fondo.

El agua se calienta en los trópicos y el ecuador. Cuando avanza hacia el norte se va enfriando. Al mismo tiempo, se va evaporando, de modo que el agua que llega al norte está más salada y se hace más densa, hundiéndose, e inicia el retorno hacia el sur. Este ciclo se repite constantemente y es esencial porque influye en la meteorología y en la distribución de nutrientes. El clima europeo, de hecho, es varios grados de temperatura superior al de Norteamérica, a pesar de que comparten latitudes.

El problema es que es un fenómeno que puede ser perturbado fácilmente. Eso ya ocurrió hace entre 13.000 y 11.500 años, cuando, tras la última era glacial, el sistema de circulación se detuvo temporalmente, ya que el deshielo de los glaciares, con el aumento de las temperaturas, trajo agua dulce al Atlántico Norte durante siglos. Esta mezcla con el agua salada modificó su densidad y la “cinta transportadora” profunda se ralentizó y acabó por pararse.

En la superficie, el agua se mueve sobre todo por los vientos, así que la corriente del Golfo aún pudo transportar agua cálida hacia el norte. Sin embargo, el calor transportado fue solo un 50 por ciento y ello ocasionó el enfriamiento drástico de Europa Occidental en una magnitud de 5 grados C. Cuando se agotaron los glaciares, todo volvió a la normalidad.




Más adelante, hace 8.000 años, algo parecido ocurrió, ahora debido al deshielo parcial del casquete polar norte, y eso provocó una disminución de las temperaturas durante todo un siglo. Otro debilitamiento transitorio de la corriente del Golfo pudo estar detrás de la Mini-Edad del Hielo europea sucedida entre los años 1300 y 1800.

Hoy en día, las simulaciones informáticas vaticinan que algo así podría volver a ocurrir y no dentro de demasiado tiempo. Si bien ahora no hay glaciares que derretir, el cambio climático está provocando una mayor cantidad de lluvias por una mayor evaporación y el derretimiento del casquete polar norte durante los veranos. Toda esa agua dulce podría afectar a la corriente del Golfo al llegar al Atlántico.

Hace 13.000 años, la corriente del Golfo era más débil que la actual. Fueron necesarios de 150 a 200 años para que se paralizase en función de la cantidad de agua dulce que alcanzaba el Atlántico en esa época. Ahora serían necesarios unos 300 años, momento a partir del cual los europeos se quedarán sin su clima templado.

Aunque tres siglos parece mucho tiempo, no es nada en términos geológicos. Y además, hasta entonces, la corriente del Golfo realizará su función, por lo que los efectos de su detención se sentirán de forma prácticamente súbita, con unas consecuencias que están siendo estudiadas por los climatólogos.

Las actuales predicciones, a través de simulaciones, tienen en cuenta mediciones periódicas de la salinidad atlántica. Si la salinidad baja es que más agua dulce se habrá añadido al agua oceánica, procedente del deshielo. Dichas mediciones indican que durante las últimas décadas la salinidad ha bajado, es decir, que el proceso ya se ha iniciado.

Las consecuencias de un enfriamiento europeo pueden ser notables. Si bien otros países tienen en estos momentos climas semejantes al que sufriría Europa a partir de ese momento, el Viejo Continente tendría que adaptarse de forma demasiado rápida a la nueva realidad. Los actuales paraísos vacacionales probablemente desaparecerán.

En ciertos sitios, como el Reino Unido, acostumbrados a la lluvia casi constante, podrían tener que enfrentarse a nieves frecuentes. La agricultura europea se resentirá, y ciertas zonas, debido al duro invierno anual, se harán inhabitables. Hasta 2 millones de personas podrían morir en poco tiempo ante la llegada drástica de un cambio climático semejante.

Si el calentamiento global se acelera, la salinidad atlántica podría empeorar más deprisa y la corriente profunda del Golfo podría detenerse mucho antes, en 150 a 200 años.

¿Es reversible el fenómeno? En teoría sí, si conseguimos controlar el cambio climático y las temperaturas globales se estabilizan o bajan. Pero el retorno a la normalidad en Europa podría necesitar varias décadas o incluso siglos. (Fuente: NCYT Amazings)

Fuente NCYT



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