El Imperio Neoasirio, que se centraba en el norte de Irak y que se extendía desde Irán a Egipto (el mayor de su época), se derrumbó después de más de dos siglos de dominio con la caída de su capital, Nínive, en el año 612 a.C.
A pesar de la multitud de documentación procedente de textos cuneiformes y de excavaciones arqueológicas, los historiadores y arqueólogos no han conseguido explicar lo abrupto y lo definitivo del colapso de este imperio histórico.
Se han propuesto numerosas teorías sobre ello, desde que se excavaron por vez primera la ciudad y sus niveles de destrucción, hace 180 años. Pero el misterio de cómo dos pequeños ejércitos, los babilonios en el sur y los medos en el este, fueron capaces de converger en Nínive y destruirla completamente, teniendo en cuenta que entonces era la mayor ciudad del mundo, sin ni siquiera reocuparla, había permanecido sin solución.
Un equipo de investigadores encabezados por Ashish Sinha, de la universidad estatal de California, y Dominguez Hills, han podido por primera vez determinar la causa subyacente de su caída. Examinando nuevos registros de precipitación en el área, el equipo descubrió una megasequía abrupta que duró 60 años, la cual debilitó tanto al estado asirio que Nínive fue invadida en tres meses y abandonada para siempre. El trabajo se publicó en la revista Science Advances.
Asiria era una sociedad agraria y dependía de las precipitaciones estacionales para la agricultura de cereales. Hacia el sur, los babilonios dependían de la agricultura por irrigación, así que sus recursos, el gobierno y la sociedad no se vieron afectados por la sequía.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo analizó estalagmitas procedentes de la cueva Kuna Ba, en el noreste de Irak. Estas estructuras pueden proporcionarnos la historia climática de la región gracias al análisis de las proporciones de isótopos de oxígeno y uranio presentes en el agua filtrada y que se conserva en sus capas. El oxígeno del agua de lluvia viene en dos variedades: pesado y ligero. La proporción de uno y otro tipo es muy sensible a las variaciones en la precipitación y la temperatura. Con el tiempo, el uranio atrapado en las estalagmitas se convierte en torio, lo que permite su datación.
Sincronizando estos datos con los registros arqueológicos y cuneiformes fue posible documentar datos paleoclimáticos para la megasequía que afectó al corazón de Asiria en el momento de la caída del imperio, cuando fue invadido por sus vecinos, menos afectados por ella. Curiosamente, esta megasequía siguió a un periodo de grandes precipitaciones, que facilitó previamente la expansión y crecimiento del imperio asirio.
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A pesar de la multitud de documentación procedente de textos cuneiformes y de excavaciones arqueológicas, los historiadores y arqueólogos no han conseguido explicar lo abrupto y lo definitivo del colapso de este imperio histórico.
Se han propuesto numerosas teorías sobre ello, desde que se excavaron por vez primera la ciudad y sus niveles de destrucción, hace 180 años. Pero el misterio de cómo dos pequeños ejércitos, los babilonios en el sur y los medos en el este, fueron capaces de converger en Nínive y destruirla completamente, teniendo en cuenta que entonces era la mayor ciudad del mundo, sin ni siquiera reocuparla, había permanecido sin solución.
Un equipo de investigadores encabezados por Ashish Sinha, de la universidad estatal de California, y Dominguez Hills, han podido por primera vez determinar la causa subyacente de su caída. Examinando nuevos registros de precipitación en el área, el equipo descubrió una megasequía abrupta que duró 60 años, la cual debilitó tanto al estado asirio que Nínive fue invadida en tres meses y abandonada para siempre. El trabajo se publicó en la revista Science Advances.
Asiria era una sociedad agraria y dependía de las precipitaciones estacionales para la agricultura de cereales. Hacia el sur, los babilonios dependían de la agricultura por irrigación, así que sus recursos, el gobierno y la sociedad no se vieron afectados por la sequía.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo analizó estalagmitas procedentes de la cueva Kuna Ba, en el noreste de Irak. Estas estructuras pueden proporcionarnos la historia climática de la región gracias al análisis de las proporciones de isótopos de oxígeno y uranio presentes en el agua filtrada y que se conserva en sus capas. El oxígeno del agua de lluvia viene en dos variedades: pesado y ligero. La proporción de uno y otro tipo es muy sensible a las variaciones en la precipitación y la temperatura. Con el tiempo, el uranio atrapado en las estalagmitas se convierte en torio, lo que permite su datación.
Sincronizando estos datos con los registros arqueológicos y cuneiformes fue posible documentar datos paleoclimáticos para la megasequía que afectó al corazón de Asiria en el momento de la caída del imperio, cuando fue invadido por sus vecinos, menos afectados por ella. Curiosamente, esta megasequía siguió a un periodo de grandes precipitaciones, que facilitó previamente la expansión y crecimiento del imperio asirio.
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Fuente NCYT
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Arqueología