El tacto también es una alucinación controlada

El cerebro no solo crea ilusiones ópticas, olfativas y sonoras, sino que también nos engaña con el sentido del tacto: cuando las vibraciones de los cuerpos se presentan confusas, se inventa lo que parece más aproximado y nos lo muestra como real.

Aunque no lo parezca, las vibraciones táctiles también generan ilusiones creadas por nuestro cerebro: podemos sentir cosas que no son como las percibimos.

El sentido del tacto es el menos estudiado de los cinco sentidos tradicionales, pero una nueva investigación, desarrollada por científicos de las universidades de Ginebra (UNIGE) y Friburgo (UNIFR), arroja nueva luz sobre el misterio que representan las ilusiones táctiles.

Más concretamente, han descifrado cómo la amplitud y frecuencia de las vibraciones táctiles pueden influir en la forma en que el cerebro las interpreta… y fabrica ilusiones táctiles.

Todo se basa una evidencia contrastada: el cerebro no nos refleja el mundo tal como es. Nos presenta la realidad a través de una alucinación controlada, tal como lo define Andy Clark, profesor de Filosofía Cognitiva en la Universidad de Sussex.

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Alucinamos todo el tiempo

La realidad es que el cerebro siempre está construyendo los modelos de la realidad que percibimos para explicar y predecir la información entrante: de esta forma, podemos navegar por la vida sin mayores tropiezos.

Sin embargo, en ocasiones, la percepción sensorial es deficiente para que el cerebro pueda interpretar lo que está pasando. En ese supuesto, el cerebro recurre a su archivo para recoger la información que le falta y nos la pone delante, confundida con la percibida en determinado momento.

No nos enteramos del cambiazo, pero ocurre constantemente: el cerebro puede aumentar artificialmente la resolución de una imagen que estamos viendo, o rellenar la información que falta de lo que perciben los dos ojos, con datos deducidos de un algoritmo.

«La totalidad de la experiencia perceptiva es una fantasía neuronal que permanece unida al mundo a través de una continua creación y recreación de las mejores suposiciones perceptivas, de alucinaciones controladas. Incluso se podría decir que todos estamos alucinando todo el tiempo. Cuando nuestras alucinaciones coinciden, eso es lo que llamamos realidad», explica el neurocientífico Anil Seth, también de la Universidad de Sussex.

Alucinaciones táctiles

Las ilusiones que fabrica el cerebro pueden ser ópticas, olfativas (fantosmia) o sonoras, pero también táctiles: se generan porque cualquier objeto en movimiento transmite señales oscilatorias que se propagan a través de sustratos sólidos.

Nuestro cuerpo las detecta mediante mecanorreceptores ubicados debajo de la piel y transmite la información al cerebro de manera similar a los estímulos auditivos, olfativos o visuales.

Al estudiar cómo los ratones y los humanos perciben las vibraciones táctiles, lo primero que descubrió la nueva investigación es que el cerebro no percibe de manera confiable la frecuencia de una vibración cuando su amplitud (intensidad) varía.

Se crea así un fenómeno ilusorio, que pone de manifiesto hasta qué punto nuestra percepción del mundo que nos rodea puede desviarse de la realidad física. Los resultados se publican en Nature Communications.

Ondas materiales

Las vibraciones son pequeños movimientos oscilatorios emitidos desde un punto de equilibrio. Al propagarse como ondas a través de materiales sólidos, la mayoría de los organismos vivos pueden percibirlos.

Las vibraciones se definen por dos características principales: la frecuencia, que indica la tasa de cambio en Hz (es decir, el número de repeticiones por segundo) y la amplitud, que corresponde al tamaño máximo que puede alcanzar la onda, en otras palabras, su intensidad.

Para determinar cómo interpreta nuestro cerebro estas características físicas, los científicos realizaron el mismo experimento en un grupo de ratones y un grupo de participantes humanos, en el que tuvieron que diferenciar múltiples frecuencias de vibración sentidas en la mano o en la pata.

“Resulta que los ratones son más sensibles a frecuencias más altas (alrededor de 1000 Hz), mientras que la sensibilidad humana es óptima en el rango de frecuencias mucho más bajas, alrededor de 250 Hz”, explica Mario Prsa, uno de los autores de esta investigación, en un comunicado.

Confundimos frecuencias

Y añade: “sin embargo, tanto los ratones como los humanos tienen más dificultades para diferenciar una frecuencia más baja de una más alta cuando sus amplitudes no coinciden. Una elección específica de sus respectivas amplitudes puede crear metámeros (segmentos) perceptuales: frecuencias físicamente diferentes que son perceptualmente indistinguibles.»

Esta ilusión sigue un principio simple: las frecuencias que son más altas o más bajas que la frecuencia más sensible (250 Hz para humanos y 1000 Hz para ratones) se sienten más similares a la frecuencia preferida cuando su amplitud aumenta.

En esta condición, una vibración de alta frecuencia (por ejemplo, 500 Hz) parece ser más baja de lo que realmente es, mientras que una vibración cuya frecuencia es más baja que la preferida (por ejemplo, 150 Hz) parece ser más alta.

Así se genera la ilusión táctil. El cerebro, cuando percibe algo de forma deficiente o imprecisa, hace una vez más lo que es una práctica habitual: se inventa lo que parece más aproximado y nos lo presenta como real. En este caso la frecuencia de las vibraciones perceptibles por el tacto.

Un fenómeno aún misterioso

“Estos fenómenos también son característicos de otros sentidos, como la audición, donde nuestra propia percepción puede ser engañada por volúmenes muy bajos o altos, y rara vez representa atributos físicos reales del sonido, sino más bien una característica compuesta de varias características del estímulo”, concluye Prsa.

¿Cómo y por qué se crea esta ilusión en nuestro cerebro? “Esta pregunta es precisamente el tema de nuestro trabajo continuo”, explica Daniel Huber, otro de los investigadores.

“¿En qué momento exactamente el cerebro no interpreta correctamente los estímulos táctiles y qué sucede a nivel neuronal? ¿Y por qué diferentes especies, como los ratones y los humanos, perciben mal de la misma manera? »

El equipo de Daniel Huber profundiza aún más en este tema: con la ayuda de voluntarios y músicos sordos, transponen piezas musicales al rango de estímulos vibrotáctiles para estudiar cómo las personas sordas pueden ser capaces de percibir la música. La historia continúa.




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